Claudio Acevedo – La publicidad

Claudio Acevedo – La publicidad

[b]Señor Director:[/b]

Indiscutiblemente que la publicidad es una fuerza decisiva en la configuración de cualquier escenario en el cual se desee incidir para provocar adherencias eficaces que engrosen nuestro caudal de votos.

Caudal de votos que también puede crecer a costa del contrario. Esto quiere decir que son buenos y válidos todos los esfuerzos publicitarios que tiendan a destimotivar el voto del oponente.

La eficacia de la publicidad política reside en la imbricación del mensaje con las fuentes motivacionales básicas que contornean el momento político.

La campaña de Eduardo Estrella parece que parte de esta comprensión, ya que incorpora a su contenido la explotación intensiva del fuerte sentimiento anticrisis personificado en la candidatura de Hipólito Mejía.

De ahí quizás los visos de recuperación y ascenso que lo han llevado hasta la segunda posición electoral según los últimos sondeos creíbles.

Esta campaña parece ser la continuidad, en términos de visión estratégica, de la eficacia del plan con el cual se impuso sobre la candidatura de Jacinto Peynado.

En la ocasión en que fui invitado en mi calidad de humilde entendido en asuntos de publicidad política a impartir una charla a integrantes de los equipos de campaña de los precandidatos reformistas, manifesté que los mensajes de Eduardo Estrella se engarzaban con la continuidad del legado político balaguerista, y por tanto, entraban por una ventana abierta, dentro del electorado reformista. Dicha campaña se resumía en la frase «Para continuar la obra de Balaguer».

En la ocasión analicé los pros y los contras de las catapultas publicitarias que impulsaban a cada aspirantes reformistas, debatiendo con los presentes el porqué consideraba la promoción de Estrella como la más sobresaliente y la mejor orquestada.

Hoy, en su fase actual (no la intermedia), la sigo calificando como buena, en términos generales, aunque susceptible de ser mejorada, por ejemplo, en el papel actoral de las voces y la expresión de contenido, donde se advierte un forzado tono rimoso que le resta espontaneidad y naturalidad al mensaje.

Podíamos decir, en este sentido, que su publicidad se parece un poco al tipo de anuncios copleros y consonánticos que se hacían en la Argentina de 1880, como el anuncio de un candidato presidencial que decía: «Si gana Roca/ los pobres tendrán vida regalada/ vestirán de levita y camisa planchada».

No obstante, esto no desdice el acierto estratégico de cabalgar patéticamente sobre los elementos de la crisis como caballo de batalla.

Sus anuncios capturan el espíritu popular con relación a los escenarios donde el votante siente la agresión a sus esperanzas y calidad de vida: el colmado, el supermercado, el hogar, la familia. Pero tiene como debilidad un eslogan que utiliza un referente lejano en el tiempo, poco significativo para las actuales masas de votantes jóvenes «En los gobiernos reformistas se vivía mejor». Es un eslogan donde la promesa de un posible beneficio adquiere una tonalidad pasiva con sentido preterido.

Su certeza reside, fundamentalmente, en apropiarse de la sensación de agravio que late en la gente al ver violentado sus estándares de vida, lo cual se utiliza con éxito como látigo mediático para desbancar a Hipólito y sacar al PRD de la contienda electoral. Por lo pronto, su eficiencia reside en que ha tenido un efecto antipolarizante, que ha roto, en perjuicio del partido blanco, la concentración de intenciones electorales que atraía el polo perredeísta.

Seguir aprovechando ese estado de ánimo puede reportarle mayores perspectivas de crecimiento, sobre todo, si logra mantener la intensidad y frecuencia de los mensajes, principalmente, a través de la televisión, como el vehículo más poderoso de los mensajes políticos.

Su publicidad será más efectiva si logra venderse como punto de confluencia de ideas y comportamientos adversivos tanto al PRD Hipólito como al PLD Leonel. Pero aún así, no es mucho lo que éste puede hacer, ya que su candidatura solo constituyó un fenómeno publicitario intrapartidario. Hacia lo externo, no cuenta con la maduración política suficiente para competir exitosamente, pues no se puede, mercadológicamente hablando, «llegar allá partiendo desde aquí»

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