Recientemente el Vicario de la Pastoral de Adolescente y Juventud, padre Miguel Ángel Amarante, lanzó “un grito al cielo”, las comillas son nuestras, a la juventud dominicana para que recupere la esperanza y se capacite para el porvenir.
El clamor del padre Amarante es válido, sin embargo, muchos jóvenes arropados por el pesimismo expresan sus intenciones de saltar del país ante la escasez de oportunidades, incluso, tras graduarse en universidades reconocidas por su alto nivel académico, no hallan la oportunidad anhelada.
Ahora son los obispos católicos quienes quieren escuchar y correr juntos a los jóvenes de la República Dominicana, entendemos nosotros, ante el descalabro de muchos de ese sector social del país.
Nuestros jóvenes tienen razones de sobra cuando aspiran a un mundo mejor, un mundo de oportunidades, no el mundo de obstáculos que se vive en RD; y podemos decirlo con propiedad, y sangrando por la herida. Hace dos años, uno de mis hijos se graduó en la Universidad Organización y Método (O &M), y ha tenido que trabajar en el departamento de empaque de un Laboratorio Clínico, ya que no ha logrado trabajar en su área. Se graduó de ingeniero en Sistema e Informática. Incluso, me ha expresado su intención de abandonar el país.
Como el caso de mi hijo hay miles de jóvenes esperando por ingresar a la vida productiva, no obstante, la sociedad injusta en que vivimos no le permite desarrollarse y proseguir.
Es tiempo de que pensemos más en el futuro del país, que son nuestros jóvenes, pero no con declaraciones demagógicas, oportunistas, y populistas, ahora que se aproxima un certamen electoral. ¡Debe estar bueno ya! Estamos “jugando con candela” al despreciar el futuro de la Nación: Los jóvenes.