Coctelera

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Mi querido Maginito, el deporte quisqueyano está hoy de luto. Uno de sus inmortales –el doctor Pedro Alvarez de Jesús (Pedrito)– partió ayer hacia otra dimensión, tras cubrir una brillante jornada terrenal, jornada que, según sus familiares más cercanos, cubrió 89 años, casi 90. Fue Pedrito Alvarez un tremendo atleta, que brilló en campo y pista y en béisbol y ya en el otoño de su existencia, a manera de entretención, en el tenis de mesa. No había forma de que perdiera, no en la tercera edad, sino en la cuarta y en la quinta…

Alvarez de Jesús fue un producto auténtico de la Ciudad Nueva romántica que albergó a los hermanos Vargas, a los hermanos Lucas, a los hermanos Báez, a los hermanos Martínez procedentes de Santiago y a otras rutilantes estrellas entre las cuales se encontraba Ventura Escalante (El Loro), Luis Castro (Niño el Zurdo), Amable Alvarado (Sonlley), Rafael Guerra (Fellito), entre otros…

Muy joven aún, Pedrito Alvarez comenzó a brillar en el Campo Deportivo Municipal construido en el mismo solar en que operó el Gimnasio Escolar, destruido por el huracán San Zenón, el 3 de septiembre de 1930. El béisbol y el atletismo ocuparon el tiempo deportivo de Pedro Alvarez. En los Juegos Olímpicos de 1937 se le consideró «El Expreso de Ciudad Trujillo». Poseía veloces piernas, era fuerte y bien desarrollado y sin contar con enseñanzas de primer orden, corría como un demonio en 100, 200 y 400 metros planos. Fue una carta de triunfo de la representación capitaleña, en los Juegos en que el inmortal cronista deportivo Miguel A. Peguero hijo nombró a La Vega como la «Ciudad Olímpica»…

Ya, el año anterior, Pedrito Alvarez había vestido la franela oriental, junto al intermedista Ramón Ruiz (Mon), a quien apodaban Robert Taylor por la forma en que cuidaba su figura, emulando al astro norteamericano del cine. Pedro Alvarez era un formidable jardinero. Cubría campo en el bosque central que eso era un gusto, poseía velocidad todo el tiempo y su brazo podía calificarse como promedio. No era un slugger, pero sí un peligro hiteador. Estuvo activo muchos años, en una etapa en que el béisbol tenía presentaciones esporádicas después del torneo de 1937…

Pedro Alvarez era un jugador pintoresco, bromista, pero solía coger cuerda con marcada facilidad. Una anécdota lo sacaba de casilla. Se cuenta que el Caguas-Guayama, de Puerto Rico, vino a jugar aquí y el astro criollo Tetelo Vargas, que vestía la franela del Caguas, pasó a uniformarse, junto a Pedrito en las Estrellas. La leyenda cuenta que Tetelo Vargas había disparado par de tubeyes al inmortal Leroy Satchell Paige cuando se sintió indispuesto, algo que ignoraba Paige el más grande lanzador en toda la historia de la Ligas Negras y Novato del Año de la Liga Americana en 1948, cuando ya la gente de color podía entrar en las Mayores…

Se asegura que Pedro Alvarez pasó a batear en lugar de Tetelo y que Paige pensó que ese tenía que ser un super hombre, pues reemplazaba a quien le había visto la esféride sin dificultad alguna. Entonces Paige hizo tres lanzamientos endemoniados, impregnados de velocidad meteórica, que Pedro Alvarez abanicó para poncharse. La broma que sacaba a Pedro de sus cabales era que se le decía que entró a batear con un corredor en la primera base y que cuando Paige hizo un viraje y soltó hacia la inicial, él, Pedrito, hizo swing como si el moreno hubiera tirado al plato…

Pedro Alvarez, Maginito, fue un estudiante ejemplar. En una época difícil en el aspecto económico, ingresó a las Fuerzas Armadas y a base de esfuerzos se hizo odontólogo, profesión que ejerció durante toda su vida militar y civil. Formó una familia ejemplar y se puede asegurar que constituyó un ejemplo que debería ser imitado. Junto a Ramona supo educar a sus

hijos y el cariño que a ellos inculcó, lo recibió con creces…

Pedro Alvarez de Jesús murió ayer en esta ciudad. Sus restos serán sepultados hoy, a las 11 de la mañana, en el Cementerio Cristo Redentor. Para quienes le conocimos y quisimos a través de los años, el momento es duro. nos cabe la íntima satisfacción, sin embargo, de haber disfrutado, desde los días de la adolescencia, y pese a la diferencia de edad, de la amistad de un hombre fundamentalmente bueno de un hombre que jamas supo lo que era la maldad. ¡Paz a los restos del Expreso de 1937!

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