Claudio Caamaño parió un corazón

Claudio Caamaño parió un corazón

HAMLET HERMANN
Bien dice el refrán “Más vale tarde que nunca”. Claudio Caamaño se había pasado décadas amenazando con escribir un libro en el que se recogería sus vivencias. Tardío aunque seguro, ahora publica su primero. Y la amenaza se multiplica porque anuncia una secuela de tres tomos. Nosotros, que lo conocemos tanto, sabemos que cumplirá con su palabra.

Antes que todo: ¿quién es Claudio Caamaño? Tenemos que explicárselo a tres de cada cuatro dominicanos que nacieron después de la invasión de Estados Unidos en 1965. Presentarlo es válido porque los sectores dominantes le han enseñado con deleite de artista a la juventud dominicana que tenga mala memoria, que olvide los hechos y los personajes heroicos de nuestra historia. Por eso tenemos que presentar a ese que se atreve a publicar un libro en un país donde hay que regalar los periódicos para que sean leídos.

A “Guigo” le dijeron que nació el 21 de febrero de 1938 en la ciudad que el año anterior había dejado de llamarse Santo Domingo para denominarse Ciudad Trujillo. Nos cuenta que, al nacer, su papá era Teniente del Ejército Nacional. Añade que es nieto, sobrino-nieto, sobrino, primo e hijo de miembros de las Fuerzas Armadas o la Policía Nacional. Como hijo de guardia, vivió y estudió en casi todos los poblados de República Dominicana y aprendió la geografía nacional dando tumbos de cuartel en cuartel. Estudió hasta donde las ganas le dieron y entonces se enganchó a la Policía Nacional con los auspicios de su primo segundo Francisco Alberto Caamaño Deñó. A partir de entonces y con escasas pausas, acompañó al pariente en todo lo que aquel participaba.

Fue así como formó parte del grupo de oficiales que se rebelaron contra la corrupción policial en el año 1964. Poco tiempo después, en abril de 1965, siguió los pasos de lo mejor de los institutos armados y contribuyó a derrocar el gobierno golpista del Triunvirato. Luego enfrentaría valerosamente a las tropas de ocupación de Estados Unidos y se integraría al gobierno constitucionalista que presidía su primo Francis. Cuando el ex Presidente Caamaño decidió continuar la lucha por la conquista de la verdadera democracia en República Dominicana, “Sergio” estuvo entre los ocho leales que nunca dejaron de creer en el Héroe de Abril. Fue uno de los dos sobrevivientes de la lucha guerrillera de 1973.

Nunca ha sido asalariado de gobierno alguno desde que en 1965 dejó de ser policía. Se ha ganado la vida como operador de rodillos y de grúas, mezclador de pintura para brocha gorda, ha vendido pececitos de colores, reparado semáforos y, por último, siembra, cultiva y vende las mejores guayabas del mundo. Todo ese afán para no permitirles a los políticos degenerados de este país que lo utilicen como carnada para proyectos que sólo buscan perjudicar a los más jodidos.

Pues bien, ese tipo que ha trabajado de mil maneras sin afán de riqueza, tomó la decisión de escribir su primer libro y está aprendiendo lo que es meter peine en cabello malo. Digo que esa obra hay que leerla; obligado y de miedo. Hay que estudiarla porque nos dice Claudio, “No soy historiador ni pretendo serlo. ¡Dios me libre! Narro verazmente lo vivido y hago un gran esfuerzo por ser objetivo. Lo que escribo tiene para mí una gran carga emocional y afectiva. Relato los hechos tal cual percibí que pasaron.” Y ante tanta ingenuidad y franqueza no queda más remedio que leer el fuñido libro para enterarse de muchas situaciones sobre varios personajes que se las han dado de patriotas y no son otra cosa que despreciables traidores a la patria.

Felicitemos a Claudio Caamaño por atreverse a convertir la memoria oral en memoria escrita. Esto servirá de base para que la juventud dominicana oiga campanas diferentes a la de los voceros de los gobiernos en algunas fechas históricas. Y aprovechemos el momento para recordar a Bertol Brecht. cuando decía: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay otros que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.”

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