Club social peledeísta

<p>Club social peledeísta</p>

ROSARIO ESPINAL
En el pasado, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) experimentó conflictos internos y algunos desmembramientos, pero nunca antes se había presentado una situación de gran potencial conflictivo entre sus principales dirigentes desde el poder. Sucede ahora ante las aparentes aspiraciones de Leonel Fernández y Danilo Medina de convertirse en el candidato presidencial para el 2008.

Por muchos años, la dirección del PLD ha consistido en un Comité Político de una veintena de miembros que poco ha cambiado en su composición, excepto algunas añadiduras, sobre todo, para incorporar mujeres a una instancia que sigue siendo predominantemente masculina.

El grupo ha sido bastante uniforme y ha podido sortear sus diferencias sin grandes fricciones después del retiro de Juan Bosch de la política.

Podría decirse que han funcionado como la directiva de un club social que logró mantener poder a pesar del aumento en membresía. Han operado como viejos amigos sin institucionalizar su propio funcionamiento.

Los miembros del Comité Político son de vieja militancia peledeísta, asumieron la reorganización del partido en el ocaso de Bosch, y han dirigido los procesos electorales que llevaron el PLD a una victoria pactada con Balaguer en 1996 y dos propias en el 2004 y 2006.

La capacidad de haber mantenido la misma estructura directiva a pesar de la masificación se debe a varios factores: la disciplina heredada del boschismo que contuvo el surgimiento caótico de grupos y tendencias, el fuerte liderazgo nacional que estableció Leonel Fernández, y el hecho de que, a pesar de su masificación, el PLD no se convirtió en un partido de masas.

La diferencia entre la masificación de un partido y un partido de masas radica en que la masificación es producto del aumento en el número de electores que establece afinidad política con un determinado partido, sin que necesariamente se integren de manera activa a la vida organizativa.

Por el contrario, un partido de masas se caracteriza por una militancia que hace vida partidaria y se involucra directamente en los quehaceres cotidianos del partido, incluida la distribución del poder interno en la organización.

Los partidos de masas constituyeron un fenómeno propio del siglo XX y entraron en decadencia a partir de los años ochenta por diversas razones.

Perdieron la fortaleza ideológica que fue esencial en la construcción de afinidades políticas estables para sostener militantes. Se produjo un debilitamiento de las organizaciones sociales que aportaban miembros a los partidos, como es el caso del movimiento obrero. La ciudadanía se atomizó y su relación con las instituciones políticas es de carácter instrumental más que ideológico-normativo. Es decir, la gente espera de ellas beneficios, ya sea clientelar o institucional, pero no está dispuesta a hacer grandes esfuerzos organizativos.

De esta manera, cuando el PLD comenzó a masificarse a fines de los años ochenta, los partidos de masas estaban en declive, por lo que no tuvo que asumir esa modalidad organizativa. Se masificó sin convertirse en partido de masas y su estructura dirigente de cuadros quedó intacta a pesar de la masificación.

Esto facilitó que la máxima dirección del partido no tuviera que someterse al escrutinio y la competitividad de las bases, sino a la confirmación del Comité Político por parte del Comité Central, instancia que se amplió para acomodar más miembros.

Hubo participación democrática en la selección de ambos comités, pero esa participación no desafió a quienes detentaban el poder.

La renuncia de Danilo Medina a la Secretaría de la Presidencia y sus intenciones de competir por la nominación presidencial del PLD, presenta a la dirección del partido el problema de cómo conciliar y conjugar los intereses de dos altos dirigentes.

El problema radica en que una confrontación en primarias entre Fernández y Medina fracturaría la cúspide partidaria, además de tener serias implicaciones para la gestión gubernamental peledeísta.

En un partido democrático es normal que surjan distintos aspirantes a la nominación presidencial, pero en esta ocasión, la selección es particularmente complicada por dos razones fundamentales.

La primera es que entre los posibles contrincantes está el propio Presidente de la República y del partido. Por su rango y cargos tiene más recursos para competir que sus contrincantes. Pero además, de cuán exitosa o no sea la gestión presidencial, dependerá en gran medida el futuro electoral de todos los aspirantes a la nominación peledeísta.

Por eso sería un error político de los candidatos alternativos socavar la gestión gubernamental o querer capitalizar con las debilidades de su propio gobierno.

La otra razón es que, dada la forma casi monolítica en que ha operado el Comité Político, un enfrentamiento por la nominación entre dos de sus principales líderes obligará a toda la estructura de dirigentes a apoyar uno u otro. Como resultado, se alteraría de manera abrupta y polarizante el estilo cohesionado que ha caracterizado a la máxima dirección del PLD.

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