La exposición rescata el papel clave de ese país como “territorio central”/Foto: amlatina.contemporaryand.com
Sao Paulo.- Las narrativas, los diálogos y diferencias entre África, América y Europa son protagonistas de los cinco siglos de “Historias Afro-Atlánticas”, una exposición que presenta los personajes por detrás del tráfico humano en las aguas del “Atlántico Negro».
La muestra reúne una colección de 450 obras que presentan el cotidiano de estos pueblos a partir de la perspectiva de artistas de diversas épocas, como Joshua Reynolds, Ellen Gallagher, Paul Cézanne y Candido Portinari, en un viaje “atemporal” por el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP) y el Instituto Tomie Ohtake, en la capital paulista.
“Quisimos utilizar el sentido amplio, plural y amplificado de la palabra ‘historia’, que puede comprender tanto la historia oficial como historias personales, narrativas, memorias y ficciones literarias”, explica uno de los comisarios de la muestra, Tomás Toledo, en una entrevista con Efe.
La exposición, que coincide con la celebración de los 130 años de la abolición de la esclavitud en Brasil, rescata el papel clave de ese país como “territorio central” en las historias afro-atlánticas, pues el 46 % de los 11 millones de negros que desembarcaron forzosamente en el Nuevo Continente fueron trasladados a la entonces colonia portuguesa, completa Toledo.
Después de la abolición, añade, “no se desarrolló un proceso de integración social”, por lo que las “estructuras de un Estado racista, de un Estado basado en el pensamiento esclavizador» resisten hasta hoy en el gigante sudamericano.
Y es que por medio de un vasto abanico de composiciones, como pinturas, esculturas, fotos, montajes y vídeos, las obras que conforman “Historias Afro-Atlánticas” cumplen el papel de poner en evidencia, por medio de simbólicos pero poderosos elementos, las huellas de la esclavitud en el mundo.
Es el caso del cuadro “Estudio para el Retrato de la Opresión”, en el que Benny Andrews retrata el agobio de un niño negro ante el dolor infligido por las cadenas que le quitan la libertad.
Ya el retrato “Zapato Blanco”, a través de las lentes de Bauer de Sá, evidencia la crítica al “racismo institucionalizado” al fotografiar a un hombre negro con un elegante calzado blanco sobre su cabeza, en una alusión a la opresión que azota a la comunidad negra hasta hoy. Pero no solamente la tiranía y la represión protagonizan las “Historias Afro-Atlánticas».
Las incursiones por el Atlántico Negro, un concepto creado por el historiador Paul Gilroy y que establece ese océano como un nuevo “continente” que se convertiría en el puente entre África y las Américas, llevaron a América mucho más que mano de obra.
“Junto a ese proceso de tráfico humano por parte de los europeos, ellos cargaron no sólo la mano de obra”, sino también “trajeron la cultura africana, las religiones, los orishas” que hoy forman parte de la identidad de países como Brasil, Colombia o Cuba, asegura el comisario.
Así, muchos de los 214 artistas que componen la muestra se han inspirado en la confluencia y el mutuo intercambio de culturas entre africanos, americanos y europeos para trasmitir el espíritu que imperaba en aquellos tiempos.
“Nosotros podemos ver las influencias y la presencia riquísima, poderosa y potente de la cultura africana no solo en la cultura brasileña, sino también en la de países vecinos como Colombia, el Caribe, Cuba, Haití, Jamaica y el sur de Estados Unidos”, agrega Toledo.
Uno de los artistas que inmortalizaron estos festivos “ritos y ritmos” africanos en territorio americano fue el holandés Dirk Valkenburg, quien representó en una de sus acuarelas una “Fiesta-ritual esclava en una plantación de azúcar en Surinam”, en 1706.
“Ritos y ritmos” es uno de los ocho núcleos principales en los que se dividen la exposición, al que se unen las sesiones “Mapas y márgenes”, “Cotidianos”, “Retratos”, “Modernismos Afro-Atlánticos”, “Rutas y trances”, “Emancipaciones” y “Activismos y Resistencias».
Estos ocho ejes temáticos centrales, recalca Toledo, tienen también el objetivo de presentar una nueva perspectiva sobre la “historia oficial” brasileña y ampliar la “visión monolítica y solidificada” sobre el fin de la esclavitud en el país. “Tenemos que mirar la historia de la abolición a partir de una perspectiva menos paternalista, menos blanca. Hay que volverla más compleja, dar e incluir las voces de quienes viven la realidad de qué es ser negro en Brasil”, concluye.