Cipriano Bencosme

Cipriano Bencosme

JORGE ZORRILLA OZUNA
(En ocasión del septuagésimo quinto aniversario del fusilamiento del General Cipriano Bencosme, un hombre de valor y de palabra)
En la historia política dominicana abundan los hombres públicos que han hecho de la simulación y la traición un oficio para acomodarse de manera cuestionable a las mieles del poder. Pero, siendo justos, también hemos tenido hombres cuyas personalidades se han caracterizado por la posesión de virtudes acrisoladas, entre ellas las más sublimes: la lealtad, la entereza, el valor y honradez.

El General Cipriano Bencosme es un digno exponente de las referidas virtudes, las cuales generalmente están ausentes de la mayoría de los hombres que se han dedicado al quehacer político en nuestro país.

Debido a esa forma recta de proceder, y a su visión ideal del país, Bencosme adoptó el camino de la sublevación en contra de la incipiente tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina, resultando muerto trágicamente a manos de sicarios del régimen el 19 de noviembre de 1930, dentro de una vivienda del paraje El Caimito, en Jamao del Norte, Puerto Plata, convirtiéndose en uno de los primeros mártires de la democracia dominicana.

Cipriano Bencosme nació en Moca, en el año 1864, hijo de Donato Bencosme y Doña Enemencia Comprés, dueños de grandes extensiones de tierra. Desde muy temprano se dedicó a las faenas del campo, destacándose por su responsabilidad y amor al trabajo.

No fue hasta 1911, a raíz de la muerte a tiros en Santo Domingo del Presidente Ramón Cáceres, cuando Cipriano, que ya contaba 47 años, se estrenó en el sinuoso mundo de las conspiraciones y las revueltas. En 1913 se adhirió a su amigo, el también mocano Horacio Vásquez, bajo cuyo liderazgo participó en la llamada “Revolución de los dos meses” y al año siguiente formó parte de los alzamientos contra el presidente Bordas.

Ocupado el país por la soldadesca estadounidenses, Cipriano Bencosme, destacado ya por su arrojo, no permaneció indiferentes; fue uno de los que urdió una rebelión secreta contra la ocupación, que no llegó a materializarse debido a que fue traicionado y denunciado, resultando apresado y maltratado físicamente por los interventores.

Ocho años de intervención militar norteamericana cambiaron el país. La población fue desarmada y se creó un cuerpo militar con presencia nacional, lo que redujo drásticamente el poder de los caudillos tradicionales que por cualquier cosa se sublevaban. Ahora, la época de la montonera y del desorden daba paso al orden y a la estabilidad.

En las elecciones de 1924 triunfó el general Horacio Vásquez y en ellas Bencosme fue elegido diputado al Congreso Nacional, desde cuya curul su lealtad fue puesta a prueba en muchas ocasiones pero jamás resultó quebrantada. En todas las circunstancias acompañó a Horacio Vásquez con postura firme y sin dobleces de ninguna especie, estuvo a su lado cuando en 1928 patrocinó la extensión del período presidencial a 6 años y también en 1930 cuando intentó reelegirse.

En febrero de 1930, los planes de Trujillo contra su protector el Presidente Horacio Vásquez, eran ya públicos, aunque los había simulado bastante bien; había engañado miserablemente al ingenuo mandatario, quien se negaba a creer en las reiteradas denuncias de que su Jefe del Ejército planificaba derrocarlo. Cuando se percató de la conspiración real, ya era tarde.

Entonces, el 13 de febrero, en un intento vano de frenar el ímpetu traidor de Trujillo, el Presidente Vásquez designó a Sergio Bencosme, hijo de Cipriano, Secretario de Defensa. Pero la conspiración, planificada junto a Rafael Estrella Ureña, estaba en la etapa final de su ejecución, y por lo tanto era prácticamente imposible detener.

Al caer Horacio Vásquez y pensar que habría elecciones más o menos libres, Cipriano Bencosme fue postulado por los grupos horacistas y velazquitas como candidato a diputado por Moca. En esas elecciones, Trujillo, usado el terror y el fraude, se impuso y fue juramentado como presidente el 16 de agosto, dando inició a la época de terror recordada tristemente como la Era de Trujillo.

Cipriano Bencosme no estaba dispuesto a contemplar impávido la consumación de los planes de Trujillo, detestaba al dictador en ciernes y no le perdonaba haber traicionado a Horacio Vásquez. Con 66 años a cuestas, comenzó a planificar nuevamente el alzamiento de la manigua. Se aprestaba a sublevarse contra la naciente dictadura y Trujillo lo sabía, por lo que intentó hacerle desistir de sus planes, para lo cual encomendó al presidente provisional Rafael Estrella Ureña, quien era amigo de Bencosme, ofreciéndole garantías de su vida. El propio Trujillo visitó dos veces a Bencosme en su finca tratando en vano de atraerlo a su bando.

Bencosme, sin embargo, no se dejó embaucar por las ofertas del flamante tirano, lo que explica no solamente la negativa a desistir de sus planes, sino incluso la solicitud que hizo a su amigo Estrella Ureña de sumarse a ellos. Así, el viejo guerrillero, sin armas, pero esperanzado de que le serían enviadas desde Puerto Rico por su hijo Sergio, se alzó el 26 de junio en las lomas del Mogote, cercanas a Moca. Las armas nunca llegaron, ni tampoco pudieron conseguirse.

Bencosme, desarmado, y con escasos partidarios estaba condenado al fracaso, ignoraba que el país era diferente al que había conocido hasta la llegada de los marines norteamericanos en 1916. Ahora el poder militar era monopolio exclusivo del ejército de Trujillo, y este estaba dispuesto a usarlo sin límites para destruir a todos los que como Bencosme osaran desafiarlo.

Acorralado y sin perspectivas de triunfo, Bencosme se refugió en una finca localizada en Puerto Plata, propiedad de Louis D’Orille. A pocos días de ser acogido allí, el propio D’Orville lo delató ante Trujillo; Bencosme, avisado de la traición, intentó marcharse apresuradamente, pero el ejército no tardaría en llegar y, mientras se calzaba apresuradamente las botas, un certero disparo de fusil le atravesó la frente cayendo herido de muerte.

Su cadáver fue inhumado en el mismo lugar donde cayó; dos días después, Trujillo ordenó su exhumación y traslado a Moca, adonde fue llevado en parihuela, como un delincuente. Allí el cuerpo exánime fue exhibido durante dos días frente a la Gobernación Provincial, a modo de escarmiento y advertencia.

En medio del dolor reprimido de los mocanos, Julio Sánchez Gil, el íntimo que se armó de valor, recogió el cadáver cuando se dispuso oficialmente su retiro y le dio cristiana sepultura. Los cronistas de la época relatan que pocos dolientes acudieron al sepelio.

Así cayó el General Cipriano Bencosme, hombre de indiscutible valor y de palabra.

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