Cincuenta años después

<P>Cincuenta años después</P>

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Oye, Miklós, he leído hoy la historia de un hombre entrado en años que buscaba datos acerca del paradero de su hermana, apresada por los nazis en 1943. Esto ocurrió en Israel, en la antesala del Museo del Holocausto, en 1985. El hombre fue a consultar el archivo central de la institución y pidió ayuda a dos empleados muy amables. 

Mire usted, señor, ahí están los cubículos; contienen documentos sacados de los archivos alemanes de las prisiones. Cada cubículo corresponde a una letra del alfabeto. Todos están provistos de mesas y asientos para trabajar. Pueden alojar hasta cuatro personas a la vez.

Podrá usted tomar notas, revisar las fechas de ingreso o salida de los detenidos. Sobre la ortografía de los nombres y apellidos judíos lo mejor es preguntar a los encargados del fichero general, aquí, en la oficina principal.   ¿La hermana suya vivía en Berlín o en Bremen?   En Berlín, pero no sé exactamente el lugar donde la llevaron primero al ser encarcelada.   Si fue en Berlín la averiguación podría resultar más cómoda que en Bremen. Allí hubo una destrucción enorme a causa de los bombardeos. Los documentos de Bremen que se conservan hasta hoy son pocos, algunos chamuscados; otros manchados y dañados ex   profeso por oficiales de los servicios de seguridad.

  ¿Cuál es el apellido de su hermana? A veces no aparece el apellido de soltera; para los alemanes era preferible atrapar familias enteras de judíos. Es obvio que los matrimonios, con mucha frecuencia, tienen hijos. A través de los niños conocían los nombres de los tíos, primos, abuelos. Deseaban aclarar parentescos y que no quedara un solo judío sin empadronar. Cuando usted haya buscado bien en la colección disponible en el cubículo, vuelva acá para ayudarle con datos complementarios. Con el paso de los años hemos ido añadiendo informaciones detalladas sobre traslados de una prisión a otra. Tenemos listas de fallecidos por agotamiento en fabricas donde hubo trabajo forzado. ¿Cuántos años hace que usted no ve a su hermana?   Cuarenta años o un poco más.   Tiene usted alguna foto de ella?   Si, pero la tomaron cuando ambos éramos unos adolescentes. Ahora soy un viejo; si ella viviera tendría hoy tres años menos que yo. Era alta, esbelta, con una hermosa melena rubia; todos mis compañeros de la escuela veían en mi hermana a una mujer de gran belleza. El hombre sacó de pronto un pañuelo de su bolsillo y rompió a llorar.   ¿Ignaz, donde leíste esa historia con tantos pormenores?   Se trata de un testimonio que solicité por escrito a un coleccionista de sellos de correos, de Praga, por encargo de Ladislao Ubrique. El vejete vivió en Heidelberg; trabajó en la universidad en la época en que Joseph Goebbels terminaba sus estudios.

  El tipo recuerda aún las atenciones que recibió en Israel. En el Museo del Holocausto le dijeron:   Escuche atentamente, señor; hemos visto hijos buscando a sus padres; y al revés; padres indagando el destino de sus hijos. No desespere; no se deje aplastar por las emociones. Venga todos los días; no le dejaremos trabajar solo. En una ocasión ocurrió que dos hermanos se cruzaron aquí, durante tres días, buscándose mutuamente, sin reconocerse. Dos viejos gordos, casi calvos, no se parecían a los recuerdos que ambos conservaban de uno y otro. He sido yo quien, al preguntar fechas de detención a los dos y asistirles, descubrí que buscaban el mismo apellido, en la misma ciudad, en dos prisiones próximas. Los rostros habían cambiado tanto que ellos no podían creer que eran las mismas personas de antes de la Segunda Guerra Mundial. ¡Santo Dios, se abrazaron de una manera! No cayeron al piso porque los sostuvo el parapeto de la telefonista. Tuve que llamar a un médico para que les tomara la presión arterial.

  Este parque se llena de gente, Ignaz, termina la historia. ¿El coleccionista de sellos encontró a su hermana?   Es un tipo desconfiado que vive en las afueras de Praga. Iré a verle de nuevo el viernes. Conoce a tu amiga Panonia a través de su maestro alemán. Él le escribió hace tres años y Panonia le envió un cuestionario el año pasado.

Al mostrarle mi pasaporte húngaro y la identificación de estudiante, accedió a dictar estas informaciones. Me dijo que no desea vivir en Israel. Es una tierra rodeada de peligros por todas partes, donde cada piedra antigua está impregnada de dolor. Tampoco desea volver a Alemania. De su hermana no encontró rastros. Parece que en 1945 un oficial borracho intentó violarla. Es probable que muriera asesinada poco antes de la invasión del ejército ruso.   Me debes, Ignaz, una explicación acerca de la última carta del doctor Ubrique; me debes también la promesa de presentarme al químico bebedor y pensador; me debes, además, una invitación a comer en la Taberna de la gallina gorda   Miklós, fracasos y frustraciones son inseparables de la vida humana. Espero cumplir mi promesa antes de que salgas de este país. M/U/I/D, Praga, República Checa, 1993.

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