Clonemos el Plan Sierra

Clonemos el Plan Sierra

Es muy posible que las características microclimáticas, de flora y fauna de San José de las Matas sean únicas en el país.

Es posible, también, que la idiosincracia de la gente de esta zona del país sea muy diferente a la de quienes habitan otras regiones.

Y es posible que, entre otras cosas, hayan sido esas características, sumadas a un excelente ejercicio gerencial, lo que haya permitido que el Plan Sierra haya rendido tantos buenos frutos para San José de las Matas en particular, y para el medio ambiente del país en sentido general.

Y se nos ocurre preguntar, reconociéndonos profanos en la especialidad, por qué no intentamos “clonar” el Plan Sierra y reproducirlo, previa adaptación, naturalmente, en otras regiones del país en las que predominan condiciones similares a las que amenazaban la sierra en que está enclavada la comunidad de San José de las Matas.

Los “serranos” han aprendido a multiplicar el bosque y vivir de ese recurso, transformándolo en finos artículos de artesanía. Lo aprendido ha servido para preservar la flora, la fauna y los humedales propios de San José de las Matas.

En cambio, respetando las diferencias, en otras regiones del país se aniquila el bosque y se le transforma en leña y carbón que generalmente van a parar a Haití.

¿Por qué no clonamos el Plan Sierra en aquellos lugares donde la mano del hombre destruye el bosque y degrada los suelos?

Un factor de éxito para la clonación es que en el Plan Sierra está la “célula madre” a reproducir, que consiste en un consejo directivo enamorado de la excelencia e inspirado en la naturaleza.

!Clonemos el Plan Sierra!

La agenda común

Después de hablar de las virtudes del Plan Sierra, viene como anillo al dedo la agenda común que deberían elaborar las autoridades de la República Dominicana y Haití para frenar un proceso de desertificación que ha hecho bastante estragos en el vecino país y que nos amenaza seriamente.

Es evidente que los cambios climáticos y el calentamiento global aportan a nuestros países nuevos ingredientes de preocupación porque, entre otras cosas, están más en juego las disponibilidades de agua y alimentos, la fertilidad de los terrenos y otros factores vitales para la preservación de la vida.

Siendo inquilinos de la misma isla, República Dominicana y Haití están obligados a desarrollar una agenda ecológica común con capítulos puntuales adecuados para atender las particularidades de los problemas medioambientales de cada nación.

Esto, claro está, independientemente de todos los otros tópicos de interés común que están de por medio y que no pueden ser relegados, como es el caso de la migración furtiva y determinados inconvenientes de nacionalidad.

Los dominicanos, que estamos mejor plantados que los haitianos en materia de preservación del ambiente, deberíamos acudir en ayuda de Haití y convertirnos en multiplicadores de esas destrezas.

Cuidar del medio ambiente haitiano es, probablemente, una buena manera de preservar la integridad del nuestro.

Como isla somos susceptibles de sufrir los efectos de los cambios climáticos y el calentamiento, efectos que, por cierto,  no discriminan en diferencias socioculturales ni cosas por el estilo.

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