El clero “humilde” de República Dominicana se integró con fervor a la Revolución de Abril apoyando a los constitucionalistas, auxiliando a moribundos y lesionados físicamente, llevando al pueblo aliento, alimentos, vestido, techo. Los religiosos sufrieron atentados, hostigamiento, difamación. Dos cayeron acribillados, uno de ellos a quemarropa luego de cruel tortura. Otros resultaron heridos y algunos debieron abandonar el país por el acoso.
Sus nombres, sin embargo, no son recordados y como el de muchos otros héroes y mártires de la Guerra Patria, no han recibido reconocimiento por su lucha.
Un sector de la Iglesia Católica denunció con gran despliegue la eliminación del padre Joseph Arthur Mackinnon (padre José o padre Arturo), de la orden de los Scarboro, quien ofrecía servicios en Monte Plata. El padre Emiliano Tardiff, Misionero del Sagrado Corazón, director de la revista Amigo del Hogar, publicó el crimen en septiembre de 1965. En el mismo número, el presbítero Vinicio Disla describió el funeral del jesuita Vicente Rodríguez, asesinado a seis kilómetros y medio de la Capital por efectivos del CEFA y de la Policía. Pero de este religioso cubano es muy poco lo que se conoce.
Además de estas pérdidas, el periódico Patria dio cuenta de la “persecución física” a los sacerdotes “Valdez” (quizá Porfirio) y César Hilario, en Santiago, acusando al obispo de esa diócesis, Hugo Eduardo Polanco Brito, de no haber dicho nada al respecto. Se produjo otra batida contra el “padre Vargas”, párroco de Santa Ana en San Francisco de Macorís y se informó que los sacerdotes Santiago Hirujo y Francisco Sicard habían sido atropellados, encarcelados y perseguidos”. El padre Gumersindo de Granada, párroco de Barahona, tuvo que salir huyendo en vista de la persecución de que estaba siendo víctima por haber impedido que se emplazara una ametralladora en la casa curial, se consignó.
También se publicó que los templos de San Juan Bosco, Santa Bárbara, Las Cañitas, de Puerto Plata y de La Altagracia en Santiago fueron “profanados por los traidores criollos y convertidos en cuarteles”.
El 5 de julio resultaron heridos los sacerdotes Fidel De Castro y Miguel Ángel Chávez y el monaguillo Sócrates Esteban García (Papito) en un ataque de morteros contra la iglesia de Las Mercedes.
Tanto el asesinato del padre Mackinnon como el asalto al secular templo de la Zona Colonial fueron destacados por la prensa internacional. El del padre Mackinnon fue el más sonado quizá por tratarse de un inhumano linchamiento a un “sacerdote generoso y justiciero” cuyo único pecado fue protestar en sus prédicas por los arrestos en masas y gestionar ante las autoridades la libertad de los apresados.
Además, porque el Nuncio Emanuele Clarizio recibió un telegrama en el que se le informaba que el Papa Paulo VI estaba “profundamente apenado” por su muerte. Fueron conmovedoras las fotos del cadáver del Scarboro en su ataúd así como su funeral en el que participaron sacerdotes de diferentes congregaciones.
El padre Vicente Rodríguez no recibió estos tratamientos porque se alegó que lo ultimaron por no obedecer una orden de ¡Alto! Empero, sacerdotes de esa época afirman que el hecho no ha sido suficientemente esclarecido. Su chofer sobrevivió.
En el caso de la embestida contra los curas de Las Mercedes, el presidente Caamaño y parte de su gabinete realizaron las investigaciones en torno al despiadado bombardeo que destruyó la cúpula de la esa edificación..
Otros sacerdotes “de base” defendieron y apoyaron la constitucionalidad, como los del sector de San Miguel. José Moreno, entonces cura, escribió uno de los primeros libros sobre ese acontecimiento, El pueblo en armas, que lleva varias ediciones.
Ataque a los franciscanos. El presidente Francisco Alberto Caamaño dijo que con este hecho se demostraba “las intenciones marcadas contra el clero dominicano que cumple con su sagrado deber”.
Agregó que las granadas eran “del tipo de 81 milímetros que usan las fuerzas de Imbert Barreras”. El líder de la Revolución de Abril habló a los periodistas desde el Palacio Nacional Provisional donde acudió a denunciar el atentado en el que resultaron heridos los sacerdotes y el monaguillo. Luego visitó el templo en compañía del teniente coronel Héctor Lachapelle para investigar e informar el suceso. Los franciscanos heridos fueron visitados, además, por la Primera Dama María Paula de Caamaño quien luego de hablar con ellos oró ante el altar “para que cosas como estas no sigan pasando en nuestra martirizada Patria”. Le acompañaron el mayor Claudio Caamaño y sus hijos Alberto y Francisco.
Los afectados recibieron los impactos al asomarse a la ventana que da a la calle José Reyes después que sonaron las primeras explosiones, a las ocho de la noche. Una tercera granada los hirió.
Lachapelle declaró: “Fuimos al sitio del impacto. El ángulo de incidencia indica que las granadas provenían de la parte norte de la ciudad, se presume que del liceo Juan Pablo Duarte”.
Según testigos, a la misma hora se sintió un fuerte ruido de morteros en ese plantel “y se vieron fogonazos”.
Luego de explicar el modo de operar de estos artefactos, Lachapelle manifestó: “Se presume que el ataque fue deliberado y calculado porque en la mañana de ese día fray Mateo Rodríguez Carretero y Salamanca había pronunciado un sermón en la iglesia de Las Mercedes con motivo de la conmemoración de la llegada del PRD al país el 5 de julio y dijo que “la tragedia que hoy vive el pueblo dominicano solo se supera por la unión”.
Patria atacó a la alta jerarquía católica aseverando que mientras esta proponía fórmulas “y en sus lujosos automóviles se codea con los traidores y con los invasores yanquis, el clero humilde que se codea con el pueblo está sufriendo los embates de los atentados personales”.
Afirmó que esta agresión contrastaba con el trato cordial que recibían otros clérigos “del lado intramuros yanqui de Santo Domingo”.
“Tenemos la colaboración de la baja clerecía con el pueblo dominicano en esta justa por su independencia. Asimismo los representantes del Papa monseñor Dossena y Clarizzio y el padre Veckemon, dirigente de la Universidad Católica de Chile, han cordializado con los hombres del gobierno constitucionalista, hecho que ha sido mal mirado desde la zona de los traidores”.
Repudió a estos últimos y concluyó con un “¡Abajo los nazis! ¡Viva Cristo Rey!”
(Los asesinatos de Mackinnon y Vicente Rodríguez se publicarán en otras entregas).