“¡Váyase de aquí, viejo sinvergüenza antes de que le dé una tabaná!”, le grita el presidente Francisco Caamaño Deñó al uruguayo José Mora, Secretario General de la OEA, porque le ofreció “una gruesa suma de dinero” si renunciaba y salía del país, trasciende este 29 de mayo de 1965. (Pág. 298. Francis Caamaño, por Hamlet Hermann). El gobierno constitucionalista envía mensajes a la ONU y OEA descalificando a Mora como intermediario por favorecer a la Junta de Imbert y atacar a los constitucionalistas. “Eso no quiere decir que las conversaciones estén estancadas con la OEA, sino con el señor Mora”, declara el presidente Caamaño Deñó, quien rechaza que la OEA pague a los empleados públicos y militares constitucionalistas tutelando así la soberanía nacional. El general brasileño Hugo Panasco Alvin asume el mando de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP). Rubén Brache, embajador constitucionalista ante la OEA, denuncia en Washington que la junta de Imbert incurre en “ejecuciones sumarias en gran escala”. (…) “simpatizantes civiles del gobierno han sido ejecutados sin juicio previo” en Barahona, San Francisco de Macorís, Santiago “y en el cementerio de la capital”. Constitucionalistas colocan pancartas en puntos de control con flechas indicando la salida hacia “Ciudad Trujillo”, o territorio dominado por la junta de Imbert y EU, y la entrada a “Santo Domingo”, o la zona constitucionalista. “Un porcentaje muy elevado de la población de todo el país (un 80 por 100) estaba con Caamaño de modo entusiasta casi fanático”, y “De hecho, un elevado porcentaje de la población era contraria a Imbert”, afirma Marcelino Zapico en La Revolución en Hispanoamérica, sacerdote a quien la revolución constitucionalista le sorprendió en la parte baja de la ciudad y que fue crítico acérrimo de los “revolucionarios” y simpatizante de la Junta de Imbert.