Clara Leyla

Clara Leyla

Mujer emprendedora, casada en primeras nupcias muy temprano.  Cuatro hijos en un duro batallar.

 Pionera del periodismo femenino en aquellos años ímprobos del Balaguerismo, siendo la primera dominicana(o) en entrevistar a Fidel Castro.  Al Fidel de los primeros años de la Revolución; al Fidel solidario con las causas antitrujillistas del pueblo dominicano.

 Allí, en La Habana, estuvo Clara Leyla dando la vuelta al mundo para conseguir esa entrevista y participando en un congreso de periodistas, donde no dejó de ser periodista para debatir sobre el periodismo, sino que fungió como tal al realizar aquel trabajo memorable.

 Pero, de todos sus atributos, que fueron muchos, el mayor de todos fue haber logrado reconstruir su vida en una segunda existencia de placidez total.

 Y vale en aquel entorno donde abundaban las madres solteras, tan extenso y predominante en lo medios intelectuales, convertidas en juguetes a ratos para hombres, ¡y mujeres! desaprensivos, secos de amor y ausentes en la grandeza del hogar.

 Solidaria con todos, siempre; compensada con el amor en estas segundas nupcias, descubre nuevas habilidades que le llevan a otros estudios, a nuevas actividades, a un nuevo hijo, en una gran compenetración familiar donde ambos reprodujeron los criaderos donde se forjaron sus valores.

 De aquella entrega y amor filial nos habló su compañero de vida cuando a toda conciencia ellos escribían los días finales de su encuentro:

 “Sí, queridos amigos, su enfermedad es terminal.  Nada pueden hacer los médicos ni las medicinas.  Sólo puedo asegurarles que los últimos meses de su vida estarán llenos de alegría, de toda la alegría que pueda darle.  Allí estaré hasta el final, con el amor que ella supo darnos a todos.”

 ¿Qué valores impulsan a un hombre a honrar a su esposa hasta los últimos momentos de la vida?

 ¿Quiénes inculcaron a ese hombre tanta bondad, tal amor, honestidad y solidaridad?

 Un hogar donde ello existió antes.

 Una familia integrada, como la de él y la de ella.

 Y así, al  final de sus días, pediría que su cuerpo se reintegrara a la tierra, al lado de sus padres, dejándonos una lección de vida: la estabilidad de las parejas se construye alrededor de valores semejantes.

 No más, ni menos.

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