Cientos de migrantes provenientes de países de África, del Caribe y de Centroamérica se encontraban hacinados ayer en un centro de detención del sur de México, luego de un intento fallido por dirigirse al norte como parte de una caravana que busca llegar a EEUU.
El grupo partió el sábado antes del amanecer de la localidad de Tapachula, donde muchos habían permanecido aislados durante meses mientras trataban de conseguir visas de tránsito sin tener éxito. Cargaban mochilas pesadas, bebés y paquetes sobre la cabeza.
Antes del anochecer, luego de caminar más de 32 kilómetros hacia el norte, se vieron rodeados por cientos de agentes de la Guardia Nacional y la policía, quienes los persuadieron para que subieran a unas camionetas que los llevaron de regreso a Tapachula. Los niños lloraban y las mujeres se quejaban de tener que esperar meses por los papeles. No estaba claro si algunos serían deportados.
Las medidas contra la caravana, conformada en su mayoría por afrodescendientes, destacaron el fuerte cambio en la política migratoria en México respecto al año pasado, cuando las autoridades se hacían de la vista gorda mientras grandes grupos de migrantes atravesaban el país con destino a EEUU. Sin embargo, ante la intensa presión de Washington, el gobierno mexicano ha tomado una postura más dura para tratar a los migrantes.
Salva Lacruz, del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova en Tapachula, dijo que la redada había sido una “cacería humana» y señaló que las autoridades esperaron hasta que los migrantes estuvieron cansados para forzarlos a subir a las camionetas.