Ciudadanos de cualquier lado

Ciudadanos de cualquier lado

MARIÉN ARISTY CAPITÁN
Cuando escuchaba la melodía me sentía plenamente identificada. De aquí, de allá pero ni de aquí ni de allá: ¿cuál es la patria, la que te ve nacer o la que te ha visto crecer? Ese, en muchas ocasiones, es el gran dilema. Y, en cuanto aparece, escucho a Tony Almont cantándome al oído: “Ciudadano de ningún lado/libre pero esclavo/viajero/vayas donde vayas siempre serás extranjero”… entonces cierro los ojos, veo las luces, escucho los aplausos y vuelvo a ser la chica de principios de los noventa que disfrutaba con cada canción de Toque Profundo.

Pero el concierto se esfuma. Y vuelvo a la realidad. Como siempre, mi alma sigue dividida en dos: una parte adora con devoción a la Madre Patria que me vio nacer y que tantos gratos momentos me ha dado a lo largo de mi vida; mientras la otra enloquece con los colores de un Caribe que sabe a locura y a pasión.

Aunque eso normalmente no suele ser un problema, hay momentos en los que hace que uno la pase mal (dejando a un lado aquellas lecciones de historia en el colegio, por supuesto, de las que tanto tiempo ha pasado ya). ¿El último? Cuando Almudena Mazarrasa, la embajadora de “¿mi, su, nuestro?” país, habló acerca del irrespeto a las leyes y la inseguridad jurídica que existen en “¿mi, su, nuestro?” país.

En instantes como esos, como diría mi abuela Celia, es cuando el puerco retuerce la cola: todos te sacan en cara lo que dijo la embajadora de TU (sí, en mayúsculas y con mal tono) país, que debería meterse en sus asuntos y no en los nuestros.

Y, aunque sufra los baches del metro como el que más, pierdo para siempre mi parte dominicana. Pero no estoy en España, donde sólo soy una emigrante más. “Ciudadano de cualquier lado”…soy extranjera, sí.

Pero entonces, porque estoy grandecita para ponerme a llorar, se me ocurre pensar. El que las leyes no se cumplan, no estoy tan segura. Porque, ¿cuántos condenados no vemos en los diarios cada tantos días? Amén de que los cualpables siempre sean pobres, el que se condene a hombres despechados que acaban con la vida de sus mujeres, ladrones de poca monta, violadores, maltratadores…es pura coincidencia.

En torno a la seguridad jurídica, hay mucha tela por dónde cortar. Quizás, lo que debió establecer la embajadora es que debe crearse una legislación especial para incentivar, defender o garantizar la inversión extranjera. También, sin embargo, debe tomar en cuenta la seguridad del Estado y, por tanto, de todos “¿nosotros, ustedes”?.

Es en ese punto donde el tema me suena escabroso. Pienso, por ejemplo, en Unión Fenosa: cuando las cosas fueron mal el Gobierno tuvo que pagar una gran cantidad de dinero. Ahí, ¿quién fue el perdedor?

Otro caso que enloda la seguridad jurídica del país (ya paso de preguntarme si me pertenece o no) es el caso Verizon: mientras el Gobierno establece que debe pagar impuestos para poder vender, la empresa dice que no. Pero, ¿no es eso lo que dice la ley?

El problema de todo esto es que hay que poner las reglas claras: hemos acostumbrado a las empresas extranjeras a darles todo a cambio de muy poco. Bien aprendieron la lección los indios pero, cuando quisieron recapacitar era muy tarde: habían cambiado el oro por espejitos y ya no les quedaba ni la vida. Los extranjeros, y ya no me incluyo, quieren venir a invertir pero no quieren correr ningún riesgo: esperan que, en caso de que fracasen, el Estado les recompense. Y a eso es lo que llaman seguridad jurídica. Ese es el caso de la famosa isla: querían hacer el pegote, pagándole un cinco por ciento de las ganancias al Estado, pero si el proyecto abortaba por cualquier razón habría que indemnizarles.

Viendo todo esto, y pecando de ignorante, creo que es justo preguntarse: ¿dónde queda, dónde comienza y dónde termina la seguridad jurídica del pueblo? Esa sí está en peligro. Tanto que, un buen día, nos encontraremos todos cantando al unísono: “Ciudadano de ningún lado/libre pero esclavo/viajero/vayas donde vayas siempre serás extranjero”…

Publicaciones Relacionadas