Clinton y Morris en Santo Domingo

Clinton y Morris en Santo Domingo

SERGIO SARITA VALDEZ
La lectura concentrada y apasionada tiene la gran virtud, en quien la practica, de hacer de él o ella un sujeto transportable, capaz de moverse en un tiempo virtual reécord, de uno u otro confín del universo. Sin proponérselo uno se va envolviendo en la temática del libro hasta convertirse en uno de los personajes escondidos de la obra. Más interesante todavía es la experiencia de leer dos tratados con un protagonista en común, colocándose el descodificador en un ángulo equidistante para tener una visión panorámica simultánea de ambos textos.

Esto último es lo que hemos hecho al completar la hermosa tarea de leer la autobiografía de William Jefferson Clinton, titulada Mi Vida, conjuntamente con otro estimulante volumen de Dick Morris que lleva como título en español: Juegos de Poder.

Inicia Bill Clinton su narrativa diciéndonos que recién graduado de abogado cayó en sus manos el libro Como controlar su tiempo y su vida, escrito por Alan Lakein. Con sus ojos de ávido devorador de páginas, Bill derivó la enseñanza de hacer un listado de las cosas más importantes que deseaba llevar a cabo durante su existencia. Deseaba ser un buen hombre, tener un buen matrimonio e hijos, hacer buenos amigos, desarrollar una carrera política exitosa y escribir un gran libro.

De su parte, Dick Morris se propone examinar el comportamiento político de veinte líderes internacionales de la política, sus modos de perseguir el poder, así como las distintas razones por las cuales unos fueron exitosos, en tanto que otros fracasaron en su empeño. Asevera que “no existe política más sanguinaria que la competencia, dentro del ámbito de una oficina, por el dinero, el prestigio y, en última instancia, el poder”.

Aconseja Clinton que cuando en política te encuentras metido en un hoyo, la primera regla es dejar de cavar y, si eres incapaz de ver el error, o no quieres admitirlo, lo mejor es que te proveas de una pala grande. Agrega que en la batalla de las ideas cuando no existe la comprensión, el respeto, ni la confianza, entonces cualquier compromiso, o admisión de culpa será vista como signo de debilidad o deslealtad, lo cual indefectiblemente conduce a la derrota.

Por otra parte, Morris simplifica a seis los renglones en que agrupa las estrategias básicas en que esas veinte figuras históricas de la política norteamericana, europea y japonesa basaron su lucha por el poder. Ellos son: 1-Mantenerse fiel a los principios. 2- La triangulación. 3- Divide y reinarás. 4- Reformar el propio partido. 5- Utilizar nueva tecnología. 6- Movilizar la nación en épocas de crisis.

Refiere William Clinton que en 1993 al hacerse cargo de la presidencia de los Estados Unidos enfrentaba el gran reto de mover a su país de la era industrial a la nueva época de la informática global. Perseguía una unión más compacta, una visión universal más alta y amplia, a fin de hacer de Norteamérica un nuevo centro de referencia política para el siglo veintiuno. Expresa haber obtenido millones de nuevos empleos e igual número de viviendas, ayuda escolar y seguros de salud. Afirma que su gestión dejó unas comunidades más seguras, un medio ambiente más limpio y saludable, pero sobre todo, un futuro más esperanzador de paz, libertad, seguridad y prosperidad para el mundo.

De Bill Clinton deriva Dick Morris en su análisis histórico que consiguió desplazar la ideología de su partido demócrata desde una posición liberal de izquierda hacia el centro. Veamos en sus propias palabras como lo dice el autor al que hacemos referencia: “Bill Clinton libró una batalla de ocho años contra el empuje gravitacional del ala liberal de su propio partido. Cuando se postuló para Presidente, Clinton abrazó una posición de centro para ganar el voto de los independientes. Al asumir el cargo, se desplazó hacia la izquierda, presionado por una mayoría demócrata en ambas cámaras del Congreso. Después de que los republicanos se apoderaron del Congreso en 1999, volvió a moverse hacia el centro, para permitirse la posibilidad de gobernar en el nuevo clima reinante y asegurarse la reelección. Al final, la estrategia funcionó, aunque durante sus últimos días de mandato se vio obligado a inclinarse hacia la izquierda debido a su dependencia del Senado demócrata que colaboró para mantenerlo en el cargo tras el caso Mónica Lewinsky”.

Cualquier parecido o similitud con la coyuntura presente o futura del tejemaneje político dominicano es pura coincidencia global.

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