Cimarrones caribeños apuestan al turismo 

<STRONG>Cimarrones caribeños apuestan al turismo </STRONG>

CHARLES TOWN, Jamaica. AP. En un poblado remoto a lo largo de un río que corre entre montañas verdes, hombres y mujeres de pies ágiles pisan fuerte y giran al ritmo de tambores. Un bailarín con cuchillo en mano está cubierto de pies a cabeza con ramas frondosas, de manera que sus ojos centelleantes apenas se perciben a través del camuflaje.   

Esta danza tradicional representa la especialidad de los cimarrones jamaiquinos: la emboscada. Fue alguna vez un ritual secreto de los las feroces bandas de esclavos fugitivos que obtuvieron la libertad lanzando ataques a fincas de colonos y repeliendo invasiones a sus refugios en el bosque con una maestría de operación militar de guerrilla.   

Pero en la actualidad, los descendientes de aquellos fugitivos del siglo XVIII están actuando para turistas, académicos, realizadores cinematográficos y otros forasteros curiosos en un cercado patio de baile “Asafu” en Charles Town, alguna vez un moribundo asentamiento cimarrón en el este de Jamaica que parecía destinado a perder sus tradiciones hasta que los predicadores evangelistas lo recuperaron gradualmente.   

Los cimarrones y el Caribe están exhibiendo cada vez más su cultura única para los visitantes con la esperanza de que el turismo cultural garantice empleos a la generación de jóvenes y preservará lo que queda de sus prácticas ancestrales en asentamientos mayormente remotos. La idea básica ha sido intentada alrededor del mundo, desde el pueblo Gusii en Kenia hasta los artisans de las Montañas Blue Ridge en Carolina del Norte.   

 “Si no seguimos los pasos de nuestros antepasados nos encontraremos en la pila de la Historia”, dijo Wallace Sterling, el “coronel” de la comunidad Windward Maroon en Moore Town. Es una de las cuatro regiones cimarronas semiautónomas en Jamaica, cada una gobernada por un coronel electo, un título conferido a líderes cimarrones desde sus batallas con el ejército británico, y un consejo designado por el líder.   

Tratando de contrarrestar la marea interminable de migración y asimilación, los cimarrones, ocultos durante mucho tiempo, están abriéndose al público cada vez más con sus costumbres antiguas: cantando canciones sacras, tocando tambores, usando medicina naturalista, conversando con espíritus ancestrales, tallando en madera, cazando y cociendo de cerdo salvaje.   

A los cimarrones se atribuye el invento del estilo “jerk” jamaicano de cocinar, en el cual la carne se frota y rellena con condimentos aromáticos antes de asarla en hoguera.   

El giro a un turismo de escala pequeña para obtener ingresos puede salvaguardar el futuro de los cimarrones y su identidad cultural, dicen los líderes. Señalan que ha impulsado el orgullo entre los jóvenes cimarrones y alentado a algunos a permanecer en sus poblados rurales. Son escasas otras oportunidades de ganar dinero en las comunidades de casas modestas de bloques de concreto y tiendas pequeñas que venden bebidas frías y bocadillos.   

“Durante mucho tiempo, ha sido muy difícil conservar a la gente joven porque tienen la tendencia a irse para las ciudades a buscar empleo. Pero ahora podemos capacitar guías de turistas y nuestra gente puede vender sus artesanías, sus bananas y cocos”, dijo Fearon Williams, el coronel de Accompong.   

Una celebración anual que se realiza el 6 de enero atrae miles de visitantes al aislado poblado, el cual se encuentra entre acantilados rocosos y cumbres de piedra caliza en el noroeste de Jamaica. “El turismo nos está fortaleciendo”, señaló.   

Ahora hay un paseo semanal en autobús a Charles Town, una villa cuyo coronel, Frank Lumsden, trabajó como comerciante de materias primas en Chicago antes de regresar a Jamaica a fines de la década de 1990 para enfocarse en sus raíces ancestrales.   

También existen cimarrones en Suriname, en la Sudamérica continental, a donde escaparon esclavos durante siglos para construir sus sociedades centradas en lo africano en bosques amazónicos escasamente poblados. Los cimarrones de Suriname dicen asimismo que un mayor énfasis en el ecoturismo está ayudando a combatir la desintegración cultural.   

“El mundo se está convirtiendo en una enorme aldea, así que no tiene sentido que los pueblos cimarrones no reciban turistas. Los turistas y el dinero que traen estimula a la gente en las comunidades cimarronas para producir los productos que representan su cultura”, dijo Ronny Asabina, un cimarrón que pertenece a la legislatura de Suriname.   

Pero la mayoría reconoce los obstáculos que enfrentan los cimarrones, cuya cifra se calcula en miles en Jamaica y decenas de miles en Suriname. El legado de las tradiciones y costumbres de una generación a la siguiente se ha debilitado desde hace mucho tiempo debido a las tentaciones y necesidades de la vida moderna.   

En Scott’s Hall, una comunidad agrícola de subsistencia en el este de Jamaica, el coronel Noel Prehay comentó que espera que el turismo pueda proporcionar un espacio para que muchos de sus habitantes aprendan de nuevo sus tradiciones.   

Prehay señaló que la devoción a los rituales espirituales clandestinos es fuerte entre los residentes ancianos del poblado, cuya cifra es cada vez menor, así como su conocimiento de la lengua kromanti de los cimarrones, la cual está estrechamente relacionada con el twi hablado en partes de Ghana, en el occidente de Africa.   

“Si una persona está desquiciada o enferma, podemos realizar una danza de sanción. Nuestra obeah (tipo de brujería africana) es una buena obeah”, dijo Prehay, refiriéndose a una religión afro-caribeña que involucra canalizar fuerzas espirituales y que es temida en algunos distritos rurales de Jamaica, donde son profundas las supersticiones sobre chamanismo y lo oculto.   

———    David McFadden en Twitter: http://twitter.com/dmcfadd

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