Ciudad México: una larga historia, una gran ciudad

Ciudad México: una larga historia, una gran ciudad

Hace 40 millones de años, las erupciones de los volcanes en el sur del altiplano central formaron un valle de aproximadamente 3.000 kilómetros cuadrados que, al no contar con ríos que lo drenaran, se llenó poco a poco de agua. Cuando el ser humano apareció por estas tierras, se habían formado varios lagos de poca profundidades.

La vida silvestre rebosaba en sus orillas pantanosas, y bosques de pino y encino cubrían las laderas de las montañas. El aire era limpio y fresco. Las lluvias de verano, que renovaban los lagos, y las frías noches de invierno, eran las únicas variantes climáticas en un ciclo anual caracterizado por días soleados y humedad escasa.

Las tierras del valle eran más altas que los lagos, por lo cual el agua no podía utilizarse para irrigar las cosechas. Pero los antiguos pobladores improvisaron un ingenioso sistema de cultivo: llenaban canastas gigantes de carrizo con arena y lodo extraídos del fondo del lago. Estos jardines flotantes, o chinampas, a los que nunca faltaba el agua, eran productivos en extremo. Todavía hoy se cultivan flores y verduras en los jardines flotantes de Xochimilco, actualmente un suburbio de la ciudad de México.

Las chinampas fueron un factor determinante en el surgimiento de México-Tenochtitlan, ciudad fundada en el 1325 por los aztecas en un islote al poniente del lago de Texcoco. En un principio, la población se refugió aquí, en medio de tribus enemigas que contaban con excelentes asentamientos. No obstante, 200 años después, los españoles se encontraron con una ciudad de exquisita hermosura y traza precisa, incrustada como una joya en las aguas azules del lago.

Desde Tenochtitlan, los aztecas habían logrado formar un imperio que abarcaba la mayor parte del México prehispánico, pero la crueldad y violencia que lo caracterizaron crearon divisiones profundas con sus Estados tributarios.

Los conquistadores aprovecharon hábilmente este descontento y atacaron Tenochtitlan a la cabeza de un enorme ejército de indígenas sedientos de venganza. Después de dos meses de sitio, la población de la capital azteca quedó devastada por la hambruna y las enfermedades. Consciente de la importancia política de Tenochtitlan, Cortés insistió en reconstruirla. Si bien las nuevas casas y palacios se edificaron conforme al estilo europeo, se conservaron la traza de las calles y la plaza mayor como el centro. Esta traza fue el modelo para la mayoría de los asentamientos españoles en el resto del país.

La centralización del poder, piedra angular del imperio azteca, continuó como uno de los factores determinantes del tamaño y la importancia de la ciudad de México. Al igual que sus predecesores indígenas, los virreyes se empeñaron en ejercer su dominio desde el centro, y quizá la ciudad se hubiera disgregado durante el periodo independiente – debido a su dimensión y la diversidad de sus habitantes – de no haber imperado esa fuerte tradición centralista.

Sin embargo, la violencia de los primeros sesenta años que siguieron a la Independencia fue originada, en parte, por el deseo de las provincias de lograr cierto grado de autonomía, una muestra de que aún seguía vivo el espíritu de rebeldía que en otro tiempo desestabilizara el dominio de los aztecas.

El centralismo continúa siendo un factor de importancia en el México actual. Tal como sucede con los rayos de una rueda, los caminos y vías férreas convergen en la capital. Por ejemplo, la tubería de acero fabricada en Monterrey se distribuye desde la ciudad de México, incluso si su destino es el norte del país. Los artistas e intelectuales se forman en la capital, lo cual, en muchas ocasiones, ha privado a los Estados del talento creativo que podría realzar su desarrollo cultural. La influencia de la capital es determinante para los mexicanos contemporáneos, y su supremacía se describe por lo general con superlativos: la ciudad más antigua del continente, cuna de la primera universidad, del a primera imprenta y la primera casa de moneda en América; la única ciudad que ha sido dos veces sede de la copa mundial de futbol; la primera y única ciudad de Latinoamérica que ha sido sede de los juegos olímpicos.

[b]Grande y contaminada[/b]

Podría decirse que México es la metrópoli más grande del mundo. Si bien no es tan extensa como Los Angeles, ni tiene una densidad de población como la de Hong Kong, sí es la ciudad con mayor población en el mundo. No es posible dar una cifra exacta del número de inmigrantes que llegan cada día, pero se afirma que la población sobrepasa los quince millones.

También podría afirmarse que la capital mexicana es una de las metrópolis más contaminadas, donde los factores geográficos agudizan el problema. Aunque la proporción de automóviles por habitante, así como el número total de vehículos automotores, es menor que en muchas ciudades de Estados Unidos, la renovación del aire es lenta debido a la altitud y a las cordilleras que rodean el valle y que impiden la salida de los agentes contaminantes.

La contaminación del aire es sin duda el problema ecológico más crítico de la capital. Otros son la basura, la lluvia ácida y la falta de agua potable. Ya desde el siglo XVIII los científicos habían expresado su preocupación por el medio ambiente (José Antonio Alzate manifestó sus temores respecto al proyecto de vaciar los lagos en el río Tula), pero sólo hasta fechas recientes se ha visto una preocupación por el problema.

Hoy, todos están de acuerdo en la necesidad de tomar medidas definitivas para evitar una catástrofe. Sin embargo, pese a las disposiciones establecidas, la magnitud del problema – casi tan grande como la metrópolis misma – dificulta las soluciones a futuro.

[b]La Virgen de Guadalupe[/b]

La devoción a la virgen de Guadalupe es otro factor que ha contribuido a hacer de la ciudad de México el alma de la nación. La basílica construida en su honor sobre los restos de un templo dedicado a la madre diosa de los indígenas atrae a peregrinos de todas partes del país. Los grupos de peregrinos, encabezados por autobuses adornados con flores y papel multicolor que inundan los caminos a principios de diciembre, son una muestra patente de esta devoción.

Sólo los enfermos e inválidos no caminan y van a bordo de los vehículos. Todos llegan al santuario antes del amanecer del 12 de diciembre para dar serenata a la imagen sagrada de la virgen. De acuerdo con la leyenda, esta imagen se plasmó en el sayal de un indígena, con lo cual Dios quiso subrayar la importancia que le asigna a los naturales mexicanos. La virgen de Guadalupe ha sido a través de los siglos sinónimo de mexicanidad.

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