Coctelear

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Dicen, mi viejo Magino, que recordar es vivir. Lo creo. Sobre todo si los recuerdos son muy gratos. Anteayer, don Magino, me enteraron del fallecimiento de la señora Pura Santos viuda De Peña. Estoy seguro de que la mención de ese nombre no trae recuerdo alguno para la juventud capitaleña de hoy. No así, empero, para los viejitos amantes de los deportes, sobre todo del béisbol, del Santo Domingo romántico del decenio del 40 del pasado siglo, de ese mismo Santo Domingo pequeño y acogedor, lleno de gente buena y solidaria que habitaba en la entonces Ciudad Trujillo…

Pura Santos era la esposa, la compañera del emprendedor Luis De Peña, un alborotado pequeño empresario que había hecho un sacerdocio de la construcción de los toldos de lona. Tenía, virtualmente, un monopolio de ese negocio en la rupestre capital quisqueyana y si la memoria no me falla mucho, creo que popularizó el slogan de «no tiene aspecto bancario, de bar, colmado u oficina, la casa donde no veo colocada mis elegantes cortinas»…

Pues bien, mi querido Magino, mientras Luis De Peña funcionaba con sus toldos y cortinas de lona, doña Pura hacía surgir una «pequeña industria» dedicada a la fabricación de trochas, trochines y guantes para la práctica del béisbol. (De muy buena calidad y de excelentes precios!. Hubo una época, Maginito, hasta el estallido de la prima del dólar, que el uso de útiles deportivos beisboleros de primer orden era «paja pa`la gaiza». Siempre no fue así…

En la vieja época que rememoro hoy, la importación de útiles deportivos era muy pero muy limitada y su adquisición destinada a clase media alta hacia arriba, pequeñas ambas en ese entonces. La cotizada marca Wilson en guantes y bolas y el bate Louisville, eran importados por B. Pretzman-Aggerholz, entonces ubicados en la calle Las Damas esquina a Mercedes, frente a las Casas Reales, a veces Palacio del Gobierno y sede de la Cancillería. Don Andrés Pérez, en Las Mercedes, también traía pequeñas cantidades de útiles deportivos. Luego surgieron las tiendas de don Luis F. Lugo, que popularizó la Marca Spalding, la de don Jorge Alma en la avenida Mella cerca de la Palo Hincado y la de Manelir Vallejo, representante de la firma McGreggor…

Pura Santos resolvió el problemas de los útiles deportivos para quienes se dedicaban a la práctica del béisbol y no tenían acceso directo a los importados. Copió un mascotín para inicialistas que para qué le cuento. Bien trazado. Excelentemente cosido, un relleno de primera y con travillas perfectamente diseñadas y un soporte que no permitía escapatoria de la bola que allí entraba. Los guantes estaban muy bien diseñados y mejor rellenados así como también las mascotas para receptores. El verde era el color predominante en los útiles que cortaba y cosía doña Pura. Daba gusto verla frente a la máquina, cosiendo la dura lona, mientras sus ayudantes recortaban bordes y daban toques finales a los útiles que iban a hacer las delicias de grandes y chiquillos, pues la demanda era por cuestión de precios, nunca de edad…

Recuerdo que el departamento deportivo de el Colegio Dominicano De La Salle, entonces en el desaparecido local ubicado en la Arzobispo Meriño, Padre Billini y Hostos, disponía de útiles para varios equipos de béisbol…

Pura Santos jamás especuló con precios. Recuerdo, como si fuera ahora mismo, un trochín de primera que adquirí en su negocio, por la suma de quince centavos, precio especial, pues la pieza costaba la entonces (fortuna! de veinticinco. Las bolas para los equipos de muchachos de la época eran llamadas de «puro bizcochón». Recuerdo que don Martín Alvarez, en la Padre Billini esquina 19 de Marzo las vendía a quince centavos. También las hacíamos los mismos «peloteros», con hilos de medias y goma en el centro, forradas con esparadrapo…

Con Luis De Peña, fallecido hace algunos años, cultivé una gran amistad. Fue un hombre trabajador hasta la misma hora de su muerte. «Atronado», como le decíamos. Físicamente muy fuerte. De muy buen corazón. Fue un hombre a quien ni siquiera el infortunio le amargó, como cuando uno de sus hijos fue asesinado en los duros días de la feroz resistencia interna a la dictadura de Rafael L. Trujillo. Doña Pura siempre le acompañó. Ya a mediados del decenio del 50 había dejado la «industria» de los útiles deportivos. Aunque a veces, para entretenerse, hacía uno que otro mascotín. Hoy, cuando doña Pura ha emprendido el viaje sin retorno para juntarse con Luis, mis recuerdos cariñosos para esa extraordinaria mujer que hizo de su taller de la Enriquillo un paraíso soñado para los niños amantes del béisbol. Gracias, Magino, por su paciencia, pues es mejor un recuerdo grato, que tener que hablarle de los jodidos apagones que azotan a la nación o de la pela de palos que reciben los infelices que asisten a hospitales públicos donde solo hay en existencia irresponsabilidad y mentiras, en vez de atenciones y medicamentos.

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