Coctelera

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Buenas, querido Magino. Mire, viejito vagabundón, creo que es cierto lo del maltrato que nos ofrecen un periódico y una periodista de Dinamarca, con el concurso de un empresario que alimenta a éstos con unas declaraciones que en nada nos favorecen ante el gran mundo europeo. Peter Beier se llama el empresario compatriota de la famosa mantequilla aquella. Se afirma que tiene una finca en la cual cultiva cacao, cacao que él mismo considera «el mejor del mundo», algo que supongo pondrá muy contento al querido José Antonio Martínez Rojas. Lo tremendo de toda esta vainita, mi caro Magino, es que la periodista autora del trabajo habla de que Beier se refiere a la ausencia de brazos dominicanos en el campo y otras cosuanitas de las cuales ya hablaremos…..La periodista asegura que los dominicanos son vagos y pone en tela de juicio hasta la honradez personal de los nacidos por aquí. Supongo que en Dinamarca también hay ladrones, pero eso no quiere decir que todos los daneses sean deshonestos. En cuanto a lo de vagos, ni modo, hay tela por donde cortar. Sí, es rigurosamente cierto que los brazos dominicanos escasean en zonas rurales para ser dedicados a distintos cultivos. En primer término, mi querido Magino, todo campesino no es agricultor. Es más, creo que un bajo porcentaje puede definirse como cultivador de la tierra. Aquí, el labriego, por años y años fue reventado hasta que decidió irse a las ciudades, a complicar la vida de esas ciudades y la suya propia….Los brazos haitianos comenzaron a reemplazar a los dominicanos. Ya los gobiernos se habían encargado de entregar los campos de caña a los haitianos indocumentados, creando una migración incontenible. El tráfico de haitianos servía, al mismo tiempo, para enriquecer a dominicanos y a haitianos inescrupulosos, enquistados en estamentos del poder de ambos países. Finqueros dominicanos comenzaron a usar haitianos en sus sembradíos, explotándolos inmisericordemente. Los haitianos que entraban constantemente soportaban ese trato hasta sentar reales y de unos años acá, ante la ausencia de brazos criollos, exigen condiciones de trabajo que nunca sospecharon sus propios explotadores originales, o vegetan en campos y ciudades dedicándose a actividades de pura supervivencia. Al mismo tiempo, la industria de la construcción, en trabajos pesados, caía en manos de los haitianos, mientras se degeneraba la labor en los dominicanos, que buscaban emigrar hacia playas extranjeras o dedicarse a un chiripeo que en poco ha beneficiado al país. No aceptamos que se califique a los dominicanos de vagos, pero no hay duda alguna de que vagos los hay….No veo por que hay gente que se alarma ante el hecho de que se denuncie que funcionarios oficiales dominicanos, en todas las épocas, han exigido prebendas para otorgar facilidades que la ley concede a los inversionistas. Eso nada tiene de nuevo. Es más, no se olvide usted, caro Magino, que aquí se han dado casos de inversionistas que han preferido marcharse antes que ceder a los ladronazos que buscaban extorsionarlos. Siempre hemos dicho que eso hace muchísimo daño al país, pues nos desacredita como plaza. Creo, sin embargo, que se exagera un tanto con el asunto y estoy seguro de algo: tan sinvergüenza y salteador es el funcionario que pide dinero para otorgar o tramitar cuestiones que las leyes autorizan a favor de los inversionistas, como el propio inversionista que cede a las presiones indebidas….Al hecho de que, como se denuncia en Dinamarca, las tierras codiciadas por Beier subían de precio a medida que éste mostraba interés en adquirirla no le veo absolutamente nada de raro, siempre y cuando se hiciera en una forma clara, ceñida las operaciones a las leyes. Malo es que abogados, funcionarios o quien sea, falsifique títulos, venda lo que no es suyo o defraude al Estado en cuanto a lo que corresponde al Estado. Creo, Maginito, que el señor Beier, si tanto gusta de este país para sus inversiones, puede buscar claridad en sus operaciones. Puede denunciar cualquier tentativa de chantaje de que sea objeto. Tiene aquí una Unión Europea muy agresiva, que no se anda con rodeos para llamar las cosas por su nombre. ¿Estamos?

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