Circulación arterial

Circulación arterial

Narrar un suceso es “revivirlo” para uso de una persona que no lo ha visto. El que ha presenciado un acontecimiento, ha sentido el impacto del hecho, la vibración física de la ocurrencia; ha tenido ante sus ojos las reacciones de los espectadores. Asombro, alegría, horror, espanto, son ingredientes básicos del suceso, a menos que se trate de un bólido que cae en un desierto. Casi todo lo que ocurre, ocurre en medio de hombres y mujeres, quienes esperan que no ocurra nada nunca. El suceso emerge, repentinamente, como una perturbación de la existencia. Aquel suceso original ha de ser “oxigenado” por el narrador, a fin de que cobre vida ante los demás.
Mientras el periodista calcula que el lector no dispone de mucho tiempo para leer, el escritor pretende que éste le dedique una atención prolongadísima y que, además, relea algunos pasajes del texto. El periodista redacta un “encabezado” que contiene los datos principales de la noticia. Los lectores de diarios pueden por ello pasar de un título a otro, como el pájaro picaflor de rama en rama, y enterarse del “esqueleto” de veinte noticias locales, sin llegar a conocer la intimidad de las personas involucradas en ellas. No tocarán “la carne” de los protagonistas; no escucharán su risa, ni su llanto.
El narrador, el novelista, recrea el suceso dotándolo de su “realidad ejecutiva”. El escritor buscará la forma de que el lector perciba el aliento de la mujer que carga un cubo de agua, el miedo de un hombre detenido por orden de un dictador.
Deberá presentar el suceso y su atmósfera, los personajes completos, sudorosos y perfumados. Bondadosos o malvados, todos exigen el mismo cuidado al ser presentados al lector. Mientras el periodista “se aleja” para no perder “la objetividad”, el escritor se acerca a su tema lupa en mano.
El periodista necesita que el lector sea un colibrí atencional, que brinque de una cosa a otra; el escritor espera que sus lectores se conviertan en anfibios que se sumerjan en el océano de su mundo imaginario.
Una historia novelesca de nuestro tiempo requiere la fluencia y la espontaneidad del cine; también circulación ventilada propia de arterias mayores. Prestar vitalidad es esencial.

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