Ya no hay déficit en el sector eléctrico, ni apagones, ni tarifas altas, ni clientes insatisfechos, ni mucho menos funcionarios farsantes y mentirosos que aseguren resolver la crisis energética del país mostrando indicadores manipulados.
Así me gustaría algún día iniciar uno de mis artículos, pero no, lamentablemente aún me toca jugar el papel de Jeremías, el profeta de las malas noticias. Rubén Bichara hereda de Celso Marranzini un sector eléctrico literalmente quebrado, con generadores privados sin recursos para adquirir combustible y con atrasos en los pagos de sus préstamos locales e internacionales producto de la deuda del Estado, superior a 1,200 millones de dólares. Con la misma tristeza que Jeremías habló al rey Sedequías cuando le anunciaba la caída de su reino, debo afirmar que Marranzini ha dejado una bomba de tiempo que bajo ningún concepto debemos permitir que explote en las manos de las actuales autoridades, quienes han asumido esta calamitosa situación con mucha determinación y valentía, lo que sumado a la necesaria paciencia del pueblo dominicano, permitirá que en el mediano y largo plazos haya redención eléctrica para este pueblo eléctricamente esclavizado.
Ahora bien, juntamente con los trabajos de recuperación del sector, se debe realizar una auditoría profunda que establezca lo recibido de Marranzini y mientras tanto poner impedimento de salida a todos los extranjeros que estuvieron en la dirección de las tres distribuidoras de electricidad, hasta que se determine la pulcritud o no de la pasada administración eléctrica. Esto debe hacerse aunque se corra el riesgo de ser satirizado con la expresión de Juvenal: pan y circo, que en nuestro contexto sería: circo mientras llega la luz, de lo contrario, estaríamos ante una legitimación de la anterior gestión.