Coctelera

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Muy buenos días le de Dios, caro Magino. Vamos a seguir hablándole un ratito mas en relación a los informes anuales que, sobre los derechos humanos en distintos países del mundo, preparan autoridades del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Sabido es que a nosotros, los dominicanos, los gringos nos tocan con fuerza en base a datos que obtienen de su misión local y de organizaciones criollitas de mi pueblo y pebetas de mi barrio. No es, viejito charlatán, que uno apoye que los Estados Unidos se metan en cuestiones internas, pero lo que ellos dicen en su informe sobre este país ha sido publicado por la prensa local y reitero que, en la mayoría de los casos, no se inventa nada. Quede eso clarito…

Ahora bien, charlatancito de aldea, ¿sabe usted que el Senado norteamericano prácticamente obliga a las autoridades federales, a través del Departamento de Estado, a rendirles un informe anual relacionado con el estado de los derechos humanos en el mundo? ¿Por qué se hace eso? Pues es muy sencillita la respuesta: el Poder Legislativo estadounidense quiere estar ´debidamente enterado´ de como marchan las cosas de los derechos humanos y del orden público en naciones que son sus ´clientes´ en materia de deuda externa, entre otras cosas. Es decir, viejo usurero, que endeudarse con los yankees es aparecer, cada año, en el informe que va al Senado para que los miembros de esa Cámara se enteren de ciertas consuanitas. Si usted quiere mandar al carajo a los gringos, ni modo, no coja prestado por allá. Pero aún así, haga usted su estudio relacionado con los derechos humanos en los Estados Unidos y divúlguelo, que muchas cosas interesantes se leerán. Ellos jamás prepararán ese informe, pues ellos no se adeudan a sí mismo…

Ahora, Maginito, y con el perdón del amigo Bernardo Vega, le relato un episodio que espero no se incluya entre «lo bueno» de Trujillo. Cuando el dictador dominicano decidió adquirir la Compañía Eléctrica de Santo Domingo, llamó a su despacho al presidente de la Comisión de Fomento, licenciado Jesús María Troncoso Sánchez, un economista de fuste y hombre decisivo en la creación del Banco Central. Trujillo le pidió a Troncoso que preparara un plan para la compra y pago de la Compañía Eléctrica, de capital norteamericano. Jesús María, un hombre que creía en la modernidad en una época auténticamente pre moderna, viajó a Washington, consultó fuentes y regresó al país…

El economista le dijo al hombre fuerte quisqueyano que había concebido un plan por virtud del cual el país podría recurrir a un préstamo por 25 millones de dólares con organismos internacionales de crédito a los cuales pertenecía y que jamás había hecho uso de los mismos. Con el dinero del préstamo, expuso, se pagaría a los norteamericanos el valor de su compañía y con el resto se electrificaría el país. Ese resto representaba cerca de dieciocho millones de dólares, una verdadera fortuna para la época…

Trujillo reaccionó rápidamente y le dijo a Jesús María que rechazaba por completo ese plan, pues contraer una deuda por 25 millones de dólares ataría el país a Estados Unidos. Jesús María advirtió a Trujillo que los organismos internacionales habían sido creados para ayudar a las naciones con menos recursos y que los norteamericanos eran miembros, no dueños de dichos organismos. El hábil gobernante manifestó entonces a su leal y eficiente funcionario que mucha brega le había costado sacar a los norteamericanos del país con el pago de la deuda externa y que jamás permitiría que volvieran a controlar o a gravitar sobre las finanzas de la nación. Le expuso a Jesús María que si concertaba el préstamo, y aunque su funcionario creyera lo contrario, «al día siguiente de entrar en vigencia ese crédito, estarían los norteamericanos hasta detrás de mi escritorio para vigilar como se invertirían los recursos»…

El préstamo jamás se concertó, pues Trujillo ordenó a Jesús María dirigir las coordinaciones de lugar para que la Tesorería –como se hizo– dispusiera el pago del valor de los hierros viejos que tenía la Compañía Eléctrica a sus propietarios norteamericanos. Surgió, entonces, la Corporación Dominicana de Electricidad, de tan ingrata recordación. Pero esa es harina de otro costal.

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