Cocinero limpio, cocinero guarro

Cocinero limpio, cocinero guarro

EFE.  Madrid.  La verdad: si uno quiere seguir creyendo en la cocina pública, es mejor abstenerse de ver estos programas, salvando el caso de ese gran comunicador que es Karlos Arguiñano, que encima hace sus platos en una cocina inmaculada y despliega un alarde de higiene y limpieza en cada uno de sus movimientos. No es lo habitual… pese a que todos sabemos que no puede haber buena cocina sin una limpieza absoluta.

Independientemente de que la receta sea ésta o aquella, yo me comería sin problema ninguno cualquiera de los platos que prepara Karlos. Hombre, unos más a gusto que otros, pero eso es normal: no todo nos gusta lo mismo. Yo, por ejemplo, lo primero que haría delante de un plato de Arguiñano sería quitarle el perejil, que me hace muy poca gracia, pero que él ha convertido en el icono de sus platos.  Dicho esto, no les extrañará lo más mínimo a quienes sean espectadores habituales u ocasionales de ‘Canal Cocina’ que asegure con la misma firmeza que me considero absolutamente incapaz de probar ni uno de los platos que elabora ante las cámaras el chef británico Jamie Oliver, admirable por cosas como la labor que ha desarrollado en pro de la buena alimentación en los colegios del Reino Unido, pero que como cocinero a mí no me inspira nada. Nada bueno, quiero decir. Oliver es, en higiene la antítesis de Arguiñano. La cocina de su casa, sea la urbana, sea la del campo, es lo opuesto a lo que uno entiende que debería ser una cocina profesional. Todo: los fogones, los cacharros, las tablas… Todo anda manga por hombro. Me dirá alguien: pues como en muchas casas. Es posible, pero esas casas no se enseñan por la tele, y menos en plan didáctico.

Luego está su manera de operar. De lo más natural, me dirán los partidarios de usar las manos para todo. Oliver es un experto en el uso de sus manos para todo, desde remover una ensalada, que podría tener un pase, a hacer lo propio con un aliño con aceite y catsup, usar los dedos entrecruzados como colador para evitar las semillas del zumo de limón, voltear los alimentos en la parrilla, mezclar ingredientes…

Todo manual. Un día, creo, le vi usar una batidora eléctrica; pensé que se había puesto malo.

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