Cifra preliminar desconcertante

Cifra preliminar desconcertante

La cifra oficial preliminar de sucesos trágicos ocurridos desde el jueves al mediodía hasta ayer sábado a las 10:00 de la mañana arrojaba un saldo de 36 personas muertas, de ellas 25 por accidentes de tránsito en que estuvieron involucradas 65 motocicletas. El total de personas afectadas por esos percances fue de 198. Al final de la Semana Santa de 2008, domingo 23 de marzo,  el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) había registrado 27 personas fallecidas por diversas causas, pero con notable participación de motocicletas en los accidentes de tránsito incluidos en las causas de muerte y lesiones. Se trata de un balance desconcertante.

A pesar de los esfuerzos de los organismos que montaron el operativo de prevención y socorro, en particular la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), las imprudencias en la conducción de vehículos fueron frecuentes y abundantes. Los motociclistas establecieron marcas de temeridad que desafiaron no sólo a las autoridades, sino principalmente la propia integridad de los conductores de este tipo de vehículos. Hoy  hacemos votos porque el balance trágico se quede en la cifra preliminar, cortada hasta ayer a las diez de la mañana. Las autoridades hacen bien su parte en los operativos de emergencia pero de nada sirve su trabajo si los vacacionistas pierden la cordura y alimentan estas cifras desconcertantes.

Alcohol y Semana Santa

La Secretaría de Interior y Policía, por medio de un aviso publicado el jueves último, suspendió, desde ese día y hasta hoy domingo, las restricciones de horario para la venta de bebidas alcohólicas en los establecimientos recreativos. Tal decisión, en pleno asueto de Semana Santa,  contradice el interés de las propias autoridades por prevenir y evitar percances y tragedias en carreteras, playas y balnearios, que de algún modo pudiesen ser estimuladas por el consumo de bebidas alcohólicas.

En la navidad pasada, esa misma secretaría sacó de circulación las armas de fuego autorizadas a civiles, como una forma de prevenir muertes por balas perdidas o riñas. Quizás debió apelar al mismo espíritu en cuanto a la venta de bebidas alcohólicas durante el asueto de Semana Santa. Al menos hubiese contribuido a disminuir la influencia del alcohol en los percances y tragedias y, de paso, hubiese sido consecuente con la esencia religiosa de la celebración.

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