Claudia Hernández de Valle-Arizpe:
«Creo en el valor sagrado de la poesía»

Claudia Hernández de Valle-Arizpe: <BR>«Creo en el valor sagrado de la poesía»

POR FATIMA ALVAREZ
En México, los literatos crecen como la verdolaga. Una capital asfixiada por la gente, el tráfico y la contaminación encuentra en la cultura, y en la literatura de forma específica, un respiro, un atajo a la vida, un espacio para ser.  ¿Los nombres? Cientos. Desde sor Juana Inés de la Cruz hasta Juan Rulfo y Salvador Elizondo.

Una pléyade de autores, de remiendos y de verdadera tinta, ha parido el país de Benito Juárez, convirtiendo la historia de la literatura en una larga, larga y buena, buena.

Pero, ¿y qué de los poetas? Los comprometidos, los asediados por sus propios fantasmas, los que requieren escribir para existir, como si de un tarro de agua dulce/agua amarga se tratara.

Jaime Sabines y Octavio Paz son sólo dos nombres. Pero son parte de la historia de la poesía mexicana y latinoamericana. Y como parte de esta historia, de la que se hace a retazos y a borbotones, de la que se aprende con sal sobre la herida, aparece Claudia Hernández de Valle-Arizpe, una fiel seguidora de Lezama Lima, que se niega a manejarse desde la simpleza. Con su poesía, catalogada de barroca, ahonda hasta lo más profundo para parir poemas con sabor a sudor, a sangre, a compromiso.

Llega a República Dominicana sabrá Dios por cuáles razones. Pero está aquí y aprovecha todo, incluso la estela de espuma de un barco que se fuga en la pleamar a otros puertos menos salobres, como en su poema «Santo Domingo».

Viene con una andadura difícil. Sin palabras corteses y bien educadas que busquen acomodarse en la piel de los demás.

Viene y presenta su libro Deshielo por el que ha ganado el premio Efraín Huerta en su país. Y habla de todo. Desde la erótica femenina tratada como melodrama de flujos y reflujos, hasta de los «seudoescritores» que convierten cualquier librito en bestsellers.

«No me gusta para nada la poesía erótica. Creo que es limitada, pobre, que se automargina de temas universales, que se vuelve obsesiva, hacia adentro. No digo que una no escriba sobre aquello que le importa, pero me cuestiono si a una mujer eso es lo que más o lo único que le importa como para que le lleve a escribir casi de manera exclusiva sobre su sexualidad».

Considera que la presencia obsesiva de este tipo de poesía en las mujeres obedece a la falta de lectura y de un compromiso real con la poesía. «Lo que lamento es que haya mujeres que sólo escriban poesía erótica mala y la usen como estandarte».

Y así, «con el corazón abierto como un silencio ancho», como Aída Cartagena, Claudia habla sobre la breve antología de autores dominicanos que hiciera en 1997, y que muy pocos conocen.

«Resulta que ahora nadie conoce la antología aquí; absolutamente nadie me la ha mencionado como si no se hubiese publicado o no existiera; es un trabajo bellamente editado, y me han pedido que trate de ampliarlo».

«En México, lo que más se venden son los libros de autoayuda, después la literatura infantil (¡qué bueno!), y las novelas de mala calidad literaria como las de Paulo Coelho, cuyos trabajos, junto a los de un grupo de autores de ínfima categoría, la gente los califica de literatura, o como el Código da Vinci, del que habría que cuestionarse mucho su calidad literaria».

Para Claudia Hernández de Valle-Arizpe, el valor íntrínseco de la literatura no transmuta, lo que puede cambiar es el juicio que de la obra se tenga en diferentes épocas.

«Han habido autores que no han sido comprendidos en su momento. Es el caso concreto de James Joyce, con su «Ulises», que no fue aceptada su publicación hasta que alguien inteligente, visionario y receptivo –que fue una mujer-, supo que estaba frente a una joya».

«También ha pasado que se publica una obra y es mal entendida, y tiene que pasar un tiempo para que alguien que la lea de otra manera empiece a sacar reseñas positivas y se le empiece a ver de otro modo».

«Pero es difícil que una mala obra, –como las del seudoautor Cuauhtemoc Sánchez, que maneja pura moralina–, algún día pase a la historia, o que una obra que ya es de una mediocridad rampante, reciba el beneplácito de la crítica. Creo que una obra nace buena y no se comprende porque es muy adelantada a su tiempo».

Hernández no cree que su obra sea reconocida por ser hecha por una mujer, sino por la calidad con la que la maneja. Alejada ya de la rima, pero no del ritmo poético, recorre con su poesía los mismos caminos de la noche o del viento. Caminos inasibles, pero reales.

PERFIL

Claudia Hernández de Valle-Arizpe nació en México el 19 de junio de 1963. Es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido becaria en poesía por el Instituto Nacional de Bellas Artes, 1991-1992. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta.

Ha sido becaria por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes 1994-1995. Es autora de varios libros y publicó la columna de corte gastronómico «La Divina Comida».

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