Aunque te suene a inmodestia es la pura verdad, gracias a Dios he sido premiada con un papá que sin temor a equivocarme es fuera de serie.

Mi papá es la clase de padre que toda mamá quiere para sus hijos; recuerdo cuando de pequeña la gente siempre tenía que poner a papi como ejemplo de esfuerzo, dedicación, cariño, entrega… con decirles que no lo pensaba dos veces cuando lo llamábamos mis hermanos, mi hermano y yo en la madrugada por que temíamos ir al baño en la oscuridad, el se levantaba y nos ayudaba con cariño, sin frases feas por que le habíamos robado unos minutos de sueño.

Mi papá siempre ha sido un juez neutral: escucha lo que nos pasa, te expone las alternativas que tienes para resolver el problema o situación y siempre termina con esta frase “sea cual sea la opción por la que te decidirás piénsala bien y en cualquiera que eligas sabes que voy a estar ahí para ti; que puedes contar conmigo”.

Cuando hablamos por teléfono no me resisto a expresarle cuánto lo amo, aunque siempre está echando competencia por que al igual que mami me responde: “Pero yo más”. Mucha gente ha creído que soy hija única, lo curioso es que lo mismo han llegado a pesar de mi hermano y mis dos hermanas, sólo por que notan cuanta ternura emana papi cuando se refiere a alguno de nosotros y como recreamos nuestra infancia con “palabras ñoñas”, cuando hablamos de nuestra familia.

Creo firmemente que papi, como papá se ha sacado un 100; estamos muy orgullosos de él y en particular me siento profundamente afortunada de que Dios me pusiera bajo la responsabilidad de un ser tan especial que no ha sabido otra cosa que jugar su rol de forma excepcional.