Cine y gastronomía: un maridaje complicado

Cine y gastronomía: un maridaje complicado

Madrid.  EFE. Hace unos días se celebró en la bellísima localidad de Getxo, en la boca de la ría de Bilbao (España), la III edición de Cinegourland, un festival que trata de reunir en un solo pero multiforme evento dos artes tan placenteros como el cine y la cocina, la gastronomía. Se trata de una conjunción que a priori parecería sencilla, pero no lo es tanto.

El cine está lleno de secuencias gastronómicas. En muchas películas, los personajes comen y beben; en bastantes, hasta cocinan. Pero, dejando aparte los documentales, que a mi juicio son cine, claro que sí, pero menos, no abundan las películas que podamos etiquetar como “gastronómicas”. De ahí las dificultades que cada año se encuentra el entusiasta promotor del evento, el periodista, cinéfilo y gastrónomo Pepe Barrena; pero hay que decir que siempre consigue completar un buen programa.

Volvamos al principio. A nadie se le ocurrirá negar carácter gastronómico a la secuencia en la que Charlie Chaplin saborea con toda elegancia el cuero, los cordones y los clavos de una bota hervida; pero de ahí a decir que “La quimera del oro” es una película gastronómica… va un mundo. Otro ejemplo: cuando se habla de este presunto subgénero al que llamamos “cine gastronómico”, siempre sale alguien que menciona la película de Marco Ferreri “La grande bouffe”… que refleja justamente todo lo de no gastronómico que tiene el hecho de comer.

¿No hay, pues, películas gastronómicas? Pues… las va habiendo. Para mí, una de las mejores es la prácticamente descatalogada “Pero ¿quién mata a los grandes chefs?”, de Ted Kotcheff, con una Jacqueline Bisset encantadora y un Robert Morley en el papel de su vida. Es inevitable, también, la mención a “El festín de Babette”, de Gabriel Axel, en el que Stéphanie Audran borda su papel de gran cocinera exiliada.

Hay más cosas: la hilarante “American Cuisine”, de Jean-Yves Pitoun; la entrañable “Deliciosa Marta”, de Sandra Nettelbeck; la enorme “Como agua para chocolate”, de Alfonso Arau sobre la novela del mismo título de su entonces esposa, Laura Esquivel; la trepidante “Comer, beber, amar”, de Ang Lee… y, cómo no, “Ratatouille”, pieza mágica del cine de animación dirigida por Brad Bird para Pixar. Ciertamente, a mí me gustan las películas que entran en la cocina, incluso las que entran como un elefante en una cacharrería y exageran la pintura del caos ordenado -aunque no lo parezca- que es una cocina de un restaurante importante.

Decía Balzac que cuando no se tiene qué comer siempre se pueden leer libros de cocina. Barrena entiende que, además de ver algunas proyecciones cada año, es bueno que en su certamen se hable de cine y de gastronomía.

Si en la primera edición la estrella invitada fue Laura Esquivel, en la segunda la protagonista fue Geraldine Chaplin y este año Juan Echanove, que se dedica incluso a producir verduras en su huerto -“Granja Rosendo”-.

Las claves

1.  Una mezcla complicada 

Hubo ponencias, discusiones, películas, excursiones y, claro, demostraciones sobre el terreno, quiero decir sobre los manteles, a cargo de los mejores cocineros de Vizcaya.

2.  Resurgimiento

La cocina vizcaína fue siempre importante, pero llevaba unos años tapada, al menos en el plano mediático, por sus vecinos guipuzcoanos. En Vizcaya,   se sigue comiendo… de cine.

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