Coctelera

Coctelera

Muy buenas, mi querido Maginito. El tema obligado de hoy es el mensaje leído ayer en la sesión conjunta de las Cámaras Legislativas por el presidente Leonel Fernández. Pero, como cada año, propicia es la ocasión para saludar y congratular al coronel Osvaldo Cepeda y Cepeda, vacunado con una aguja de consola cuando se inició como locutor. Lo cierto es, caro viejo, que a Cepeda y Cepeda, en la descripción de los desfiles militares, es como «el tambor mayor delante, nadie lo puede igualar». Ni siquiera lo hubieran superado aquellas «aleluyas» a que nos acostumbró el inmenso Julio César Félix (Bubito), en la Catedral, durante los días santos. Y vamos con el mensaje…

Al Coctelero le gustó un tanto. Más le hubiera gustado, sin embargo, si el mandatario hubiera dedicado, aunque fuera unos cuantos segundos para condenar la corrupción en todos los órdenes y dar garantías de que su gobierno jamás la apañaría, ni la que pasó ni la que pueda pasar. Vamos a entender, no obstante, que el presidente Fernández dejó sobrentender que se refería a ese tan espinoso asunto cuando dijo «construyamos un país bajo el imperio de la ley». No se puede concebir respeto a la ley en la tolerancia de las  tantas vagabunderías que nos han azotado y azotan…

Mire, Maginito, el mensaje del presidente Fernández fue el mensaje de un mandatario optimista, de un hombre con fe en el futuro de la nación que gobierna. Es, hasta cierto punto, el mensaje de un soñador. Reitero que eso no es malo. Por el contrario, ¿qué hubiera sido del mundo sin soñadores? Desde luego, para un jefe de Estado, el problema de los sueños es el choque con la dura realidad que se confronta en el terruño que le toca controlar…

Creo que el presidente Fernández tiene los pies sobre la tierra, pero como ser humano de fina sensibilidad, cultor esmerado del intelecto, no puede sustraerse a los movimientos de la modernidad aun cuando sea sometido a los embates de los «premodernos» que entienden que descuida la satisfacción de las necesidades más elementales de una sociedad sujeta a transformación que algunos no quieren ver…

El presidente Fernández se refirió a la situación que encontró al ascender al mando. Pero lo hizo con elegancia, con sentido crítico, sin recurrir a frases hirientes o vulgares. No se autoasignó milagros al frente de la cosa pública, pues se limitó a expresar que encontró a un paciente «en cuidados intensivos», que lo sacó del mismo, pero que aun no ha podido darle de alta…

No se anduvo por las ramas para referirse a los cambios que provoca la globalización a nivel mundial y dejó sobrentendido que el viejo modelo económico dominicano está agotado. Eso no le impidió, empero, dejar de reconocer la necesidad de ir en auxilio de la agropecuaria, el principal empleador del país y sostén alimenticio de la población. Al referirse a los caminos que de manera «abrupta y radical» trae consigo la globalización, el presidente quisqueyano no vaciló al afirmar que el primer reto del país es la construcción de un Estado «moderno y eficiente», un estado que pueda satisfacer las necesidades básicas de la población e inscribirse, al mismo tiempo, en la era digital de la cual no podemos sustraernos…

De seguro que distintos sectores le darán jíbriga al presidente, pues éste no vaciló en rechazar los argumentos de que tiene que emplear la devaluación de la moneda nacional para satisfacer necesidades coyunturales de sectores de la economía. Es claro que se refería a las zonas francas y al turismo. Fernández los defendió, pero sin condicionar su estabilidad a la inestabilidad de toda la nación. ¡Bien hecho!…

El presidente, al referirse a la crisis energética, habló de la revisión de convenios con Cogentrix y Smith and Enron y la recompra a Unión Fenosa de Jode Norte y Jode Sur, así como también del Acuerdo de Madrid. Esperemos, Maginito, que eso sea realidad antes de hablar sobre el particular, pues antecedentes los hay. Y si del Metro se trata, no hay duda alguna, queridísimo Magino, que por mas vueltas que el mandatario dio al asunto, esa construcción él la favorece de verdad. Si no fuera así, ¿para que citar los problemas suscitados cuando París se metió en la construcción de la Torre Eiffel o el presidente Franklyn Delgado Rooselvet, en medio de la «gran depresión» dispuso la construcción del sistema de represas del Valle de Tennesse? Coja y deje, viejo premoderno. Y para concluir, ¿cree usted que los adversarios del presidente Fernández dejarán de sacarle partido al texto de ese mensaje? ¿No cree usted que algunos agitadores en política lo tomarán como prueba de que el mandatario no quiere choques con el perredeísmo agresivo?

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