Clave de paz en Palestina

Clave de paz en Palestina

UBI RIIVAS
Con el apoyo del rey Abdullah, de Arabia Saudita, sesionando en la capital Riad, los líderes de la Liga Arabe, concluyeron su cita el 28 de marzo último, en la que decidieron, con la ausencia del Estado de Israel, reactivar el estancado proceso de paz en Palestina.

Ningún intento por ese propósito podría nunca ser factible sin el visto bueno de Washington, vale decir, del mandatario de turno, que fuese, del imperio, porque éste es el principal soporte de la vivencia y vigencia del Estado judío, pupilo suyo, desde que el entonces presidente Harry Truman presionó a las Naciones Unidas para crear su más firme aliado en el Cercano Oriente.

Desde que a contrapelo, error fatal, del mundo árabe de rechazar la resolución 181 de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947 que dividió en dos estados Palestina, desde 1917 hasta la fecha, férula del Reino Unido mediante el Mandato Británico que le concedieron la entonces Sociedad de Naciones, los árabes han tratado, en cinco guerras, 1948, 1956, 1967, 1973 y 1988, de eliminar el Estado de Israel, sin poder lograrlo.

No han podido ni lograrán nunca ese propósito, porque en esas cinco guerras el Estado judío ha recibido el apoyo masivo de la tecnología militar de los Estados Unidos, inclusive directo, de la Sexta Flota estacionada en el Mediterráneo. ¿O no ha sido así, embajador Yoar Bar On?.

Esa coherente actitud de Washington con su pupilo no árabe más confiable en el Cercano Oriente ha debido concitar el ánimo del islam en tratar directamente con el imperio la solución definitiva a una paz honorable, justa y equitativa en el tormentoso y turbulento escenario que es el Oriente Próximo.

No lo han comprendido, por lo menos hasta ese 29 de marzo último, en que han sesionado por separado de Washington, que es el factor decisorio en ese y un paquete de asuntos internacionales más y por eso, es el imperio vigente unipolar.

El Estado de Israel, actuando muy en consonancia con su mandante, ninguno de los dos fueron invitados a la conferencia de Riad, rechazó la iniciativa de paz de la Liga Arabe, que también contó con la presencia solidaria del presidente de Egipto, Hosni Mubarak, el rey del emirato de Bahrain, Hamad bin Isa al-khalifa, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, y el primer ministro palestino Isamel Haniyeh, así como también el presidente títere de Iraq impuesto por los «marines», Jalal Talabani.

No se mencionó la presencia del rey de Jordania, Abdullah, ni un representante ni de Siria ni de El Líbano.

Hasta hoy, no se ha diseñado un esquema más completo que la Hoja de Ruta, cosecha del presidente George Bush jr. del 15 de mayo de 2003, porque contiene todos, absolutamente todos los puntos claves y neurálgicos para equilibrar los intereses de árabes y judíos en Oriente Cercano, y es precisamente el gobernante norteamericano el más firme valladar para alcanzar la plenitud del contenido de ese documento trascendental.

Eso se explica por la presión pocas veces difundida por las agencias noticiosas internacionales, del caucus judío en Estados Unidos, poderoso en la banca, las altas finanzas, y la contrapartida del Estado de Israel que suministra planos de armas sofisticadas en tecnología de punta, sumamente costosas, que el Estado de Israel no puede fabricar, y por ese trámite percibe del contribuyente norteamericano cada años la bicoca de US$3 mil millones.

Es un símil al trasiego por el doctor Chaim Weizman al Reino Unido de la acetona, que impide que la pólvora se moje y no pueda accionar, para obtener en 1917 del ministro del Exterior de Albión, John James Balfour, su famosa declaración en la que expresaba el deseo de Su Majestad de crear un Estado judío en Pelestina.

El proceso de paz de Palestina no será una realidad, y con él, la declaración formal del Estado Palestino, sin lo cual no habrá paz nunca en la neurálgica área, sin la decisión determinante del Imperio, idéntico a como aconteció con la resolución 181 referida. No hay cumbres ni tratativas que valgan sin el visto bueno del imperio. Todo lo demás es perdedera de tiempo y sueños de Vestales.

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