El pais.Entrevista a la señora Maria Rivera, vendedora de Libros en el Parque Enrriquillo de Santo Domingo.Hoy/Foto Pablo Matos 3-2-2021
Uno de los más viejos kioscos de venta de libros usados del parque Enriquillo, la Librería Alcántara, pasó de vender 100 mil pesos en un día flojo de temporada escolar, a no vender “un centavo” en noviembre, cuando por primera vez al país llegaron las clases a distancia por la pandemia del covid-19.
“Con las clases virtuales las personas buscan las tareas vía Internet, por la radio o por la televisión. Entonces, las ventas de los libros han bajado bastante”, lamentó María Rivera, dueña de la librería.
En su puesto de venta los libros que la gente más busca son escolares, de mercadeo, negocios y obras literarias. “Aquí se vendía bien y ya no se vende ni la cuarta parte de lo que se vendía antes”, aseguró la vendedora de 47 años, a la vez que indicó que pese a sus esfuerzos para atraer clientela, los libros siguen en las estanterías.
“Hace trece años que mi esposo falleció en medio de un accidente de tránsito durante una feria del libro, cuando iba al campo a comprar mercancía y ni siquiera en ese tiempo en que yo tuve que sacar adelante este negocio por mis tres niños pequeños, yo viví una crisis tan grande como ahora”, afirmó Rivera e indicó que sus momentos más duros en la pandemia fueron los primeros tres meses, porque no podía abrir el negocio.
“Mis hijos y yo no teníamos sustento, solamente la ayuda del Gobierno. Es que aquí nosotros vivimos el día a día y cuando no abro no puedo llevarle nada a mis hijos”, contó la comerciante, que también vive con una nietecita de tres años a la que obligado debe “buscarle comida”.
Esos difíciles días de cuarentena Rivera y sus hijos se alimentaron de las raciones de comida que el Plan Social de la Presidencia llevaba por el sector que reside, el Simón Bolívar del Distrito Nacional, y de los pesos que durante el día conseguía su hijo mayor que trabaja de motorista.
“Uno viene y abre, el día que uno no se estrena uno se tiene que ir conformemente. Uno viene a aventurar aquí”, con esa expresión Rivera ilustró la casi nula mejoría que su negocio ha tenido tras la accidentada reapertura económica del país.
Además, narró de forma casi atropellada, que se le dificultó arrancar de nuevo con el negocio porque al menos dos editoras lanzaron nuevas ediciones de libros en medio de la pandemia y detalló que para reinventarse le agregaron a los libros un código de barra bidimensional, para que los estudiantes lo escaneen en sus computadoras y obtengan el cuadernillo de trabajo en formato digital.
La librera argumentó que esa estrategia que salvó a las grandes librerías y colegios, ahogó su negocio, pues aunque las editoras les venden con un descuento de 20 o 25%, no les incluyen el nuevo código aunque sí lo incluyen en los libros que venden en colegios, y los padres prefieren pagar más dinero con tal de tener el beneficio del código bidimensional.