Ciudad, política y palmeras

Ciudad, política y palmeras

DIÓMEDES MERCEDES
El medioambiente es un macro laboratorio natural suma de innúmeros micro ambientes vinculados en relación de reciprocidad, en cuyos intercambios se reproduce la vida que en tal variedad, siendo una y única ha de verse como jardín con todos sus componentes.

Cuando esta cadena se rompe o descompensa en un eslabón tan importante como lo es en el país la ciudad de Santo Domingo, asiento de la mayor concentración poblacional urbana, desertificándola, privándola indiscriminadamente de una plantación aclimatada para darle paso al gusto de un $índico, la cosa va más allá de la comiquería en la que ese personaje ha escudado su figura, esto así porque está arriesgando la calidad de vida de esta población y su concatenación con el sistema tropical de nuestra naturaleza, plagiando a Miami y cooperando con el plan del New York Chiquito. Basura mental del subrealismo de nuestro subdesarrollo.

Todo lo anterior es el resultado de la superficialidad y la ausencia de seriedad en los jefes y organizaciones políticas que en su declive y desnaturalización se apoyan en figuras sin cultura ni formación política, para aprovecharse de la relativa popularidad e imagen hecha en este caso en el club de la farándula, sin otros méritos ciudadanos.

En mi entrega anterior sobre el tema, «Palm City», publicado por este medio el 13 de junio del 2007, dije que: «cada planta es una obra de selección natural para un orden de vida local y es en ese medio donde ejerce naturalmente su rol». No significa que no se pueda cultivar en otros medios que tenga características apropiadas, que fue lo que pudo hacerse, considerando la ciudad entera como un subconjunto del ecosistema en general que tanto como edificaciones adecuadas necesita de pulmones vegetales para su frescor y oxigenación que contrarresten el calentamiento local y global y además descansen la vista del excesivo hacinamiento de estructuras urbanas causantes de estrés.

El proceso de germinación de una semilla en una pradera, bosque o patio en la ciudad, prenderse y crecer, sobrevivir entre muda y muda de sus yemas, salvarse de la depredación o de la necesidad, es una hazaña, una maravilla fascinante, mayor si observamos su correspondencia con lo que le rodea; su impacto en el clima, en el suelo, etc. Por cada cana o palma en las praderas donde han crecido, depositado allí por un pájaro, un reptil u otro animal al evacuar, puede que millares de otras semillas de esa y otras especies ni llegaran a germinar.

Condiciones ambientales muy específicas, condiciones atmosféricas y de suelo, determinarán la adaptabilidad de éstas al medio. Cuando ya desarrolladas y adultas se quieren transplantar a otro medio, hay que saber hacerlo, y a continuación sigue la empresa de mantenerlos, cosas que evidentemente el $índico que sabe de escenarios, pero nada de cultivos, inteligente como es, pudo averiguar asesorándose. Las canas, las palmas, las manaclas y los espinosos corozos con los que ha sustituido caobas, mangos, pinos, otras palmas endémicas, araucarias, azahares y otras frondas, aserradas ciegamente por este Ayuntamiento mal gastando los fondos de los contribuyentes, llaman en más de un sentido la atención de los ciudadanos. La primera es la intención del gasto, la necesidad de facturas que lo justifiquen; pues no existía la urgencia del mismo, habiendo otras prioridades y más cuando se les agrega la innecesaria rotura de aceras, contenes, paseos, etc.

Yendo de lo ecológico y ambiental a lo moral, da pánico pensar en lo que se sospecha está pasando. Y más aún si esta es línea a continuar por todos los síndicos del gobierno en el país, y si ésta fuera la forma de justificar malos usos del dinero de los contribuyentes, manejados sin transparencia y con el despotismo que exhibe el del Distrito Nacional.

Una idea final me surge: Las palmas son el anidadero reproductor de nuestras ciguas palmeras. En la avenida Winston Churchill, las ciguas desprovistas de su hábitat natural ya están haciendo sus casas entre sus pencas. Si no se secaran las palmas, ¿ha pensado alguien en el efecto que traerá el hecho de que bandadas de millares de ciguas inunden la ciudad?

El síndico capitaleño acusa a sus críticos de ser sus adversarios políticos. Eso está claro, naturalmente que si, ¿qué otra cosa podría esperar? Él, menos soberbio e intolerante, podría escuchar y corregir; y todos lo aplaudiríamos.

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