Clonación e inmortalidad

Clonación e inmortalidad

La literatura de anticipación o, si se quiere, futurista es una rama de la ciencia-ficción que está más cerca de la ciencia que de la ficción. El tema de la clonación que la secta de los raelianos ha puesto en primera plana de la prensa mundial ha sido tratado por la literatura y el cine desde hace años. Sin remontarnos a la antigua Grecia sólo hay que recordar, entre múltiples ejemplos, la novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz (1932), ese mundo totalitario en que los niños, fabricados en serie como los automóviles, no salen del útero sino de una incubadora automática; de igual modo la película Los niños del Brasil (1977), de Franklin J. Schaffner, basada en la novela del mismo nombre de Ira Levin, en la que un grupo de nazis nostálgicos tratan de reproducir niños con las características de Adolf Hitler; o el genial relato de Adolfo Bioy Casares, “Máscaras venecianas”, en el que el personaje principal se encuentra con que Daniela, su examante, sabiéndose afectada de un mal incurable, se hace clonar. En los dos primeros ejemplos no se trata el problema de la memoria de los individuos clonados y sólo en “Máscaras venecianas” el clon de Daniela explica al narrador que su madre le había hablado de él. El gran handicap de la inmortalidad por medio de la clonación podría ser el de la memoria… individuo clonado.

A pesar de que la directora científica de la sociedad Clonaid, Brigitte Boisselier, anunciara el nacimiento de dos niñas clonadas en Estados Unidos y Holanda el 26 de diciembre de 2002 y el 3 de enero de este año, respectivamente, todavía no se ha comprobado la veracidad de ambos acontecimientos. Sin embargo, aunque la hoy famosa secta de Rael no haya permitido la verificación de sus afirmaciones la era de los clones humanos parece reunir todas las características de lo verosímil y la posibilidad de que pronto se conozca al primer ser humano genéticamente idéntico a uno de sus progenitores. La pregunta que nos podríamos formular es si la clonación sería un primer paso para lograr la tan buscada inmortalidad de los seres humanos.
La teoría de Claude Vorilhon, mejor conocido hoy como su “Santidad Rael”, es que los humanos descienden de extraterrestres que depositaron su ADN en la tierra para dar origen al primer hombre y a la primera mujer, de ahí en adelante, como si olvidaran sus orígenes se comenzaron a reproducir de la manera que todos conocíamos hasta que se divulgara el procedimiento de clonación. Según el razonamiento de Vorilhon, Jesús es el producto del ADN de un extraterrestre que fue depositado en el útero de María hace ya 2003 años. Y, para investirse de una mayor credibilidad ante sus adeptos, Rael es también el hijo del extraterrestre padre genético idéntico de Jesús y de una terrícola francesa. Por deducción, Rael, que en lengua extraterrestre y que él denomina elohim, quiere decir “luz de Dios”, es la copia conforme de Jesús.
Las enseñanzas de Rael, instalado en Canada desde hace años por problemas de tipo fiscal en Francia, han tenido éxito en miles de sus seguidores, sobre todo en Brigitte Boisselier, química en un laboratorio de aire líquido de las afueras de París, que un día, como Saulo de Tarso, vio la “luz de Dios” y abandonó esposo e hijos y se marchó a Estados Unidos para realizar estudios de biología con la finalidad de servir a los propósitos de los raelianos para la clonación humana y, al mismo tiempo, a la inmortalidad del hombre y la mujer. Boisselier ha llegado al extremo de anunciar que una de sus hijas será portadora de un bebé que será su gemelo genético programado para nacer.
La clonación, según explican los especialistas en genética, se obtiene a partir de un óvulo fecundado del que se retira el núcleo que contiene el material genético. Ese núcleo es reemplazado por el de una célula tomada en el individuo que se va a clonar. Hasta ahora se han verificado experimentos en mamíferos. La oveja Dolly, el primer clon mamífero de la historia, presentó problemas de envejecimiento a los pocos meses de nacida, pues tenía la edad de siete años como su madre.
Por otro lado, diferentes experimentos han demostrado que no se obtiene una reproducción 100% idéntica. Puede ilustrar, el caso de una gata clonada en la Universidad A&M de College Station, Texas, que no tiene exactamente el mismo pelo que su madre lo que quiere decir que, según los científicos de esa universidad, los genes no lo controlan todo. Y si no se controla a 100% el aspecto físico mucho menos se puede asegurar el mental.
La clonación humana aterra diferentes sectores: religiosos, políticos y hasta científicos. Los científicos aceptan, en general, la clonación terapéutica cuya finalidad es la de prolongar, por medio de injerto de órganos, por ejemplo, la vida de un individuo. Un procedimiento que podrá, cuando se logre, detener la degeneración del cerebro y asegurar una lucidez más larga que la actual. En todo caso, la ciencia busca acercarse, al prolongar la vida del individuo, a la inmortalidad. Los conflictos éticos que enfrenta la comunidad científica con el sueño de inmortalidad de los seres humanos es tan viejo como el día en que el hombre se paró en dos patas y comenzó a pensar. A pesar de su temor a lo que será la conducta de los clones en el mundo de hoy, no hay científico que no afirme que debemos adaptarnos y prepararnos a la idea de compartir la Tierra, en un tiempo no muy lejano, con seres creados a partir del AND de un individuo.
Cuando el clon de Daniela le dice al ex amante de su madre, en “Máscaras venecianas”, que ella le había hablado de él deja claro el problema de la clonación: la falta de pasado. Esa memoria inexistente es la que limita la inmortalidad que predican los raelianos a través de la reproducción genéticamente idéntica, pues el individuo, hombre o mujer, puede ser reproducido genéticamente y no conservar su pasado, es decir sin la misma memoria. De todos modos, nadie podrá asegurar que un individuo al que se le telecargue la memoria de son doble genético, en caso de que esa abstracción del cerebro humano pueda ser implantada como un disco duro, querrá reproducir de manera idéntica el pasado de su genitor y pensar, en términos de futuro, como lo hubiera hecho el que le proporcionó su ADN.
Mientras el pensamiento, la idea o, en una palabra, la mente humana no pueda ser clonada, la inmortalidad no podrá ser garantizada. Sin embargo, el simple hecho de que la clonación contemple la apertura de una brecha que conduzca hacia la inmortalidad humana, el temor a la muerte, como en la Edad Media, podría disiparse o ser menos intenso que el que nos legaron el Renacimiento, el materialista siglo de las luces y los siglos posteriores en que se negaba una vida más allá de este bajo mundo.

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