Ciencias, tecnologías y producción

Ciencias, tecnologías y producción

Sociedad del conocimiento” es un concepto muy en boga entre los sociólogos y economistas del presente. Dicho término se refiere a un orden posterior al de la sociedad industrial, donde la investigación científica, la comunicación y el desarrollo tecnológico se erigen en factores claves de la producción. Las tecnologías empleadas en dicho orden se derivan de descubrimientos científicos, las que son inmediatamente utilizadas en echar adelante nuevos procesos de investigación. Se trata de una espiral de producciones cognoscitivas que genera desarrollos tecnológicos.

Este aparataje kafkiano produce cambios en los sistemas de producción que favorecen o agravan la vida de millones de personas. Como por arte de magia surgen y desaparecen oficios y profesiones. ¿Qué hacen hoy los farmacéuticos que antes preparaban las medicinas a la vista de sus clientes? ¿Qué hacen hoy los que hace unos años vendían y reparaban máquinas de escribir? ¿Y qué decir de los que se ganaban la vida revelando películas Kodak?

En la sociedad del conocimiento, es asunto de vida o muerte el poder contar con un sistema de educación superior de donde egresen personas de alto nivel científico y tecnológico. Claro está, que su mantenimiento resulta extremadamente costoso. Sólo los países más industrializados del planeta pueden sostenerlo. Sólo ellos disponen de un capital humano (personas con formación científica y tecnológica, capaces de aportar avances en el ámbito de la ciencia y la tecnología) que impulse su desarrollo económico.  Pero, ¿qué decir de la sociedad dominicana de hoy, cuasi industrializada, todavía muy lejos de la nominada sociedad de conocimiento?

Una baja escolaridad promedio (8 cursos de educación básica); un alto porcentaje de analfabetos en la población de quince años y más; baja cobertura en los niveles medio y superior: apenas un 34% en el nivel medio y un 25% en el nivel superior, nos colocan en desventaja en relación con los avances científicos y tecnológicos de los demás países de la América española.

Ello no nos permite disponer de un número suficiente de personas en capacidad de aportar en materia de investigación y de desarrollo de nuevas tecnologías, por lo que nos vemos obligados a depender de tecnologías adquiridas a altos precios en el extranjero, o a emplear tecnología anticuada. Y para colmo, el flujo migratorio no nos favorece.

Son muchos los profesionales egresados de nuestras universidades que ejercen en el exterior. Presentimos (no disponemos de estadísticas al respecto) que, de los miles de profesionales dominicanos que cursan estudios de especialidad, maestría y doctorado en el exterior becados por el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, una alta proporción de ellos no piensa en regresar.

Sospechamos que la República Dominicana se está convirtiendo en un exportador sin beneficios de mano de obra calificada. A pesar de esos y otros inconvenientes que muchos consideran insalvable, disponemos de recursos humanos con qué revertir la situación de desventaja en que nos encontramos.

Seguros estamos que existen formas y maneras de integrar al país en la vanguardia del progreso y la modernidad. Es cuestión de poner en práctica otras políticas que conlleven mayores inversiones en beneficio de nuestro sistema de instrucción pública.

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