Ciudad mexicana Monterrey pierde su Barrio Antiguo a manos de la inseguridad

Ciudad mexicana Monterrey pierde su Barrio Antiguo a manos de la inseguridad

MONTERREY, México. AFP. Además de las más mil 600 víctimas mortales que desde 2011 ha dejado localmente la violencia ligada al tráfico de drogas, Monterrey (norte), la tercera -y moderna- urbe mexicana ha visto derrumbarse su Barrio Antiguo ante la proliferación de la delincuencia.  

Las 16 calles que conforman este sector de la ciudad, con unos cuatro millones de habitantes, lucían hasta 2010 pletóricas de restaurantes, bares, boutiques, cafés y discotecas, que cada fin de semana recibían hasta 10 mil clientes.  

Como destino turístico, el Barrio Antiguo se posicionó a la par de atractivos museos y parques recreativos del estado de Nuevo León, uno de los más ricos de México y cuya capital, Monterrey, es sede de firmas trasnacionales.  

Pero la delincuencia organizada acabó con la riqueza del Barrio Antiguo, al tiempo que Nuevo León se convertía en uno de los distritos más golpeados por la violencia ligada al crimen, que ha dejado en todo México más de 50 mil muertos desde diciembre de 2006.

«El Barrio Antiguo, como marca, llegó a tener un peso tan fuerte que las mismas autoridades estatales comenzaron a impulsarlo como atractivo para turistas nacionales y extranjeros», comentó a la AFP el empresario Martín Rubio, uno de los veteranos de la zona.  

«El problema fueron las extorsiones y las amenazas de secuestro que empezaron a llegar a los propietarios de los antros (bares) y restaurantes. Eso obligó al cierre de muchos negocios que estaban teniendo mucho éxito y provocó que otros frenaran su ritmo de crecimiento para mantener un bajo perfil», añadió.  

La época de jauja empezó a finales de la decáda de los 90, cuando negocios como el Bar Río, La Chavela, el Ananá y Manaus se volvieron íconos de la diversión, que iniciaba con una espera de hasta dos horas para poder ingresar y terminaba al amanecer.  

Junto a los sitios destinados al sector de altos ingresos, florecieron restaurantes de tipo popular, bares con música romántica o de trova, «antros» alternativos con música de jazz como La Casa Amarilla o el decano, Iguana´s café, que desde 1984 mantenía su tradición de grupos de rock en vivo.  

Pero el año 2010 marcó el arribo de la delincuencia organizada, específicamente del cártel de Los Zetas, formado por exmilitares de élite reclutados por el narcotráfico a mediados de los 1990. Se desató la venta de droga, a la par de extorsiones y amenazas.  

«Lo grave fue cuando la delincuencia organizada puso los ojos en esta zona como negocio y comenzó a administrar el narcomenudeo, cobrarle ‘piso’ (extorsionar) a los empresarios y atemorizar a la clientela», cuenta Aldo Fasci, ex secretario de la Seguridad Pública estatal.  

El también excandidato a diputado federal explicó que los delincuentes obligaban a los propietarios a permitir la venta de droga y luego empezaron a tramitar licencias de venta de alcohol para abrir sus propios negocios y así conseguían varios objetivos: lavaban dinero, controlaban el comercio de estupefacientes, reclutaban personal y se insertaban en la economía legal.  

«Eran muy notorios los lugares controlados totalmente por los narcos, porque cambiaban súbitamente de dueño, violaban los horarios de venta de alcohol sin que las autoridades municipales intervinieran y ofrecían promociones en la venta de alcohol que nos impedían competir contra ellos», asegura Jorge, empleado de uno de los 8 locales que quedan funcionando de los más de 40 que llegó a tener la zona.  

Los bares empezaron a cerrar, como La Casa Amarilla, cuya propietaria era una estadounidense, Sharon, quien regresó a su país al día siguiente de que le pusieran una pistola en la cabeza.

Los ataques dejaron víctimas mortales, como en 2011, cuando fue baleada la fachada del Iguana´s Café, con saldo de cuatro muertos.  

Ahora, diferentes autoridades han manifestado su interés por revivir la zona, convertida en un barrio fantasma.  

El gobernador Rodrigo Medina, un ex alcalde y legisladores coinciden en la necesidad de reactivar el Barrio Antiguo, aunque con una vocación más familiar y de turismo que de centros nocturnos.  

Pero mientras se concretan los buenos propósitos, los letreros de «se vende» y «se renta» siguen apareciendo.

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