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Una flor en el lodo

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POR ANNA JIMÉNEZ
De seguro han tenido la experiencia de contemplar la flor de loto en los estanques, charcas y lagunas; ahora son muy comunes, pues el verano es la estación en la que suelen florecer. Es curioso ver crecer flores tan hermosas en medio de agua estancada y mal oliente y en el peor de los casos del fango putrefacto.

La flor de loto es suave, delicada, fragante,  elegante y única. Se ve poderosa en medio de toda aquella suciedad, como una emperatriz, cuyos subditos idolatran y se siente orgullosa de que así ocurra.

Es encantador poder contemplar cómo apesar de su majestuosidad tiene la humildad de crecer en lo putrefacto, sin ensuciarse, manteniendo la integridad de su belleza y la grandiosidad de sus petalos blancos.

Así deben ser las personas sabias; deben aprender a ser como la flor de loto, que rodeada de naturaleza en decadencia se hace grande, gracias a su humildad, gracias a mezclarse, con lo que pareciera ser un desecho.

Ojala y copiaramos de la flor de loto y aprendieramos  a ser fuertes, pero no crueles, hermosos, pero humildes, majestuosos, más sencillos de espíritu y hechos, logrando crecer entre las mediocridades de la mayoría de la gente que vive en este mundo.

Ojala y nos ocupemos de tener el alma limpia, tan limpia como los pétalos blancos de la flor de loto y que seamos personas agradables, como el aroma de esa mágnifica obra de la flora, no arrogantes ni egocentristas, no agresivos, sino pacíficos, llenos de buenos deseos, de aptitud positiva ante de la vida; como una flor de loto: limpia, hermosa, perfecta, impecable en medio de la mugre y la mediocridad de su entorno, brillante…con luz propia, diosa, sintiéndose sirviente, sencilla, siendose la más hermosa de todo el estanque.

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