He “conversado” con mis amables lectores de la percepción de los olores, del disfrute de los sabores, etc., y esto nos conduce de manera inequívoca a pensar en los apetitosos alimentos que nos dan placer junto a los aromas de un buen vino tinto, de esos que disfrutamos al ventearlos y paladearlos. El anterior es un maridaje perfecto, que por sus inmensos placeres nos hacen tocar los dinteles de la gloria. Los alimentos exquisitos engendran una muy grata sensación “casi” parecida al amor pleno.
Con ocasión de esto deseo compartir con ustedes lo agradable que ha sido para mí la lectura del libro “Luna, antología del placer II, libro de cocina, poemas, conjuros y otras cosas” de la autoría de una culta dama de Puerto Plata, la señora Johanna Goede, de quien me precio de su amistad.
Señala la autora en la introducción: “Como se darán cuenta a medida que se adentren en estas páginas, este es un libro verdaderamente atípico, igual al primero. Es un poco de muchas cosas, ausencias incluidas. Este libro ha sido escrito con gran alegría, ya que abraza dos de las grandes pasiones de la vida: comer y amar… y, como “no solo de pan vive el hombre”, encontrarán que aquí hay un poco de otras cosas. En cuanto a las recetas, muchas de ellas son las que han disfrutado en mi casa desde las abuelas aunque no sean creaciones nuestras; las demás, esas son de esa inmensa familia que la conforman las amigas y los amigos, quienes han enriquecido este libro, caprichoso y singular como la Luna”.
El prólogo de esta obra fue escrito por el prominente intelectual Dr. Hugo Tolentino Dipp, en él señala: “Llega a tanto la altilocuente afinidad entre recetario, poema, conjuro y espontaneidades que la estructuración de esta obra es toda una heterodoxia definitivamente contrastante con los habituales escritos de temas gastronómicos. Los logros del puchero son, en ocasiones puntuales, provocadores de delirantes afirmaciones y exhortaciones orientadas al descubrimiento de degustaciones ignoradas”.
“No soy chef, recopilo recetas y cocino por pasión” dijo Luis González Calvo, yo digo lo mismo, el hecho de vivir un tiempo solo en Londres durante mi entrenamiento como neurólogo, me obligó a aprender a cocinar, luego de que mi muy querida madre ya habitando otras esferas celestiales, no nos permitió ni freír un huevo y nos servía hasta el agua de beber, pero la necesidad tiene cara de hereje y obligado me adentré en ese mundo culinario, por eso he disfrutado tanto este libro. Recuerdo mis primeras “víctimas” gastronómicas en Londres, la capital inglesa, fueron mis queridos compadres, los destacados doctores Pedro Pablo Paredes y Rosa América Martínez, Rafael Rodríguez Reyes y Rosy Pereyra Ariza; los fraternos licenciados Francisco Guerrero, Roberto Liz con Norka y Flavio Darío Espinal, entre otros. Ellos se acordarán de un bacalao saladísimo incomible, un filete roquefort desabrido y de unas albóndigas de carne que no tenían consistencia, en la época el vino degustado era el Mouton Cadet Rouge; pero “se aprende a pintar pintando”. ¡Cosas veredes, Sancho!
El saborear una comida con deleitación, implica de hecho alcanzar unas experiencias complejas. Pone en juego a la vez la sensibilidad gustativa, el olfato, la percepción térmica, el reconocimiento visual de la forma y de la consistencia y la apreciación de la textura de los alimentos. Los científicos llaman todo eso con un nombre aristocrático, “el paladar”, que por cierto, se puede educar. Anecdóticamente diremos que hubo que esperar hasta el 1824 para que el célebre Eugene Chevreul, descubridor de la química de las grasas, se convirtiera en el primer científico que señaló las diferencias entre el tacto de la lengua, el gusto, el olfato, entre otros aspectos. Volviendo al libro, “Luna”, de recetas, poemas y finezas, le añade un ingrediente muy grato a la culinaria, aparte del buen vino que saboreo al cocinar, ahora le agregaré a ese grato placer, la poética. La obra no la busque en Cuesta, está en venta en la tienda de utensilios del hogar Le Tavole, en la Agustín Lara #29, teléfono 809-565-5727, la recomiendo.