El sonido telefónico, dulce sinfonía al timbrar ofertando una lluvia de tarjetas de crédito y otros préstamos, se torna en horrenda pesadilla cuando suena y suena y vuelve a sonar recordando los pagos pendientes, en un hostigamiento insoportable para miles de familias dominicanas sobreendeudadas por el déficit entre ingresos estáticos y gastos crecientes.
Desesperante, por igual, para hombres y mujeres sin controles que cayeron en la trampa de un consumo desmedido, irresponsable, lujos, viajes, fiestas, ¡con dinero ajeno!
El crédito de consumo se expandió y agilizó, se diversificó con nuevas modalidades de financiación que facilitan su acceso, pero también se aceleró la cobranza, y los deudores morosos padecen el terrible acoso del cobro compulsivo, las “turbollamadas” que alteran la quietud personal y del hogar.
La compulsión del cobro por un excesivo endeudamiento que, además de los pobres, quita el sosiego a familias de clase media, tiene perturbadores efectos más allá de la quiebra financiera y los traumáticos embargos, al generar tensiones que se exacerban y contaminan el ambiente familiar.
La situación es asfixiante en clase media baja, sobre todo si carecen de ayuda de parientes en el exterior con una remesa en dólares. Se torna crítica cuando algún miembro del hogar pierde el empleo, enfrenta un problema de salud o una muerte súbita.
Esas tensiones impactan la productividad laboral, inciden en la economía. Difícilmente puedan desarrollar sus tareas con efectividad personas que llegan al centro de trabajo trasnochadas por deudas, hostigadas por turbocobros, tensas al no saber cómo pagar las tarjetas de crédito, el colegio o la electricidad.
Deudas encadenantes. Necesidades apremiantes por los congelados ingresos, desestabilizadores imprevistos o un consumismo desbordado, son eslabones que forjan las cadenas del endeudamiento en hogares con la mitad o más de sus ingresos comprometidos con préstamos.
Hay familias donde las acreencias bancarias solo absorben un tercio de sus ingresos, umbral máximo en unas finanzas sanas, pero en otras llegan hasta 70% cuando las cuentas se agigantan por sucesivas moras y sobregiros, cayendo en una situación de impago.
Las cadenas de las deudas, en ocasiones rotas con un embargo, la incautación de un vehículo o de la vivienda, se anudan con cada atraso y un inadecuado manejo de las mismas.
Sobregiros. Los hogares de clase media generalmente apelan al crédito para adquirir sus bienes: vivienda, vehículos, mobiliario, electrodomésticos. Se endeudan, además, para gastos de salud, vacaciones, pago de la universidad, diplomados y doctorados.
Saldan un préstamo e inician otro, a veces son simultáneos y llegan las moras y repagos que los conducen al sobreendeudamiento, calificado como el nivel de deudas superior a un tercio del ingreso.
Sobregirados con el banco, recurren a micropréstamos online no regulados, modalidad de financiación muy demandada por la facilidad y rapidez.
Les “resuelven” al instante, pagan una que otra tarjeta de crédito, la cuota del carro financiado, pero junto a los demás préstamos, una pareja llega a acumular deudas de dos, cuatro o seis millones. Esto ocurre, sobre todo, a quienes enfrentan a la vez el pago de una costosa renta o un préstamo hipotecario, la cuota de un vehículo y otros bienes financiados. Sucede en quienes comprometen unos mismos fondos con distintos conceptos, hasta caer en la insolvencia, al extremo de perder bienes patrimoniales y dejar de calificar como sujetos de crédito.
No siempre existe el debido autocontrol para no dejarse arrastrar por el bombardeo publicitario y resistir tentadoras ofertas que llaman al hiperconsumo, autoferias que exhiben vehículos del año, expohogares con apartamentos más modernos que el que habitan. ¡Una tentación!
“Ven a comprarnos que te buscamos el dinero!”, consigna de la venta de bienes en cuotas, estrategia en la que comercios ofrecen la opción de pago de artículos financiados por bancos. Solución atractiva, aunque implica mayor precio del original, que puede llegar al doble o más.
Con estos créditos cubren necesidades, buscan confort. Y no estaría mal si se hace con mesura, ajustados a sus posibilidades, o con un ingreso adicional. Pero, mientras crecen las deudas, domina un escenario de precariedad en el empleo formal que dificulta un trabajo mejor remunerado o una nueva fuente de ingresos.
¿El resultado? Atrasos en el pago y recargos, sobreendeudamiento y las intolerables presiones financieras. La insistencia del turbocobro, esa “máquina” que recurrentemente les recuerda el atraso en sus deudas, que reclama pagos pendientes de dos tarjetas de crédito y otra en una oficina legal, la cuota del vehículo o del Internet.
Suena, suena una y otra vez, perturbando la mente.
Embargos: pagos forzosos incesantes
Pocas experiencias tan dolorosas, pocas pérdidas materiales tan sentidas y traumáticas como el embargo de inmuebles. Pocos momentos tan dramáticos como los vividos por una familia a la que le arrebatan un bien tan preciado como la vivienda, adjudicada por un banco u otra entidad financiera ante una situación de impago.
Las secuelas del incumplimiento de compromisos financieros no se limitan al bajo historial en los burós de crédito, a las penalidades, intereses, gastos legales y honorarios profesionales que hay que pagar a partir del incumplimimiento de las deudas. Implica mucho más. Mediante esos cobros forzosos, deudores y deudoras pierden la casa, el mobiliarios, diversos bienes adquiridos a lo largo de su vida.
Catálogos de inmuebles ofertados por bancos a los que la morosidad de clientes dejó tantos bienes adjudicados que parecen poderosas inmobiliarias, exhiben gran cantidad de apartamentos, villas, fincas, joyas, obras de arte, entre ellas pinturas de artistas de renombre, que pasaron a ser de su propiedad, al igual que gran número de yipetas, carros de lujo, camionetas incautados, como ocurre en dealers.
Después de incautarlos a través de una oficina de abogados encargada de recuperarles sus activos, las instituciones financieras los ofertan en venta al público. Son activos indeseados, su abundancia no favorece su imagen, constituye un indicador de que no se manejan los riesgos con moderación o con eficiencia la gestión de cobranza.
1. Consumismo
La predisposición a satisfacer ansias de consumo, de competir o aparentar, la debilidad ante la incitación de la incesante publicidad comercial, conducen a personas de ingresos medios a un excesivo endeudamiento. Con frecuencia, contraen varias deudas y caen en una disfunción financiera que, al no enmendar, afecta su historial de crédito y calidad vida.
2. Cadenas del retail
Las cadenas de “retail”, en las que hacen sinergias el comercio y la banca, ofertan diversas modalidades de ventas de bienes en cuotas. Al otorgar créditos, el centro comercial impulsa sus ventas, en tanto el banco no tiene que invertir en sucursales y cuenta con la clientela de las tiendas. Por su lado, instituciones bancarias financian estudios, viajes, hasta boletas para el estadio o un concierto. A su vez, consorcios comerciales emiten tarjetas para pagos en cuotas, ofrecen descuentos, diversas opciones que atraen el consumo.
3. Micropréstamos
Con escasas restricciones, crecen las facilidades del crédito bancario, préstamos online, micropréstamos, dinero al instante con garantía de un vehículo, dinero rápido sin importar el historial crediticio del solicitante, ofertados inclusive a quienes no aplican para un crédito bancario regular.
4. Tarjetas de crédito
Para cubrir sus gastos, los consumidores rejuegan con varias tarjetas de crédito, dos, tres o más, sobregirándolas. Por excesivo consumo llegan a un sobreendeudamiento inmanejable. En varios casos influye el mal uso del dinero plástico, percibido por usuarios como una forma fácil de tener lo que desean sin planificar su saldo. Dejan cumplir fechas de pago, no hacen abonos y los intereses se inflan. Es común que no sepan manejar plazos y pagos mínimos.
5. Mayor uso de plásticos
De 1,4 millones de perfiles de tarjetahabientes, unos 650,000 plásticos tienen límites inferiores a RD$10,000. En tarjetas de crédito, se observa un aumento en el número de unidades emitidas de RD$25,001 en adelante, siendo la escala más registrada a partir de RD50,001. La mayor deuda corresponde a las categorías platino y oro, que elevaron su consumo. Les sigue el monto consumido con las tarjetas clásicas.