¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!

¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!

LEO BEATO
La nuestra es una realidad reflejada como en una película de John Wayne en una pantalla chica. Este nunca disparó una bala en su vida, sin embargo, es el símbolo del machismo norteamericano. George W. Bush, que se las ingenió para no ir a Vietnam terminó ausentándose del servicio militar, acción que a otro soldado le hubiera costado un consejo de guerra. Sin embargo, éste es el presidente patriótico que ha enviado a 3,200 soldados estadounidenses a ofrendar sus vidas en Irak y que ahora está exigiendo 25,000 más y acusando al Congreso de no proveer suficientes fondos para lo mismo.

El caso es que en este tipo de cultura se aplaude a los artistas como si fueran en realidad los personajes que ellos protagonizan en la pantalla. Todo al revés. No parecemos diferenciar entre la realidad y la película. La ficción parece ser la realidad. John Wayne es un «héroe nacional» por sus películas, Anthony Queen (Zorba el griego) es el Santo Padre por su rol en su otra película «Las Sandalias del Pescador». George W. Bush es el presidente más patriota del sueño americano que de repente se ha convertido en una gran pesadilla. En otras palabras, que la vida diaria se ha convertido en una película invertida como las imágenes en una pantalla de cinemascope. La misión de los zombis amaestrados (nosotros) es la de aplaudir desde la baranda hasta la saciedad hasta que las manos nos sangren de la ingenuidad. ¡Clap clap clap! Nos meten gato por liebre constantemente y seguimos aplaudiendo sin apenas darnos cuenta.. ¡Clap! ¡Clap! Clap! Hemos sido amaestrados para nunca caer en la cuenta en una especie de gran granja experimental donde se sufre de la desesperanza inducida o de la indefensión aprendida y reforzada como miserables marionetas manipuladas a voluntad. Nos mantienen hipnotizados con la misma película repetida una y otra vez aunque con diferentes nombres: Irak, Afganistán, Camboya, Vietnam, Corea, etc. etc. Doscientos cincuenta mil etcéteras más. Más de 250 películas (guerras y guerritas) en menos de cincuenta años, todas para defender nuestra libertad y en aras de la democracia. Clap! Clap! Clap! De lo contrario no tenemos patriotismo. ¿Vemos la contradicción? Existen otros tipos de películas, como las elecciones presidenciales del 2004, donde un pequeño estado llamado Ohío (lo mismo que sucedió en el 2000 en la Florida) decidió quién había sido el ganador. Aparecieron 900,000 votos por encima del número de votantes registrados y eso determinó el resultado previamente anunciado, a pesar de que a miles de votantes afro americanos registrados, que esperaron más de siete horas bajo la lluvia, no les fue permitido votar (las máquinas electrónicas se dañaron). Uno de los ejecutivos principales de la corporación dueña de estas máquinas era al mismo tiempo el jefe de campaña del candidato que «resultó» ganador. Percibimos la irealidad como otros quieren que la veamos y los zombis seguimos aplaudiendo sin decir ni una palabra. ¡Clap clap clap! Mientras tanto nos mantienen endrogados con Prozac y tranquilizantes y un sin fin de fármacos adicionales recetados que nos mantienen taciturnos y somnolientos. Esta es la industria más grande, la que emplea más zombis ambulantes, y representa el negocio más provechoso de la tierra después de la venta de armamentos y del otro narcotráfico.

Napoleón Bonaparte, quien entendía muy bien a la computadora humana, aunque no hablaba su idioma ni sabía lo que era un software, en la famosa batalla de Austerlitz que decidió momentáneamente la suerte de Europa (su sueño fue siempre la de establecer la Unión Europea por la fuerza), instruyó a sus generales a hacer exactamente lo que el enemigo pensaba que iba ser su plan de batalla. «Hagan exactamente lo que ellos piensan que vamos a hacer». «¿Cómo es posible semejante disparate?», exclamó uno de ellos. «Precisamente por eso», contestó Bonaparte, «van a pensar que, como estrategas inteligentes que dizque somos, vamos a cambiar de estrategia porque ya sabemos que ellos se han enterado».

Como gran ajedrecista que era Napoleón se adelantó a su tiempo downloading (creando) una realidad diferente sin cambiar de programa. Por eso siempre decía y con razón: «Señores, todo está en la mente. Todas las batallas las ganamos o las perdemos en la mente. En la mente es donde se crea nuestra realidad». Y los zombis, como esclavos programados, continuamos aplaudiendo: ¡Clap clap clap!   ¡No, la relección jamás! Pero siempre terminamos reeligiéndonos. ¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!

  ¡Seamos patriotas y sigamos sacrificando a nuestros hijos enviándolos a morir a Irak!

Clap! ¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!

¿Hasta cuándo, como conejillos de indias, seguiremos aplaudiendo?

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