Claramente, estamos peor

Claramente, estamos peor

POR ARTURO MARTÍNEZ MOYA
Durante el pasado gobierno, y en varias ocasiones, advertí que había sido un tremendo disparate la monetización de los pasivos de los tres bancos quebrados. Por sus efectos económicos, sociales y políticos, no hay dudas de que ciertamente se trató de un costoso error. No creo, sin embargo, así como lo sostienen algunos que defienden la política monetaria actual, que se perseguiera lucro personal. Se trató de un error de boys scout.

En un trabajo publicado la pasada semana, y apoyándose en una cita de Milton Friedman, que prefiere medir los modelos por sus resultados y no por los supuestos, el gerente del Banco Central quiere saber si estamos hoy mejor o peor que hace ocho meses. La pregunta, formulada con argumentos simples, y que también tiene respuesta simple, la hace el buen economista Silverio, inicialmente contrario a la política de endeudamiento del Banco Central, cuando la inició el pasado gobierno, y ahora su gran defensor.

Cualquier persona que haya vivido en República Dominicana en los últimos tiempos le contestaría que estamos peor, citando de inmediato por lo menos los siguientes doce motivos: 1) Se han pedido más de 20,000 empleos en las zonas francas y en otros centros de trabajo; 2) No hay forma de que el sector productivo pueda accesar al crédito bancario; 3) El margen de intermediación bancario se ha incrementado, por la fuerte reducción del interés pasivo mientras la tasa activa no baja. No es que la banca gana más, sino que está entrampada; 4) Los precios de los productos comercializables y no comercializables se quedaron colgando en la nube, a pesar de la fuerte apreciación del tipo de cambio; 5) Como no hay dinero en las calles, el consumo se ha caído bruscamente; 6) El sector construcción, el que mueve los colmados, ferreterías y las compras ventas, está en el piso, los promotores inmobiliarios, con fuertes endeudamiento en los bancos, no encuentran a quién vender los apartamentos y las casas terminadas. Los bancos temen ejecutar las garantías; 7) La producción industrial, de servicios, etc. se ha deplomado, amenazando con más desempleo; 8) Si bien no existe recesión técnica, por el acomodo del cálculo del PIB, principalmente en cuanto al aporte del sector de las telecomunicaciones, al final la que importa es la recesión no técnica, la que se siente con fuerza en todos los rincones del país, la que dice que la producción nacional se ha deplomado; 9) Los apagones son peores, y se dan sólo para defender una tasa de cambio, a pesar de que la tarifa eléctrica está por la nube, y para reducir el déficit financiero del sub-sector; 10) También para defender el tipo de cambio, se prefiere subsidiar el consumo de combustibles, principalmente, no obstante la queja de que los precios internacionales son altos; 11) La gente no puede con los impuestos, no produce para pagarlos; 12) El Banco Central aumentó su deuda en más de 40 mil millones de pesos, más de mil millones de dólares. Como dijo Friedman, los resultados hablan por sí solos. Entonces estamos peor, ó se puede decir de otra manera, ni siquiera estamos igual y ni pensar que estemos mejor, cuando la situación se compara con cualquier fecha.

Veamos algunos de sus argumentos. Refiere que la estabilidad cambiaria y de precios ha sido el logro central, y dice que no importa el monto a que lleguen los certificados, confía en la caída brusca del interés. Debe darse cuenta de que cometen un gravísimo error al cambiar, de repente, la política de tasa de interés, sólo para cumplir con la meta del FMI en cuanto al monto del déficit cuasi fiscal. La política de rendimiento claramente positivo fue lo que permitió enfrentar con éxito las crisis bancaria y cambiaria, y el logro de la estabilidad. Están confundidos, entienden que el inversionista le tiene plena confianza, que seguirán demandando certificados independiente de su rendimiento, lo que es un tremendo error. La falta de retorno adecuado posiblemente es el principal motivo de los concursos desiertos, y por lo que se ha fallado en recoger los intereses pagados y las inversiones que se vencen. Debería estar atento, y leer correctamente el mensaje que le están enviando los inversionistas, de que no se trata de pérdida de confianza, sencillamente no quieren correr riesgo, en un ambiente económico donde la incertidumbre amenaza las actividades económicas, sin contar al mismo tiempo con un retorno real adecuado.

La estrategia que el FMI le planteó a las autoridades monetarias del pasado cuatrenio, para enfrentar las crisis, fue arbitrar entre dos opciones, sostener el mercado cambiario con tasas de interés altas, desproporcionadamente altas, y limitar la presión sobre las empresas industriales, comerciales, de servicios, y en general sobre los clientes de los bancos comerciales. Se elevó el interés sobre los certificados de inversión, con los objetivos primarios de revertir la depreciación del tipo de cambio, reducir la inflación observada y la expectativa de la esperada, todo ello para elevar la credibilidad en el Banco Central. La elevación del tipo de interés, de la manera como se hizo, fue una medida desesperada para controlar una situación que se había salido de madre, precisamente por errores infantiles de las autoridades monetarias. No hay que ser experto para saber que la reducción de tasa debe ser un proceso calmado, luego de comprobar la desaparición de lo que dio origen a su elevación, ó por lo menos, luego de que se compruebe que la solución definitiva está en la mira, pero nunca antes.

Hay precipitación en el proceder de las autoridades monetarias, para bajar el interés de la manera como lo han hecho han escogido el momento inadecuado, pero además previamente debieron plantear al país, de una manera clara, la manera como piensan resolver el problema del déficit cuasi fiscal y el de la deuda del Banco. Se necesita una decisión firme de la Junta Monetaria, porque los funcionarios se contradicen cuando abordan el tema. El Secretario de Finanzas sostiene que las medidas monetarias son suficientes, y que la reforma tributaria pendiente será neutra, y ahora el gerente del Banco Central dice que la bajada del interés permite a las autoridades ganar tiempo, para en el mediano plazo realizar activos del Banco Central, y otros a ser recibidos del gobierno central, para conjuntamente con el 1 por ciento del PIB, proveniente de una reforma tributaria que se espera se haga en el 2006, enfrentar los dos problemas. Por fin, ¿cuál es la estrategia? A quién debe creer el inversionista? ¿Porqué la Junta Monetaria no dice esta boca es mía? Finalmente quién pagará el costo de las crisis, la clase alta? Lo dudo. Son temas a los que se le da de lado, se posponen, porque no hay una clara visión.

Es contraproducente el objetivo del Banco Central, de reducir el déficit cuasi fiscal en 1 por ciento del PIB al final del 2005, en base a una caída brusca del interés, según lo escribió el Gerente. Se atraviesa una raya no marcada del mercado del dinero, que define el nivel de interés real mínimo que está dispuesto a aceptar el inversionista. Hay pruebas de que se brincó esa raya, por un lado están los concursos desiertos, y por el otro el humor a naufragio que sienten los inversionistas, tanto los del Banco Central como los de los bancos comerciales. El retorno no sólo se percibe negativo en términos reales, a pesar de que el gerente hable de la existencia de una inflación baja, a las familias no le alcanza para completar el financiamiento de sus gastos fundamentales. ¿No le preocupa esa situación?

En política económica, la credibilidad está asegurada cuando los agentes se convencen de que se han tratado de manera radical y convincente las causas de las crisis, y sus consecuencias en el ámbito de las empresas comerciales, industriales y de servicios, en los bancos, y en las familias. La Junta Monetaria, además de no ocuparse de plantear la salida definitiva, tampoco estudia cómo compensar las consecuencias económicas dejadas por las crisis. Parece que ni siquiera le preocupa el tema de la recapitalización de los bancos, que incorrectamente el FMI exigió, y así se aceptó, que fuera progresiva, lo que ha contribuido con el derrumbe de las actividades económicas. Es parte de la razón por la que la inversión privada ha caído bruscamente, y por la que cada día la recesión económica es más profunda. Las empresas tenían un balance frágil, caracterizado por una relación elevada de endeudamiento-capital propio, y con deudas en divisas también altas, agravados por las crisis y rematado ahora con la imposibilidad de endeudarse en moneda local, por las restricciones del FMI. El mayor endeudamiento en dólares es la única puerta que le dejan a las empresas, sólo así podrían contribuir con la recuperación del crecimiento de la economía. ¿Las autoridades monetarias, están dispuestas a apoyar ese incremento en el endeudamiento externo de las empresas? Lo dudo.

La literatura de américa latina de finales del siglo pasado, relacionada con la intervención del FMI en las economías, es clara en el sentido de que los programas del organismo han resultado un fracaso, en ningún caso resolvieron los problemas financieros y cambiarios, con una duradera estabilidad macroeconómica. Como el gobierno dominicano, y las autoridades monetarias, nunca tuvieron un programa propio, se agarran con uña y diente de la política ortodoxa del organismo internacional. Se han comprometido con criterios de desempeño que deja mal parado a la sociedad, que reclama aumento de la producción y mejoría en la distribución de la riqueza, pero ese no es el objetivo de la política económica. Lo prioritario para el gobierno, y las autoridades monetarias, es cumplir con topes, sin importar el precio social que se pague, lo que interesa es sacar buenas notas con el FMI, bajo la creencia de que es sinónimo de buena gestión, y se equivocan.

Mientras las cuentas cuadren el FMI no tiene problemas con el programa. Le corresponde a las autoridades saber lo que no conviene al bienestar de los dominicanos, por ejemplo, deben entender que es incorrecto comprometerse con una tasa de cambio fija, en vez de dejar flotar libremente la moneda, y no seguir una política de intervenciones limitadas para atenuar la evolución del mercado de cambio. Si estudian la historia de desastres a que ha conducido la defensa de regímenes de «peg» (tipo de cambio fijo), de la manera como aquí se hace, a pesar de que se quiera negar, estoy seguro de que no seguirían el camino errado. El FMI tampoco le va a decir a las autoridades nacionales que lo conveniente es una política monetaria un poco más relajada, para que los contratos financieros en pesos puedan cumplirse. Ese no es el papel del organismo internacional.

Si las crisis bancaria y cambiaria, que brotan en marzo del 2003, se debió a la combinación de múltiples factores, desde la inexperiencia de los que pasaron por puestos claves, que no se atrevieron enfrentar intereses privados, la falta de advertencias a tiempo para los correctivos, fragilidades institucionales de muchos años, la crisis de gestión que se vislumbra podría deberse, además de algunos de los factores mencionados, a que el gobierno y las autoridades monetarias se han hecho de oído sordo para no escuchar otros puntos de vista, y se han cegado para no ver la realidad que le da de frente, incluyendo la recesión económica no técnica. Aunque sonrientes, y al borde de las lágrimas, los que con fervor apoyaron la opción política ganadora, parece que se cansan de esperar lo que no acaba de llegar, de oir y leer lo que no convence. Los electores se están dando cuenta de que al gobierno se llega, no por lo que se piensa, sino por lo que se dice, y que al final quién dirige es la alcurnia, que siempre se coloca fuera del alcance de los vientos, que invariablemente se lleva la política y a los políticos, cuando se divorcian de la realidad y del pueblo.

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