Ciudad letrada, exilio y posdictadura

Ciudad letrada, exilio y posdictadura

Durante la Era de Trujillo, la ciudad letrada de adentro vivió en constante lucha con la ciudad del exilio. Bajo la era no hubo un saber recuperable, por lo menos hasta pasado dos décadas de la muerte del dictador. De afuera, llegaron dos hombres de perfiles muy parecidos: Juan Isidro Jimenes-Grullón y Juan Bosch. Este último más reconocido como narrador y el primero, como ensayista, historiador y politólogo.

Bosch y Jimenes-Grullón representaron el prototipo de intelectual hasta hace pocos años. En ellos se aunaban el saber y la acción política. Dos actividades que las ciudades letradas han trabajado reiteradamente. Los acontecimientos de la posdictadura: el levantamiento de Manolo Tavárez Justo, la Guerra de Abril y el gobierno de los Doce Años de Balaguer dividieron al país a tal extremo que fue imposible crear una cultura democrática, ni desarrollar un pensamiento alejado del dogmatismo y el personalismo. Las universidades y sus proyectos educativos conformaron las ideas particulares de sectores de poder. Poca cuenta se puede dar de un verdadero desarrollo de una comunidad epistémica.

El movimiento de reforma a la educación universitaria y media en la década del setenta nos parecen los hitos momentáneos en un país con una tradición educativa mutilada, en donde no se formaron grandes profesores universitarios y que todo el saber dependía de algunas mentes privilegiadas, de autodidactas. Habrá que valorar el aporte que en ciencias y matemáticas hicieron los jóvenes que en el setenta viajaron a países socialistas con una tradición de estudios distinta a la nuestra y el empuje que le dieron luego como profesores a la academia dominicana.

Entre el dogmatismo de izquierda y una burguesía naciente alejada del saber creció mi generación. Los intentos de formar comunidades de aprendices han sido en nuestro país en los últimos años, momentos luminosos. Apreciables intentos que actuarían como excepciones en este panorama. Puedo mencionar algunos: el trabajo de los jóvenes cientistas sociales en la década del setenta; el desarrollo de una nueva universidad en Santiago y sus publicaciones que atrajeron a un grupo importante de intelectuales y un cierto discipulado que dio base a una burguesía naciente.

En el plano de la prensa y la circulación de ideas, la revista ¡Ahora! fue por mucho tiempo el medio que nucleó a la ciudad letrada que había estado en el exilio  con los nuevos aprendices. Mientras que en los suplementos de El Caribe y de Listín Diario circulaban ideas estéticasy se mantenía la difusión de la crítica literaria en los años setenta y parte de los ochenta. Cabe resaltar la influencia del suplemento literario de El Nacional dirigido por el poeta Freddy Gatón Arce. Las publicaciones académicas no afloran a mis recuerdos más que Las brigadas literarias de Aída Cartagena Portalatín. Los años ochenta, luego de los mejores tiempos del suplemento Aquí de la Noticia, muestran un deseo vívido de hacer y difundir la cultura letrada en la persona de un gran intelectual, Manuel Rueda, y el suplemento de este diario, Isla Abierta. A esto se suman en los ochenta, las revistas Cuaderno de Poética y Yelidá… Con este panorama nos ha sorprendido la crisis y transformación de la cultura de los impresos, el cambio de la ciudad letrada y la crisis de la educación superior.

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