Ciro Amaury Dargam Cruz – Mi amigo don Chichí Alburquerque

Ciro Amaury Dargam Cruz – Mi amigo don Chichí Alburquerque

Cubierto por la Bandera Nacional y las insignias del «1J4» fue homenajeado en la funeraria y llevado hasta el Campo Santo, su última morada, don Rafael Alburquerque Zayas-Bazán; pero su alma, gloriosa e inmortal, ascendió a decorar como símbolo de patriotismo el hermoso cielo de la Patria.

Luchó toda su vida por la democracia dominicana y por ello fue muchas veces llevado a prisión. Espíritu indomable que no conoció en la vida pública otra cosa que no fuera el deber de todo ciudadano: el reclamar su derecho a ser libre y reconocer y luchar por el derecho de los demás.

A pesar de las precariedades a las que fue sometido, cumplió su deber creando un hogar digno y educando una familia ejemplar. Su tesoro, del que carecen los corruptos y los cobardes, fue la de no haber fortuna ni de doblegarse ante la tiranía, para vivir y hacer que sus hijos vivieran con la frente en alto y que los dominicanos tuviéramos derecho a un mundo mejor.

Lo conocí a través de mi padre, quien era amigo de la familia del Dr. Viriato Fiallo, a donde frecuentaba Don Chichí. Como los Fiallo no se inscribió en el Partido Dominicano de Trujillo, lo cual constituyó una de las causas principales para que fuera a prisión. Pero no fue hasta finales del mes de enero y principios de febrero de 1960, en que después de yo pasar unos días en la «Cárcel de la 40», me trasladaron a una solitaria de La Victoria, en donde me encontré con Don Chichí, quien resultaba ser el mayor de todos, pues los 6 restantes que allí estábamos recluidos en estado de hacinamiento, teníamos edades de 20 a 25 años, y él tendría para ese entonces un poco más de 50. (Desde ese momento fuimos amigos hasta el día de su muerte!…

Al escribir estas líneas en homenaje a su memoria, podría narrar anécdotas de la cárcel y de los encuentros después con Don Chichí en el curso de los años de la postdictadura; pero el homenaje de sentido respeto rendido a sus restos mortales y a su vida, es una demostración histórica de honor, sacrificio y decoro para todos los dominicanos.

Antes de morir, Dios Nuestro Señor que premia el bien, premió el sacrificio de su lucha por la democracia, al ser en el reciente certamen político electoral nacional su hijo «Rafaelito», a la Vicepresidencia de la República. Este hijo que lleva ahora la responsabilidad desde su futura nueva posición, de dar brillo al noble ejemplo que le dejó como herencia su digno padre.

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