La secuencia narrativa y novelada a manera de las superproducciones modernas, sobre las singularidades de Santo Domingo, Ciudad Primada de América, tiene un valor documental y motivacional verdaderamente extraordinario. Trata sobre los acontecimientos históricos, edificaciones, y eventos que marcan nuestra Capital como la Primada del Nuevo Mundo. El filme resalta joyas históricas y arquitectónicas, algunas de enorme valor y trascendencia social y moral universales, varias de estas muy conocidas: Catedral, universidad, murallas, conventos, parques, calles y paseos. Y de acontecimientos en época colonial, destacados en un trabajo artístico y técnico en pantalla gigante; referentes claves para comprender lo que ocurrió en los siglos siguientes en nuestro país, “isla de las vicisitudes” (en palabras del padre Bernardo Boyl), y luego en toda América y todo el mundo.
El trabajo de Huchi Lora, Pinky Pintor y un notable elenco profesional, fue patrocinado por el BHD León, auspiciador también de otros importantes valores de nuestra nacionalidad, y de la reivindicación de sectores sociales desatendidos, mediante su programa de apoyo a mujeres emprendedoras, y otros similares.
Lo más valioso de este trabajo cinematográfico es, sin embargo, que se relievan primicias históricas del mayor valor universal: acontecimientos únicos y claves, respecto al desarrollo de los Derechos Humanos.
Hasta entonces, destaca la obra, la esclavitud y el maltrato a los esclavos era algo natural, cosa de derechos adquiridos en guerras, conquistas territoriales de pueblos aborígenes, y de alegada superioridad racial, según las interpretaciones de las épocas.
Desde las más oscuras antigüedades de pueblos y naciones, hasta las luces de la civilización greco-romana, sabios como Aristóteles sostenían la superioridad e inferioridad de razas; y hasta los hebreos entendían ser “escogidos” en sentido de superioridad étnica y óntica; obviando “haber sido “encargados”, para la tarea universal de liberación de la especie, precisamente por ser un pueblo esclavizado y aplastado”. (Deuteronomio 7:7).
Fue solo en 1511, en nuestro Santo Domingo, que durante las misas de advenimiento de Jesucristo, los dominicos, encabezados por Antón de Montesinos y Pedro de Córdova, valiente y responsablemente, exigieron la reivindicación de nuestros aborígenes y, consiguientemente, de todos los humanos, como iguales ante Dios y ante las leyes de hombres. Lo que ratificaron la Iglesia y la reina Isabel de España, y más tarde, todos los tribunales españoles; base de las reivindicaciones que en 1789 proclamó la Revolución Francesa, y auparon todos los movimientos de justicia social en históricamente subsiguientes; y que apenas en 1948 se consagraron en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, solo 71 años atrás, al tiempo que los judíos eran llevados al matadero por auto denominados cristianos.
Indudablemente, uno de los hechos más gloriosos de la humanidad, y que caracteriza al dominicano como ser diferente a muchos otros pueblos, también por nuestras mezclas étnicas, a pesar de atrasos económicos y perversidades contra las que aún luchamos.
Este filme dimensiona nuestro más original y autentico de motivo orgullo: La Libertad de razas y pueblos. Gracias, Huchi, Pinky y BHD, por proyectar esta superba primicia dominicana a toda pantalla, tan contundente y hermosamente.