Hoy 
POR ANNA JIMÉNEZ
¿A quién no le gustaría ser perfecto o perfecta?. El que haya respondido que nunca le ha pasado por la cabeza acercarse lo más posible a este criterio, está mintiendo.
Muchos son maniáticos del deporte y dedican gran parte de su agenda al gimnasio, con tal de lucir fantásticos. Pagan el precio y sudan «la gota gorda», si eso es preciso, con tal de lucir lo más aproximadamente posible al prototipo de belleza que las top models han trazado.
Estoy de acuerdo en que tanto hombres como mujeres deben preocuparse por su aspecto físico, pero lo estoy aún más con que no es menos importante el aspecto espiritual, buscar la belleza y perfección interior, que solo siendo más espirituales y menos materiales se consigue.
Es necesario que seamos firmes en las decisiones encaminadas a fortalecer los sentimientos, lo que llevamos por dentro, porque a fin de cuentas es lo que no perece, lo que permanece para siempre, como el amor verdadero.
Es importante tomarnos un momento para pensar e ingeniarnos una fórmula para ser genuinos, naturales, auténticos, sencillos, humildes y no sólo aparentarlo, luciendo fabricados e hipócritas.
Para muchas personas, confusas emocionalmente, ser naturales les cuesta trabajo, ver la autenticidad en otros les parece irritante, al punto de fijar una predisposición enfermiza con quien es natural.
El fabricado se cree perfecto, nunca se equivoca, no reconoce sus errores ni sus defectos, piensa que el otro de todo es culpable, es miope a la hora de identifcar la fuente del problema, cuyo origen muchas veces se centra en sí mismo y lo peor de todo es que fuera del círculo familiar proyecta todo lo contrario, es el famoso «corderito inocente», que nos narra la Biblia, hacia su entorno y un lobo rapaz con los suyos.
Los fabricados se creen triunfadores, mas son fracasados camuflados, por que internamente son diminutos, no quedándoles otro remedio que fortalecer lo externo, a toda costa, a cualquier precio, sin importar el sacrificio, para por lo menos aparentar riqueza en medio de la pobreza interior que los ahoga.
