Claudio Caamaño, un viacrucis durante un domingo por la tarde

Claudio Caamaño, un viacrucis durante un domingo por la tarde

Ashley Baquero

Recientemente comentaba con familiares y amigos que con la muerte de Hamlet Hermann había perdido la oportunidad de conocerle y conversar con él de temas tan fascinantes como Playa Caracoles.

Cuando era un niño vivíamos cerca, él en su casa de siempre frente al Palacio Nacional y yo en la Doctor Báez. Mis hermanos mayores lo conocían pero yo solo recuerdo que cuando pasaba por su casa siempre habían muchachos grandes y fuertes haciendo ejercicios.

De acuerdo a los resultados de su autopsia reportados por el doctor Sarita, Hamlet murió de una ruptura de la arteria aorta torácica.

Las probabilidades de sobrevivir dicho incidente son mínimas en cualquier parte del mundo y menos si te sucede mientras manejas por el sucio y descuidado malecón de Santo Domingo.

Ahora, pocas semanas después de la muerte de Hamlet, veo desaparecer la esperanza de conocer a Claudio Caamaño, quien también estaba en mi lista de personas que quería conocer en un futuro cercano.

Para mí fue muy doloroso enterarme de la manera en que murió Claudio, no peleando con fusil en mano sino buscando la atención médica necesaria para no morirse pendejamente después de un accidente automovilístico.

Tener un accidente un domingo en la tarde no es una buena idea y más aún si se trata del domingo en la víspera de la Semana Santa.

El accidente ocurrió cerca de Baní y la primera parada fue el Centro Médico Regional Aguasvivas, donde estoy seguro que en ese domingo en la tarde no había nadie ni nada para adecuadamente tratar un paciente traumatizado.

Está de sobra probado que un traumatizado tiene mayor oportunidad de sobrevivir un accidente si se lleva inmediatamente a un hospital de trauma sin pararse a perder tiempo en el hospital más cercano pero sin la experiencia en el manejo de estos casos.

Después de esa parada empezó su viacrucis a la capital llegando primero a Cedimat, un centro de diagnóstico hoy convertido en un hospital general.

Lo que pasó allí lo sabrán los abogados de la familia Caamaño, unos dicen que no lo ingresaron por falta de cama en la unidad de cuidados intensivos y que no había un cirujano torácico disponible.

En declaraciones dadas por Cedimat el paciente fue referido a otro centro de salud en condiciones estables. Mi pregunta es qué significa estar “estable” y cómo llegar a la conclusión de que el paciente está estable sin riesgo de ser trasladado a otro centro.

Como mínimo me imagino que Claudio Caamaño fue evaluado por un médico de emergencias, laboratorios e imágenes radiográficas, incluyendo una tomografía que fuera interpretada por un radiólogo.

Si después de esto se llega a la conclusión que realmente está estable, ¿por qué tiempo debe permanecer estable antes de ser enviado a otro centro sin correr el riesgo de que su condición súbitamente cambie?…

No estoy seguro si él llegó físicamente a la clínica Abreu o simplemente le dijeron por teléfono que no había un cirujano disponible, esta información también la conocen los abogados de la familia.

Finalmente llega al Centro Médico UCE, donde dos días después muere. Lo sucedido ese domingo en la tarde desnuda el desorden de nuestra sociedad y las precariedades del sistema de salud.

En cada uno de los centros médicos visitados ese domingo se realizan de manera electiva cirugías complejas incluyendo cirugías de tórax.

Si en el hospital hacen cirugía de tórax, dicho centro debe de tener cirujanos de tórax disponibles todo el tiempo, no necesariamente dentro del hospital pero sí de llamada para poder presentarse en la emergencia en menos de una hora.

Durante los años ejerciendo en los Estados Unidos fueron muchas las nochebuenas y años nuevos que me las pasé operando o esperando esa llamada de emergencia sin poder tomarme un trago para celebrar.

Cuando tomaba vacaciones tenía que tener otro médico de la misma especialidad cubriéndome hasta mi regreso o de lo contrario estaría cometiendo un delito grave, que es el abandono de mis pacientes.

La práctica del “rebote de pacientes” no es nada nuevo ni tampoco la inventaron los dominicanos. En los Estados Unidos se conoce como “patient dumping”. Era una práctica muy frecuente en los años setentas y principios de los ochentas cuando pacientes indigentes y sin seguro médico eran enviados a los hospitales públicos en condiciones críticas que en algunos casos resultaron con la muerte del paciente.

En el año 1986 el Congreso Americano aprobó la ley “The Emergency Medical Treatment and Active Labor Act” conocida como EMTALA. Esta ley obliga a los hospitales y centros privados a examinar cualquier paciente que se presente al departamento de emergencia y realizar una evaluación completa con todos los estudios necesarios para determinar si el paciente tiene una condición médica de emergencia.

Si tal condición existe, el hospital debe utilizar toda su capacidad para estabilizar al paciente. Si transferir al paciente es necesario, el personal médico tiene primero la obligación de conseguir otro hospital que reciba al paciente.

EMTALA, a través de los años, ha expandido sus criterios y penalidades y es respetada en todos los hospitales que participan en el seguro federal Medicare, lo que constituye cerca de un cien por ciento de los hospitales americanos.

El problema en nuestro país es serio y complejo y no se resolverá con una nueva ley. Se necesita reunir al Ministerio de Salud Pública, los dirigentes de la Seguridad Social, Administradoras de Salud, los Proveedores de Servicios de Salud, Servicio 911 y los Colegios Profesionales de Salud.

Los hospitales tienen que ser clasificados de acuerdo a su capacidad de tratar pacientes traumatizados. Los hospitales tienen la responsabilidad de mantener un panel de especialistas de llamada que los médicos estarían obligados a cumplir.
El Sistema de Emergencia 911 y las ambulancias deben tener un listado de los hospitales con la capacidad de recibir los pacientes; esa lista debe ser actualizada constantemente.

El Gobierno tiene que crear un mecanismo de compensación para los hospitales y el personal médico cuando se trate de pacientes indigentes.

Más importante que todo es habilitar los hospitales con las herramientas necesarias para poder evaluar y tratar estos pacientes en estado crítico. En resumen, ¡hay tantas cosas por hacer que sería muy fácil hacer lo que nunca se ha hecho!

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