“Cincuenta sonetos para amansar la muerte” de León David

“Cincuenta sonetos para amansar la muerte” de León David

León David, escritor, profesor, crítico y filósofo ha abordado el mundo del ensayo caracterizándose por reflexiones y argumentaciones de hondura sobre temas transcendentes tanto en el campo literario como en el filosófico. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que es uno de los más connotados ensayistas con que cuenta el país y uno de los críticos e intelectuales más sólidos. Por muchos años venimos disfrutando y aprendiendo de los aportes que realiza a través de sus trabajos. Su pensamiento de doble filo tiende a tocar todo lo importante para una mente lógica y un corazón ardiente.

Conozco la amplia cultura filosófica y literaria de este autor y la admiración que siente por los griegos, los líricos del Siglo de Oro, los poetas malditos (Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Mallarme…), por maravillosos poetas dominicanos como Mieses Burgos y por la cultura y arte oriental y distingo su unicidad como escritor con su estilo peculiar, su descarnada mirada frente a lo oscuro y su amor por lo puro y lo primigenio.

Pero hoy les hablaré de León el poeta y de su obra “Cincuenta sonetos para amansar la muerte”. Ante su título me sometí a la verdad del poder que tiene la poesía de amansar la muerte y, desde ese momento, procedí a efectuar una de las lecturas más cautivantes que he realizado. He de confesar que el tema de la muerte siempre me ha seducido por ser la única certeza, accesible desde el raciocinio, con que cuenta el ser humano. Todos hemos constatado que hemos de morir: no hay escape.

Muchos poetas han tratado el tema: el dominicano José Enrique García nos canta “La sangre se seca en la carne antes de tiempo/ las palabras en las bocas se ahogan/ naufraga el pensamiento en la oscura hora de la muerte/sucumbe el pasado/ la vida desplómase/ sólo entera queda el agua detrás del rostro como única presencia de lo que fue presencia.”; el irlandés William Butler Yeats nos asegura en sus versos que… “Ni temor ni esperanza dan auxilio/al animal que muere/un hombre aguarda su final con temor y esperanza/muchas veces murió/muchas veces resucitó/un hombre en su esplendor/al dar con asesinos/se toma con desdén/el cambio del aliento/Sabe de muerte hasta los huesos/El hombre creó la muerte.”

Gabriela Mistral la chilena del mundo en “Sonetos de la muerte” llora al amado: “Del nicho helado en que los hombres te pusieron/ te bajaré a la tierra humilde y soleada/Que he de dormirme en ella los hombres no supieron/y que hemos de soñar sobre la misma almohada…”.

Jorge Luis Borges el cardinal escritor argentino en su poema “Los enigmas” nos canta: “¡Que errante laberinto/Qué blancura/Ciega de resplandor será mi suerte/Cuando me entregue el fin de esta aventura/La curiosa experiencia de la muerte?/Quiero beber su cristalino Olvido/Ser para siempre/ pero no haber sido.”

La muerte, a través de la historia, ha provocado a todos los grandes poetas y León David sobre el tema se plantea una separación entre lo de fuera y lo de adentro, es decir, nos presenta un mundo externo y de dolor “engendro de impiedad, feroz arpía” y un mundo interno puro y eterno donde “gorjeará melodioso el corazón”, pero a medida que avanza el poemario, y a través de imágenes y símbolos, ambos mundos se consolidan. Entonces, hay un giro hacia la interdependencia cuando el poeta pide al otro que al buscarlo lo busque en sí mismo y desde ahí en la naturaleza. Muestra de este hecho es el verso “vuelve los ojos hacia ti y verás el verde bosque y el dorado trigo”.

Lo de afuera no es más que una perspectiva del observador, una visión imaginaria; una expresión de la interpretación de unos sentidos matizados por el bagaje de experiencias que cada quien carga al accionar en el mundo y que termina matizando e influyendo su mirada. En este mundo ordinario de la materia cada quien tiene su propia forma de ver el mundo, y por ende, la humanidad vive un tiempo y espacio imaginario o de sueños donde no hay la posibilidad de que frente a un hecho exista una sola verdad. Cada quien ve las cosas a su manera.

La filosofía oriental es bien conocida y entendida por el autor, quien ha escrito obras con temas orientales, la interdependencia es parte de esta filosofía. No hay nada que exista por sí mismo, no hay nada cuya existencia no dependa de algo anterior a ella. Todo es interdependiente. Es el “shuniata” o vacío donde nada tiene existencia propia o independiente. Se trata de la vacuidad oriental o como diría el “Sutra de la Perfección de la Sabiduría” en sus versos: “la forma es vacío, el vacío es forma, la forma no difiere del vacío, el vacío no difiere de la forma…”.

Con todo, el autor del poemario nos explica la muerte a través de la filosofía oculta que se expresa más que nada en la naturaleza misma, el autor logra que a medida que penetramos en sus poemas perdamos el miedo a la muerte certera. Indudablemente, este gran poeta logra, a través de sus versos, amansar la muerte…

“Mas allá de esta piel y esta pupila

Donde el mundo parece que se agota

Algo espera por ti grande y profundo

El astro misterioso que titila

El agua inescrutable que borbota

Y la esquiva verdad que arropa al

mundo.”[i]

Jorge Cadavid en su ensayo sobre poesía y mística sufí nos cuenta que hace cerca de mil años un poeta sufí decía del sufismo que era un sabor, porque su objeto y su fin podrían definirse como una sabiduría directa de verdades trascendentes, más comparable con las experiencias de los sentidos que con el conocimiento que procede de la mente.

“Antes de que el mundo existiera, viña, racimo o uva,

nuestra alma estaba embriagada de vino inmortal.”

Ibn al-Farid

Y así, nuestro León David acude a estas experiencias de observar, amansar, oler y saborear: acciones que logran despertar al lector a un conocimiento imposible de percibir a través de la razón, pero sí a través de los sentidos.

“Cultivo en esa estancia el preterido

Arte de conservar el rubio ocaso

Y de amansar los soplos del invierno;

Arte feliz que trae lo que se ha ido

Al fragante universo de este vaso

En que se escande el vino de lo eterno.”

En uno de los últimos poemas de versos henchidos de “ánima y ánimo”, como diría el poeta y académico Ros Zanet, el poeta cierra el telón después de un largo camino donde descubre que la realidad de la existencia solo puede ser percibida y entendida por el corazón. León David, poeta fundamental de nuestro país, ha buscado y parece que ha encontrado su identidad y su destino…

“Por no tener, ni estas pupilas tengo

Y es ilusión la carne que tremola;

Soy apenas la cresta de la ola

Nostálgica del mar de donde vengo.

 

Roca y salitre de un agobio luengo

Bajo el caníbal sol que el alma asola;

Arena tibia de una playa sola

Que en mi pecho acaricio y entretengo.

Ese que llamo mundo no está fuera

Como la mente opaca y engañosa

Propone al obsequiarnos su visión…

La esquiva realidad es la quimera

De una sombra inasible y presurosa

A la que sólo atrapa el corazón.”

 

 

 

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