Clase media alta: familias hacen malabares para preservar estatus

Clase media alta: familias hacen malabares para preservar estatus

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Embriagada con la vida principesca del «jet set» dominicano, Karina se resiste a frenar el delirante consumismo, su costoso hedonismo, asume un comportamiento típico de un segmento de clase media alta al que la crisis económica forza a hacer malabares financieros, rejuegos insospechados para mantener su estatus.

Aferrada a su dispendioso estilo de vida, sangra su cuenta bancaria, angosta por el alto ritmo de gastos superfluos, alterna las tarjetas de crédito, numerosas como naipes, se endeuda cada vez más para solventar sus desaforados gastos y proseguir la búsqueda insaciable de gratificaciones.

Karina y Roberto, su esposo, compiten en teneres con una élite social y ecomómica que reproduce estilos de vida foráneos, en la que impera una cultura visual que glorifica el placer, el dinero y el poder. Una élite «manicurada», inmersa en profundos cambios en los valores éticos y estéticos, haciendo del gimnasio y del spa un templo. Rinden culto a la belleza, a la elegancia y la juventud, extendida hasta donde permiten las cirugías plásticas.

Su hogar es prototipo de un grupo de familias con ingresos altos, pero limitados, cuyos gastos sobrepasan con creces sus posibilidades. La devaluación baja su estatus económico, pero mientras la mayoría hace los ajustes requeridos, ellos se resisten a aplicar correctivos en su resquebrajada economía doméstica. Son quienes llenan las páginas de la crónica social, los que van a todo, los que concurren a fiestas, resorts, restaurantes, recepciones y conciertos.

En estas familias se hacen ingentes esfuerzos para adquirir una lujosa residencia o un moderno apartamento, a menudo con un costoso financiamiento bancario que, al incrementarse con las tasas de interés, les genera enormes presiones económicas, absorbiendo por lo menos un tercio de sus ingresos.

Algunas viven puertas afuera, sus fuerzas pecuniarias no les permiten mantener altos niveles de confort en la casa y en la calle, dando preferencia a lo que se exhibe afuera: automóviles, restaurantes de moda, trajes finos, zapatos y carteras de marca, un reloj Cartier o Rolex, referentes obligados de gente «in», entre otros símbolos de riqueza. Un público de fachada, gente que necesita reafirmar su identidad en esos valores.

Sus casas, en cambio, permanecen en descuido absoluto. No les importa, sus amistades de clase alta no las visitan, y los que reciben invitados arreglan los ambientes sociales, únicamente, el decorador, cuya contratación se divulga a los cuatro vientos, no llega a los dormitorios y otras áreas interiores.

Atrapados en un ilusionismo magnificado por los medios de comunicación, viven como ricos, se desviven con sus fiestas y cruceros, imitan su estilo, atuendo, modales y gestos, sus voces quedas. Asisten a cursos de etiqueta y protocolo, y en un proceso de refinamiento superficial, «cosmético», se someten a una metamorfosis que les hace perder autenticidad, espontaneidad.

Un mundo mágico, al que Karina llegó siguiendo el rastro del legendario «olor» del dinero. Su marido nunca imaginó que competiría en una partida de golf en el exclusivo Country Club con gente de rancio linaje, mientras ella se siente realizada al desplegar sus habilidades en el tenis o la equitación, más por moda o por compartir con alguna dama encumbrada que impelida por un espíritu deportista.

Saben que en ese mundo el que no tiene un Jaguar está «out», y aspiran poseerlo, pero últimamente esa posibilidad es más remota, teniendo incluso enormes dificultades para mantener sus relucientes yipetas, cuyo alto consumo de combustible mantiene sus tarjetas de crédito al rojo vivo.

Con «tarjetazos» y préstamos cubren las cuantiosas cuentas de boutiques, joyerías, gimnasios y dietas, salones de belleza, centros de diversión, floristerías.

De personas como Roberto y Karina, de una clase media ejecutiva que cultiva su imagen pero no tiene poder adqisitivo para comprar en Estados Unidos o Europa, se nutre parte de la demanda que posibilita la existencia de tiendas con ropa, perfumes, muebles y accesorios de marcas de renombre, cristales, porcelanas, artículos muy sofisticados, traídos de los más remotos continentes.

Convencida, de acuerdo con su errada escala de valores, de que el hábito sí hace al monje, Karina gasta bastante en ropa, un diseñador le confecciona trajes exclusivos y en Miami enloquece en los malls. Es insaciable, pero no puede excederse, no está a la altura de mujeres de clase alta que compran en dólares sin preocupación de límites.

[b]ROBERTO Y KARINA[/b]

En los últimos años, de acelerada movilidad ascendente, quedaron muy bien situados social y económicamente. Roberto, ejecutivo de una importante empresa; ella, propietaria de un centro de estética instalado con un financiamiento bancario, elevado por los intereses.

A finales del 2002, cuando todavía la crisis no tenía la magnitud actual, se desbordaron en compras y fiestas, durante el presente año mantuvieron el ritmo de gastos y en octubre estaban agobiados, como si la tierra se abriera a sus pies.

Para algunas personas del círculo de Karina, la situación es aún manejable. Por algún tiempo podrán guardar la apariencia, acumularon joyas, pinturas y otros objetos de valor, que algunos comenzaron a vender, artículos de uso personal, carteras y calzados, trajes para reciclar.

Otros, con un consumo desbordado en base a préstamos, sólo amontonaron deudas. Son aquellos que viven el drama de haber caído en la irresponsabilidad financiera de vacacionar en el exterior a fuerza de «tarjetazos», gente no previsora que consumió el ahorro destinado al colegio, o que se vio obligada a atemperar a las presiones del banco por los cuantiosos débitos.

Aunque hagan resistencia, la crisis los coloca en un peldaño inferior dentro de las capas medias. Para compensar el déficit ante gastos inflados entre RD$150 mil y RD$200 mil, están compelidos a hacer ajustes o buscar más ingresos, una posibilidad de perspectivas inciertas por la aguda recesión económica.

Karina no concibe tener que cambiar de colegio a sus hijos, encauzados por los rieles de un consumismo desenfrenado. El mayor estudia en el Carol Morgan, otro menor en el Saint Michel, un esfuerzo sobrehumano, no para aprovechar la calidad educacional de estos colegios bilingües, sino para que se rocen con la «top class». No piensan en las frustraciones que sufre el niño o la niña, pues por más que se esfuercen, sus padres no pueden mantener el ritmo de consumo de los ricos.

Además del costo del colegio está el gasto adicional para emular a los estudiantes ricos, excelentemente equipados con sus lap tops, celulares, un Cartier en la muñeca, ropa de marca, además del carro que ya muchos poseen en el bachillerato.

En los colegios se producen discriminaciones, los más ricos marginan a los que no están a su altura, miran sus tenis, sus jeans, sus prendas, existe una gran competencia social, como en el ámbito en que se mueven sus padres.

En familias de clase media alta se viven situaciones estresantes con los enormes gastos en que incurren sus hijos e hijas, adolescentes y jóvenes que desean estar «in», divertirse, ir a los sitios de moda. Para ellos la diversión es un bien de primera necesidad y eso cuesta, mucho, mucho dinero. Una pareja tiene que disponer de RD$3 mil para el cine y una cena ligera en la que antes gastaba RD$1,500, sin contar el combustible.

[b]MAS INTERESADOS EN EL SER[/b]

Igualmente impactado por la devaluación, aunque menos angustiado por su mayor mesura en el gasto y los ajustes presupuestarios aplicados desde inicios de la crisis, están otras familias de clase media alta con valores más centrados en la educación y la cultura, más interesados en el ser que en el tener o aparentar.

Estos segmentos sociales sienten fuertemente la presión de la crisis, disminuyendo su estándar de vida. La mayor parte de su consumo es de artículos importados que duplicaron o triplicaron su precio, y mantenerlo implicaría elevar sus ingresos en similar proporción. Como en otros estratos, experimentan un proceso de adaptación, más traumático para quienes no tenían una buena reserva, cuentas en dólares, costosos inmuebles.

Contrario a Karina y Roberto, estos hogares introdujeron cambios en su estilo de vida, reajustes presupuestarios para reducir gastos en vehículos, mobiliario, viajes al exterior, fines de semanas con invitados en residencia de Jarabacoa o La Romana. Esto se evidencia en los parqueos de complejos habitacionales de clase media alta que antes permanecían vacíos los sábados y domingos, y últimamente están llenos.

Los recortesEn adición, disminuye la compra de joyas y ropa, recortes en el servicio doméstico y jardinería. En la alimentación, bajó el consumo de pescados y mariscos, quesos y yogures importados, frutas frescas, secas y en conservas, chocolates, confitería y exquisiteces diversas.

Las alzas en quesos extranjeros sobrepasan el 90%, el Gouda holandés que en marzo se vendía a RD$54 la libra, subió entre julio y octubre a RD$85 y RD$95, igual el Edam y otros, en cuyo precio gravita la tasa cambiaria, el aumento del arancel en 15%, aplicado en marzo, y el impuesto del 2% a las importaciones, amenazadas con un incremento del recargo cambiario de 4.5 a 10%.

Alzas sustanciales muestran también los pescados y mariscos. El salmón en ruedas, que se vendía a RD$68 la libra subió a RD$228; los camarones tití, pequeñitos, de poco más de RD$100 a RD$200, y los medianos a RD$338. El carite, que en especial valía RD$24, aumentó a RD$69, y la merluza, de RD$19 a RD$54.

Las bebidas importadas están carísimas. Al iniciar el dólar su carrera alcista y antes de que el comercio terminara de reajustar los precios, personas de clase media alta compraban cajas de vinos y otras bebidas importadas para almacenarlas, presumiendo que pronto estarían inalcanzables. Lo mismo ocurría con artículos de lencería y otros bienes extranjeros.

Las privaciones perturban, pero pocas como prescindir o tener que cambiar sus mascotas, como un perro de talla grande por uno pequeño de manutención más económica. Mantener un gran danés cuesta entre RD$3 mil y RD$4 mil mensuales, y un poodle o chihuahua RD$500 ó RD$700. Paquetes de alimentos caninos que se adquirían a RD$1,200, como el Eucanuba, aumentaron a RD$2,200, además de los gastos en corte de pelo, rabo y uñas, cepillado dental, vacunas. Muchos dejan sus dogberman con las orejas largas, cortárselas vale RD$3,000 y más.

Karina posee una gata de angora que idolatra, pero la libra de alimentos le subió de RD$38 y RD$42 a RD$65 y RD$79. Los precios están altísimos, por lo que tiendas de mascotas reportan una disminución en las ventas.

Karina está inquieta, no sabe qué pasará, en su medio social hay gente que se priva de su bulldog o del yorkshire terrier, otros venden joyas o les incautan carros, mientras negocios a base de préstamos corren el riesgo de perderse. Enfurecida, maldice la crisis, mientras se aferra a su gata de angora y a un estatus social que difícilmente pueda preservar.

[b]Presupuesto familiar[/b]

La tendencia de clase media alta a educar sus hijos e hijas en colegios bilingües, con tarifas anuales entre RD$80 mil y RD$250 mil, eleva el presupuesto de gastos, que varía según las prioridades de cada familia. El importe mensual para dos niños suma alrededor de RD$25 mil, a lo que se adiciona la educación suplementaria: música, ballet, pintura, tenis o equitación, campamentos de verano aquí o en el exterior. Otros gastos promedio mensuales de algunas familias son:

Cuotas por apartamentos financiados, de RD$35 mil a y RD$7O mil, más el mantenimiento, RD$10 mil a RD$15 mil, y hasta RD$25 mil. A muchos les aumentó la renta de la vivienda, hasta más del doble como a un inquilino de Arroyo Hondo, a quien le subió de RD$30 a RD$70 mil mensuales.

El servicio doméstico, tres personas fijas y a menudo chofer y jardinero, RD$15 mil ó RD$20 mil. El transporte sobrepasa RD$20 mil y RD$25 mil: combustible, mantenimiento, placa y seguro. En viajes al exterior, resorts, restaurantes, espectáculos y membresía de un club, RD$30 mil y RD$50 mil en adelante. Ropa, salón de belleza, barbería y gimnasio más de RD$25 mil.

Con un seguro médico, los gastos en salud promedian RD$20 mil, invertidos en fármacos, consultas, análisis y estudios, sin contar servicios de odontólogos, sicólogos y estéticos. Con un seguro internacional se supera ese monto.

La partida de alimentos oscila entre RD$20 y RD$30 mil; gas propano, electricidad, agua, cable premium, internet flash, tres celulares y teléfono residencial, sobre RD$20 mil y RD$35 mil. Con los apagones crece el gasto en gasoil para la planta de emergencia, alta carga para familias con facturas de electricidad de RD$10 mil y RD$30 mil en adelante.

SERVICIO PARA MASCOTAS

Servicio Precios

Cruce natural RD$1,000

Inseminación artificial RD$1,500

Castración de perro RD$2,000

Cesárea RD$3,500

Profilaxis dental ultrasonido RD$500

Sonografía RD$400

Parto normal RD$800

Servicio pediátrico por día RD$250

Vacunas De RD$100 a RD$475

Corte del rabo De RD$150 a RD$600

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