Claudio Acevedo – La publicidad peledeísta

Claudio Acevedo – La publicidad peledeísta

La candidatura de Leonel Fernández tiene a su favor que todos los vientos de la actual situación soplan a su favor. Por eso se mantiene viento en popa, políticamente. Es sin duda, el candidato a vencer, lo que no significa que sea el candidato vencedor, a última instancia.

Las diversas fotos (las encuestas) con las cuales se ha dado seguimiento a su evolución electoral, expresan sólo el estado anímico de la población electoral de aquellos momentos. Si bien manifiestan una tendencia de crecimiento sostenido, no quiere esto decir que ya deban emborracharse con un sentimiento de victoria que lo lleve a dormitarse como sucede a menudo con las borracheras. O lo que es peor, a dar los tumbos y el trastabilleo propio de todo el que está ebrio.

Extrapolando, publicitariamente esto, diremos que el candidato puntero debe evitar a toda costa ser «traicionado» por la sicología del que se cree ganador. Esto así, porque fomenta entre sus filas, en el mejor de los casos, actitudes pasivas basadas en el exceso de confianza y el solazamiento en la autocomplacencia que dan los números del momento. Y en el peor de los casos, promueve la ley del menor esfuerzo que da por anticipado el disfrute de lo que requiere mayores energías para posibilitar su advenimiento.

A esto se añade, que hacia afuera, un triunfalismo desbordado transmite subliminalmente al mercado de votantes la idea de que «si tanto insiste en que ya ganó, para qué necesita o quiere mi voto».

Las actitudes que siguen a este sentimiento es un voto «engañoso» que sólo cuenta o se manifiesta en los sondeos demoscópicos. Pero carente de la suficiente dureza para expresarse en las urnas. Máxime cuando son los votos que patentizan el descontento, no la militancia ni la pasión de la ideología o el convencimiento.

Y ese descontento se nutre tanto del simple ciudadano de la calle como del grueso de los indiferentes y de los disconformes de otros partidos, siendo estos últimos impredecibles e inseguros en cuanto a su voluntad de volar. En una primera hipótesis, puede suceder que se vuelquen en masas a una «operación de castigo» electoral frente a quienes identifican como la fuente primaria de los males del momento, los cuales siempre se les pegan al partido en el poder.

Otra segunda hipótesis, es que nada más se desahoguen de la «boca para afuera» en la intimidad de la casa o en el comentario en la calle o en el vecindario. Inofensivamente.

De ahí que una estrategia adecuada de comunicación para la publicidad leonelista debe acentuar las motivaciones del «voto en contra». Hacer que se pase de la mera intención a la voluntad de materializarse en la persona de su candidato. Y de aquí a lo más importante: su expresión final en las urnas.

ya pasando al plano de las calificaciones de la campaña peledeísta, decimos que obtiene notas sobresalientes en su segmentación clasemedista a través de la prensa, donde le recuerdan a la gente el estado de los precios e índice de inflación durante el gobierno de Leonel versus la gestión de Hipólito Mejía. En la comparación, Leonel sale ganando ventajosamente, edulcorando de esta manera el deseo de traerlo nuevamente al poder, de las manos de este agradable recordatorio.

En cuanto a la actual publicidad que vemos en la televisión relativa al juego de baskebol, me parece desacertada por donde quiera que se la mire. Desacertada porque lleva elementos de desconfianza e incertidumbre al ánimo del votante potencial. Ahí se plantea como premisa fundamental que «todo está perdido» con arbitraje en contra, lo cual puede sembrar el desánimo, la desmotivación del voto morado y una sensación forzada de derrotismo. Con ello están inconscientemente vendiendo la idea de «Para qué votar morado, si como quiera van a arrebatar».

Desacertada, también me parece en el uso de los símiles y la simbología. Compara las elecciones, que es algo muy serio, con un simple juego, en donde aparece un personaje de Luisito Martí que evoca sensaciones de relajo y comicidad, lo cual le resta calidad al mensaje. Y como todo juego, si se pierde no tiene consecuencias trascendentes. Además, la simbología que usa del equipo victimizado, se corresponden con los colores del PRD: el blanco y el azul. Lo que a fin de cuentas, en la lectura simbólica, presenta al equipo blanco como equipo «bueno», víctima de la rudeza y la tramposería. Mientras el supuesto equipo «bueno», lo representan con el color negro, la simbología cultural de lo siniestro.

En fin, el contenido de ese serial publicitario sería aceptable como argumentario de un discurso o una denuncia política, no como parte de una decodificación del mensaje sólo es apta para un público de cierto nivel cultural, no para las grandes mayorías, que se quedan en babia frente a los propósitos e implicaciones del mensaje. Estamos ante un caso típico de publicidad para sí, no para los receptores.

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