Cintas revelan penurias de corresponsal de AP en Guerra Fría 

Cintas revelan penurias de corresponsal de AP en Guerra Fría 

PRAGA. AP. Los personajes fueron seleccionados cuidadosamente, el testimonio ensayado de antemano, del veredicto nunca hubo dudas.  

En la ciudad de Franz Kafka, el juicio del corresponsal de la Associated Press en Praga William N. Oatis tuvo todos los elementos de un relato absurdo del gran escritor.  

Mientras el proceso de 1951, en plena Guerra Fría, puede haber sido una farsa, la sentencia del periodista estadounidense fue real: diez años de cárcel por acusaciones fraguadas.  

El descubrimiento de dos grabaciones de audio en la capital checa ofrece una oportunidad única de ver lo que sucedió en el juicio de tres días.  

Las cintas contienen 29 minutos de los dos primeros días del proceso e incluyen una confesión de Otis, pero nada de otros tres colegas checos de AP que fueron sentenciados con él. Algunos expertos dicen que no saben por qué se hicieron las grabaciones ni por qué fueron preservadas.  

“¿Se siente culpable?”, preguntó un juez en determinado momento.  

“Sí”, respondió Oatis.  

“¿Esto quiere decir que cometió actos de espionaje en territorio de la República Checa?”.  

“Sí, lo hice”.  

Oatis no dudó en declararse culpable, por más que los historiadores comprobaron que lo único que hizo desde que llegó a Praga en junio de 1950 fue cumplir sus tareas periodísticas.  

El corresponsal, no obstante, sabía que no tenía esperanza alguna de recibir un fallo justo en un país con una policía secreta, conocida como StB, omnipresente.  

Otis no estaba solo. Había otros 240 mil presos políticos, pero él era el único corresponsal occidental.   Alena Simankova, funcionaria del Archivo Nacional de Praga especializada en la Guerra Fría, dijo que las autoridades planificaron cuidadosamente cada detalle del juicio, incluida la sentencia.  

“Los jueces y los fiscales fueron seleccionados especialmente” para que desempeñasen papeles preparados, expresó.  

Simankova halló las cintas “por accidente” al revisar archivos que habían llegado del Ministerio de Justicia hace tres años.  

Entre los que contenían documentos del viceministro del interior Karel Klos, uno de los principales impulsores de los juicios políticos de los años 50, encontró las cintas.  

“Fue algo totalmente inesperado”, comentó Simankova.  

Cuando la persecución de los supuestos enemigos del régimen llegó a su punto máximo, los fiscales, no los jueces, eran quienes manejaban los juicios, dijo Simankova.  

En un hecho que revela la importancia que se le dio al proceso de Otis, el caso fue encomendado al fiscal Josef Urvalek, quien llegó a simbolizar los procesos ilegales contra los disidentes que se sucedieron luego de la llegada del comunismo al poder en Checoslovaquia en 1948.  

La coreografía del fiscal fue generando expectativa, que alcanzó su pico cuando Oatis habló ante unas 120 personas que habían recibido acceso al juicio por su militancia en el Partido Comunista.  

“Lamento haber espiado en este país”, expresó, según las cintas. “Lo hice porque acaté órdenes erróneas del exterior y me dejé influenciar por la gente equivocada en Checoslovaquia. Me perjudiqué a mí mismo e hice daño a mis amigos y a la república, al tiempo que ayudé a sus enemigos. Perjudiqué la causa de la paz y ayudé a la causa de la guerra. Reitero que lamento todo esto”.  

El archivador Richard Mahel dijo que las grabaciones son valiosas porque “complementan lo que ya sabemos del juicio, del que no sabíamos todo”.  

Pero por sobre todo, “demuestran que el sistema político que teníamos era una monstruosidad”.  

El historiador eslovaco Slavomir Michalek, autor de “El caso Oatis”, explicó que el corresponsal llegó a Praga en momentos en que quedaban pocos corresponsales extranjeros y que los comunistas “quisieron usar la ocasión para demostrar que no permitirían que nadie informase al resto del mundo de lo que estaba pasando aquí”.  

“La AP les interesaba porque era una agencia global muy importante, cuyos despachos tenían un impacto casi inmediato en todo el mundo”, afirmó Michalek, quien dirige el Instituto de Historia de la Academia Eslovaca de Ciencias en Bratislava.  

Michalek dijo que el hecho de que no habían podido reclutar a Oatis para que fuese un espía comunista incidió en la decisión de castigarlo.  

Tras su arresto el 23 de abril de 1951, la policía secreta puso a Oatis en una celda solitaria y lo privó de sueño y de comida. Los historiadores coinciden en que esa tortura psicológica fue lo que motivó su confesión.  

“Tarde o temprano, todo el mundo se quebraba”, dijo Michalek. “Terminaban respondiendo a los interrogatorios de manera mecánica, como robots”.  

El propio Oatis habló de sus experiencias en varios artículos cuando recuperó la libertad.  

“El primer día admití que había actuado fuera de los canales permitidos, cosa que había hecho. Al tercer día confesé que ello constituía espionaje, algo que, según los patrones occidentales, no era cierto. Luego de siete días confesé que había espiado para el gobierno estadounidense, lo que era mentira”, escribió Oatis.  

Una ofensiva diplomática y embargos comerciales acompañados por una prohibición de visitar Checoslovaquia hicieron que el nuevo presidente checo Antonin Zapotocky concediese un perdón a Oatis en 1953.  

Los otros colegas checos de Oatis enjuiciados –Tomas Svoboda, Pavel Woydinek y Petr Munz– fueron sentenciados a entre 16 y 20 años de cárcel y recuperaron la libertad a fines de los 50.

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