Circo

Circo

El lenguaje de algunos políticos empieza a descomponerse y a manifestarse en una mezcla de lo soez con lo agresivo.

Ha habido en estos días intercambio de «piropos» entre gente que debería ocupar su tiempo y su capacidad de comunicación en menesteres más provechosos que estas confrontaciones inútiles.

En las actuales circunstancias, el país necesita escuchar de los políticos sus propuestas para conjurar o ayudar a atenuar los apagones, la inseguridad ciudadana, la especulación con los precios de los artículos de la canasta familiar y otros problemas que en realidad atormentan a la población.

Ante estos y otros males que requieren soluciones, carece de relevancia, y más bien enoja, el hecho de que algunos políticos dediquen su tiempo a rasgarse las vestiduras como si estuviesen en una competencia para acreditar preseas a quienes demuestren mayor capacidad de insolencia.

La impresión que nos queda es que la ausencia de argumentos, de programas que exponer, induce a algunos políticos a brindarle al país una ración de circo que sabe más a hiel que a miel.

Quienes mantienen esta conducta no parecen percibir que sus expresiones destempladas, soeces, de calificativos groseros, concitan un rechazo que se justifica en  la necesidad de que la política se ejerza en este país como la ciencia seria que es, a pesar del empeño por desnaturalizarla.

-II-

A pocos meses de ir a elecciones congresionales y municipales, el insulto y la diatriba ocupan el lugar de las propuestas legislativas y municipales de los aspirantes a cargos electivos.

Con múltiples problemas por resolver, como en realidad tienen, los municipios del país, salvo honrosas excepciones, no encuentran en el ajedrez político fichas que planteen con seriedad sus programas de ejecuciones. Luego, se pretende nuevamente que el voto se otorgue a los personajes, no a sus programas de ejecuciones.

Sería interesante que en vez de los insultos, calificativos y denuestos contra adversarios, se produjera en el país una mesa de debate a la que acudieran contrincantes de todos los partidos a tratar de solidificar cada uno su posición en base a argumentos que permitan captar una intención progresista.

El país no puede continuar sometido a este circo cada vez que se aproxima un proceso eleccionario.

No puede seguir ocurriendo que, aparte de sus diatribas, algunos políticos no tengan nada más que exhibir, que no sea su capacidad para herir y ofender.

En estos días, al rechazar las solicitudes de inscripción de decenas de partidos, la Junta Central Electoral dio una indicación saludable, pues parece inclinada a limpiar el panorama y frenar afanes mercantilistas. Saludable sería que el país, con el mismo ánimo exhibido por la Junta, haga pasar por el cedazo de la decencia y la seriedad a cada uno de los políticos, para desplazar a aquellos que solo han sabido hacer circo de la peor catadura.

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