Miembros de la Policía Nacional repitieron hoy el mismo esquema de conducta arbitraria en contra de ciudadanos que, vistiendo ropas de ejercicio y sin ninguna mala conducta, son detenidos y encerrados en cárceles como delincuentes comunes.
El más reciente hecho ocurrió hoy con la detención del un joven Andrés Frías, quien en su denuncia a través de un medio de comunicación explicó que fue encerrado como si se tratara de un delincuente, con otros 20 presos en una celda de un destacamento policial.
Frías explicó que todo ocurrió cuando, de camino a un gimnasio cerca de su vehículo, la patrulla de la Policía le pidió la cédula de identidad, a lo que él contestó que no la tenía debido a que se encontraba al lado de su casa. Ante la insistencia, mostró un carnet de miembro del club, pero no le valió.
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Precisó que pese a que intentó hablar para conducirlo a su vivienda, la respuesta fue ordenarle que suba al camión, y posteriormente encerrarlo en una celda donde duró unas tres horas sentado en el suelo con otros 20 presos. El lugar, como es común, estaba húmedo de orina.
Resaltó que cinco minutos después de haber estado encerado, llegó un familiar a traerle la cédula, justo lo que pedían los agentes, pero aún así no se le permitió salir. En su estadía de encierro, fue agrupado con los demás y fotografiado por los agentes, sin recibir ninguna explicación.
Escuche la denuncia de Farías.
«Luego nos sacaron de la celda, nos pusieron a todos en grupo y nos sacaron fotos sin ninguna explicación. No se para que. Yo logro salir porque conozco personas, sino es por eso me quedo ahí», narró.
Precisó que inmediatamente llegó, una persona le pidió dinero para su propia seguridad, además de que vio una trifulca entre dos personas que se defendían con chilenas (armas blancas de fabricación casera).
Esta conducta policial ocurrió también la mañana del 29 de noviembre con el periodista Juan Carlos Mejía Aquino, del periódico Hoy.com.do, quien fue detenido mientras realizaba sus ejercicios habituales y encerrado con 14 presos en el destacamento de Villa Mella, en Santo Domingo Norte. En ninguno de los casos, la Policía emitió una nota de disculpas.
A continuación la carta abierta del cineasta al director de la Policía.
“29 de mayo de 2018 Santo Domingo, República Dominicana
Carta abierta al Ing. Ney Aldrin Bautista Almonte, Mayor General, P. N.
Director General de la Policía Nacional
No soy abogado ni experto en leyes. Soy cineasta y antes que cineasta soy un ciudadano dominicano. Escribo esta carta sin más pretensión que la de hacer preguntas en aras de abrir un diálogo y de poder relatar mi experiencia.
El pasado viernes 25 de mayo a las 6:00 a.m. me dirigía al gimnasio de un club a unos metros de mi casa cuando la policía me detuvo y me preguntó por mi cédula. Mi única identificación en ese momento era el carnet del gimnasio/club frente al que me detuvieron (había decidido dejar de llevar la cédula al hacer ejercicio ya que hace aproximadamente un año me asaltaron a punta de pistola mientras lo hacía). No sirvió de nada que estuviera vestido con ropa deportiva frente al gimnasio/club, que tuviera la identificación de membresía de ese lugar, o que tratara de explicarle al policía que estaba muy cerca de mi hogar donde podíamos pasar por mi cédula. Su respuesta fue tajante y sin dar espacio alguno al diálogo: “móntese”.
Asimismo, de nada sirvió que a los 10 minutos de que me ingresaran al destacamento de la Cayetano Germonsén llegara un familiar con mi cédula de identidad, pues el oficial a cargo dijo que su superior no se encontraba en esos momentos y que, por tanto, no podría salir.
Una vez en el destacamento, me quitaron los cordones de los zapatos, mis pertenencias y me metieron en una celda con 20 hombres más, en un lugar donde, en mi opinión, no deberían de haber más de cuatro. En ese espacio insalubre, con poca ventilación, escasa luz y donde nos encontrábamos hacinados, uno de los detenidos me pidió dinero para la “limpieza”—un eufemismo para decir que tenía que pagarle para que no me pasara nada—. Pude manejar la situación dado que trabajé en la filmación de la película Carpinteros, período en el cual tuve contacto cercano con el sistema penitenciario dominicano, así como con ciertos códigos que utilizan los internos.
Sin embargo, uno de los del grupo de detenidos que ingresó a la celda minutos después no tuvo la misma suerte. Éste, al negarse a pagar “la limpieza”, recibió varios golpes por parte de dos detenidos, además de ser amenazado con dos cuchillas (gilletes) por los atacantes. La disputa se disolvió minutos después al aparecer la policía.
Luego, la policía nos sacó a todos al frente, nos colocaron en línea como en un paredón y nos hicieron fotos grupales con sus celulares sin darnos ningún tipo de explicación. Cuando pregunté para qué eran, me dijeron que ya me darían los motivos (los cuales nunca llegaron), y nos volvieron a meter en la celda.
Tras aproximadamente cuatro horas encerrado logré salir de la celda gracias a que apareció el director de cine José María Cabral, quien cuestionó directamente a los oficiales sobre mis derechos como ser humano y ciudadano. Sin embargo, seguí detenido en el destacamento porque los policías dijeron que no podría irme hasta que no llegara la fiscal y aprobara mi liberación.
Al preguntarle a uno de los policías presentes qué delito había cometido, pues el problema era mi cédula y ésta había sido llevada al destacamento pocos minutos después de que me ingresaran, él me respondió textualmente: “Usted es culpable hasta que se demuestre lo contrario”.
Luego de mucho insistir y hacer varias llamadas, a eso de las 10 de la mañana los oficiales me dejaron libre antes de que llegara la fiscal que estábamos esperando.
Curiosamente, el mismo día del incidente, a las 2:26 p.m. la Policía Nacional contactó a José María Cabral vía Twitter para “investigar y darle respuestas”, en lugar de comunicarse conmigo, el afectado. Tras yo contactarlos por esa misma vía quedaron en “llamarme en la mayor brevedad posible” para darle seguimiento al asunto. Ya han pasado tres días y sigo sin recibir noticia alguna por parte de la institución.
Luego del incidente comencé a recibir mensajes por las redes sociales de personas que han pasado por situaciones similares e incluso más complicadas, lo que evidencia que lo sucedido no es aislado, sino bastante común en nuestro país. Un hecho que me hizo sentir vulnerable y dudar de una institución que está para protegernos y en la cual deberíamos de confiar. Como ciudadano dominicano me siento en la obligación de rechazar el silencio auto-impuesto, de la misma forma que rechazo que sea moneda común que la “inocencia” de una persona se sustente en los contactos que ésta pueda tener por encima de los hechos concretos.
Previendo de que no me volvieran a robar mis documentos opté por dejar la cédula en mi casa y resulté apresado. Tomando en consideración esto último, ahora comprendo claramente la obligatoriedad de portar la cédula de identidad siempre; y hago la salvedad de que mi intención con esta carta no es incentivar a que las autoridades no cumplan con sus deberes. El problema aquí no es el hecho de que me detuvieran, pues la policía estaba haciendo cumplir la Ley ⎯lo cual valoro⎯; lo que no comprendo es por qué pese de que llevaron mi cédula, continué detenido. Lo que no comprendo es por qué nos meten en una celda en condiciones que atentan directamente contra la declaración de los derechos humanos. Lo que no entiendo es por qué, sin ningún tipo de procesamiento, tuve que compartir celda con dos personas armadas. Tampoco comprendo por qué en nuestro país la justicia no es imparcial, ya que yo logré salir a través de contactos, pero Juan de los Palotes se quedará preso porque no conoce a nadie. No comprendo por qué no hay diálogo entre ciudadanos y la Policía Nacional, ni por qué ésta puede hacer cumplir la ley a base de fuerza e intimidación.
¿Cómo es posible que en pleno 2018 la Policía Nacional Dominicana siga manejándose de esta manera? ¿Cómo es posible que todavía al día de hoy no tenga la menor idea de con qué fin fueron tomadas esas fotografías ni qué se ha hecho con ellas, siendo que ahí está mi identidad?
¿Cómo es posible que uno como ciudadano vaya por la calle y le tenga el mismo miedo al sonido de un motor que a las luces de una patrulla?
¿Cómo es posible que nuestras celdas y prisiones, pensadas en teoría para reformar al ciudadano, se encuentren en estas condiciones tan precarias?
¿Cómo es posible que yo como ciudadano sea culpable hasta que se demuestre lo contrario sin mayor explicación?
Andrés Farías
Cineasta
—“Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia”. Miguel de Cervantes”.